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sábado 14 diciembre 2024

Podemos no pudo

por Pedro Arturo Aguirre

Aunque ideológicamente poco comparto con Pablo Iglesias, profeso cierto reconocimiento por este extraordinario polemista de sólida formación académica que, en su momento, representó una bocanada de aire fresco para la política española. ¡Ya quisiéramos en México que nuestra pseudo izquierda tuviese dirigentes con al menos un pedazo de la estructura ideológica y la habilidad para el debate de Iglesias empezando, por supuesto, por nuestro zafio presidente! Este profesor de Ciencia Política de la Universidad Complutense apareció en el escenario político en 2014 al salir electo al Parlamento Europeo, aupado por el movimiento social de Los Indignados, el cual fue protagonizado por los sectores más perjudicados por la crisis económica del 2008 y que tuvo como referente la madrileña Puerta del Sol. Pocos acontecimientos más románticos Los Indignados, quienes cimbraron al mundo hace ya una larga década (surgió justo en 2011) como una protesta de ciudadanos convocados mediante las redes sociales cuyo rasgo común era la ira provocada por el rescate a la banca con dinero público, el deterioro acelerado de las condiciones laborales y la corrupción. De los indignados surgió Podemos, el cual mucho coadyuvó para terminar con la esclerosis política que vivía España desde hacía tiempo con el aparentemente eterno bipartidismo del PP-PSOE. Pero la verdad es que, con los años, Podemos empezó a convertirse en una creciente desilusión y ello se debe, en muy buena medida, a la megalomanía de Pablo Iglesias.

Desde luego, no solo fue Iglesias. La esperanza de ver surgir un movimiento “genuinamente ciudadano” que barriera con la política tradicional se fue diluyendo por varias poderosas razones. Una de ellas fue la falta de originalidad programática. El eje de la propuesta pretendidamente “ciudadana” de Podemos se resume en más Estado con nacionalizaciones, regulaciones gubernamentales y déficits fiscales. Nada nuevo, en realidad, y todo ello combinado con vagas declaraciones pacifistas y, eso sí, mucha retórica populista contra “la casta” y el llamado “régimen del 78”: el conjunto de consensos políticos producto de la transición a la democracia en España. Otro motivo de decadencia fue la ausencia fatal de una genuina implantación territorial del partido. Por supuesto las disensiones y pleitos internos colaboraron considerablemente en la debacle de Podemos. La pugna más grave fue la protagonizada en 2017 Por Pablo Iglesias e Iñigo Errejón en el Congreso de Vistalegre, la cual abrió en canal a la formación.

Pablo Iglesias, en Madrid, el pasado 27 de mayo. OSCAR DEL POZO// AFP

Pero también a Podemos lo hundió un caudillo demasiado enamorado de sí mismo. El carismático Iglesias y su característica cola de caballo fueron el alma del movimiento, pero esta presencia pronto se convirtió en hiperliderazgo. El líder había declarado, famosamente, en el congreso fundacional de Podemos (octubre de 2014): “El cielo no se toma por consenso: se toma por asalto”, aludiendo a una expresión de Marx. La idea era, primero, rebasar al PSOE para convertirse en el principal referente de la izquierda española. Y en esa dirección iba Podemos en 2015, cuando con apenas con un año de vida consiguió 69 escaños de los 350 de la Cámara, impulsado por muchos votantes de izquierda decepcionados con los socialistas. Se convirtió en tercera fuerza del Congreso español, donde las formas y el aspecto de sus integrantes contrastaban alegremente con la tradicional solemnidad parlamentaria. Pero a partir de ese momento empezó el declive. El autoritarismo de Iglesias dentro de su partido se hizo cada vez más patente, así como sus simpatías por el impresentable régimen bolivariano y su cercanía con los separatistas vascos y catalanes. Para colmo, el líder que presumía de haberse criado en el humilde barrio de Vallecas se compró un departamento con piscina de más de seiscientos mil en las afueras de Madrid, decisión que generó intensas críticas.

El chalet de Pablo Iglesias e Irene Montero. El Español

Las escisiones no se hicieron esperar y en los subsiguientes comicios Podemos fue perdiendo fuelle, pero azarosas circunstancias hicieron que en enero de 2020 consiguiera el ansiado objetivo de entrar en el gobierno de España en el gobierno de coalición encabezado por el socialista Pedro Sánchez. Iglesias se convirtió en vicepresidente segundo de gobierno, pero el balance de su gestión es más bien modesto, por decir lo menos. Las tensiones de Podemos con los socialistas fueron constantes, y públicas la mayor parte de las veces. Convencido de que su papel en la administración era presionar a los socialistas para impulsar políticas sociales, Iglesias se enzarzó en su año de vicepresidente en numerosas disputas con Pedro Sánchez sobre temas como las leyes de Igualdad, la nueva regulación a la monarquía, el combate a la pandemia o la derogación de la reforma laboral, aunque abona a su favor la aprobación de la Ley de Ingreso Mínimo Vital, la Ley de Muerte Digna y un incremento del Salario Mínimo. Su situación en el gobierno se hizo insostenible y de ahí que tomara la arriesgada decisión de renunciar a la vicepresidencia para presentarse como candidato en las elecciones locales madrileñas. Apostó por tratar de salvar los muebles para su partido en la capital de España, un bastión que les había sonreído en los inicios.

El resultado fue catastrófico. Podemos quedó en quinto lugar y el 7 por ciento de los votos, incluso por detrás de Más Madrid, una escisión suya. Como consecuencia, Iglesias anunció su retiro de la política. Eso sí, lo hizo con el estilo protagónico y narcisista que le caracteriza, diciendo: “Con la conciencia absoluta de haberme convertido en un chivo expiatorio que moviliza los afectos más oscuros y más contrarios a la democracia”. Con Pablo Iglesias se van las esperanzas enteras de una generación, la de Los Indignados, y muy probablemente también ello signifique la muerte del experimento político de Podemos. ¡Pero qué diferencia con Los Vedes alemanes! Mientras los ecologistas germanos maduraron y han sabido desempeñar con responsabilidad y eficiencia las labores de gobierno cuando han triunfado en las urnas -al grado de que ahora podrían encabezar pronto al gobierno de su país- los podemistas nunca fueron capaces de rebasar la figura de su caudillo y su presencia en el gobierno ha sido endeble. ¡Vaya contraste!

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