No todos las becerros berrean, siempre hay algunos que articulan palabras (aunque no dejan de ser novillos). En cualquier rancho ideológico. Hay quienes dicen, por ejemplo, que como México no vive en una situación democrática los humanos deben ser becerros como ellos y sonar el cencerro al ritmo que les marque el pastor. Eso son los propagandistas del régimen que, en el nombre de la cuarta transformación, no aceptan un solo yerro de su amo; hacerlo es claudicar. En otro establo sucede algo similar: el berrido debe ser al unísono, sin crítica para el amo con el objeto de derrotar al otro que representa la maldad. Sean becerros u ovejas, en cualquier caso los balidos sustituyen al razonamiento y abrazan su animalidad más primitiva. El asunto es que mediante berridos jamás podrá construirse ni defenderse civilidad alguna.