Los medios de comunicación en México han perdido credibilidad, es cierto, y las razones de ello son complejas.
1. El desprestigio se lo han ganado a pulso porque la mayoría, en vez de acometer la función principal de informar, ha actuado como actor político para defender sus propios intereses empresariales o ser parte de los procesamientos políticos dentro del intercambio público. Es difícil que el programa Tercer Grado de Televisa tenga credibilidad cuando la mayoría de sus integrantes depuso los imperativos del periodismo y se sometió al poder representado por Claudia Sheinbaum en aquella “entrevista” memorable donde la interlocutora casi regaña a sus anfitriones. Es difícil también que un diario como La Jornada tenga el respeto de los lectores cuando su función principal es difundir la versión oficial del gobierno.
2. La falta de brújula de buena parte de los periodistas que, en situaciones de crispación, dejan de ser periodistas para volverse militantes y propagandistas. Alvaro Delgado, por ejemplo, que durante el sexenio pasado fue un “celoso defensor” de la seguridad de los periodistas calla ahora porque su función es adular al presidente, cuando nunca como antes han sido asesinados tantos profesionales de la comunicación. Por otro lado, y para acudir a un ejemplo reciente, el ímpetu de Lourdes Mendoza por cuestionar al gobierno la conduce a difundir la falsa noticia de un techo del AIFA que habría caído cuando en realidad se trata del aeropuerto de Valencia.
3. Pero los continuos ataques del presidente contra los medios son el factor decisivo. Sobre todo cuando descalifica trabajos impecables, contundentes y sustentados que cuestionan al gobierno. AMLO ha estigmatizado a esos medios y a los periodistas con quienes jamas habla de los contenidos sino que los descalifica e incluso los amenaza y acosa como ha hecho el presidente contra Latinus.
4. La operación de Estado que emprendió el presidente en los últimos tres años fue decisiva. Obtuvo el silencio de buena parte de los medios frente a la violencia, el crecimiento de los grupos delincuenciales y el desmoronamiento de la salud. ¿Quién va a creer en un medio que ignore esos problemas?
5. El gobierno ha premiado a La Jornada con más de mil 200 millones de pesos durante su administración. Frente a esa fabulosa cantidad, ¿le importará a Carmen Lira que el periódico pierda credibilidad? En el extremo opuesto, ¿los difusores de noticias falsas contra el gobierno sentirán algún prurito si son bien recompensados por quienes les llegan a pagar para difundir mentiras?
6. La suplantación de identidades es otro factor. Me refiero a los propagandistas que se dicen periodistas. Qué credibilidad puede tener alguien como Lord Molécula cuando su planteamiento más resuelto frente al presidente ha sido que si no tendrá una manita de dominó con él en Macuspana, la tenga en Palacio Nacional.
Sin duda, en los tiempos de la hegemonía del populismo, una de las principales víctimas ha sido la verdad. AMLO ha podido anteponer la propaganda sobre la información y ahora pretende ahogar a los pocos medios y periodistas que lo han enfrentado.