jueves 21 noviembre 2024

Portarse bien con el líder

por Óscar Constantino Gutierrez

¿Los mejores periodistas son militantes? La verdad es que no, los mejores periodistas son los que informan con oportunidad, valentía y veracidad. ¿Los buenos medios son los que toman partido por las transformaciones? Tampoco, el papel de los medios es informar, no hacer militancia… además de que no toda transformación es buena. ¿Se vale que gobierno y periodistas se den hasta con la cubeta? Sí, siempre y cuando las autoridades no pretendan censurar o establecer que los medios se vinculen a ciertas causas. Las respuestas a estas preguntas no provienen de mi gusto o preferencias, sino de las decisiones de los tribunales y la disciplina del periodismo.

Hay un criterio de la Corte Suprema muy ilustrativo de las relaciones entre el poder y la sociedad: “el debate en temas de interés público debe ser desinhibido, robusto y abierto, pudiendo incluir ataques vehementes, cáusticos y desagradablemente mordaces sobre personajes públicos o, en general, ideas que puedan ser recibidas desfavorablemente por sus destinatarios y la opinión pública, de modo que no sólo se encuentran protegidas las ideas que son recibidas favorablemente o las que son vistas como inofensivas o indiferentes. Estas son las demandas de una sociedad plural, tolerante y abierta, sin la cual no existe una verdadera democracia1.

O sea, no existe el derecho a que los medios se porten bien con las autoridades, respecto al ejercicio de sus funciones públicas. Asunto distinto es la intromisión en la vida privada, ya que la proyección pública de las personas no las priva “de su derecho al honor, sino simplemente que el nivel de intromisión admisible será mayor, aunque dichas intromisiones deben estar relacionadas con aquellos asuntos que sean de relevancia pública” 2.

Estas directrices judiciales no sólo tutelan derechos humanos, sino que establecen principios de conducta acordes con la democracia: en una sociedad plural, tolerante y abierta, los funcionarios públicos están obligados a tolerar los ataques a su desempeño, aunque sean impetuosos, incisivos e incluso repugnantemente irónicos.

Los medios también comparten ese deber de tolerancia a la crítica3 y, por ende, no hay exceso en que el presidente los critique por su ideología, contenidos o actividad. El problema radica en que les reclame adherencia a un cierto programa político o que les reproche su trato —que es producto de las libertades que el mandatario debe respetar—.

Foto: Cuartoscuro

La línea divisoria entre una queja legítima y una presión sutil es muy delgada. Decir que el diario Reforma es fifí, conservador o incluso cretino, entra en la esfera de libertad de expresión protegida por la norma; que el presidente acuse al medio de corrupto rebasa esa línea, porque implica el señalamiento de un delito sin pruebas.

En el caso de Proceso, los matices son mayores. Una cosa es afirmar que su trato es injusto y otra decir que el medio “no se ha portado bien con nosotros” —lo que es un reclamo ilícito frente a una conducta legal del medio informativo—. Peor aún es sostener que “todos los buenos periodistas de la historia siempre han apostado a las transformaciones” o que “los mejores periodistas que ha habido en la historia de México, los de la República Restaurada, todos han tomado partido” 4 porque eso ya no es una opinión o crítica, es una exigencia de adscripción ideológica, hecha desde un poder Ejecutivo, el de mayor rango en el país. Y el presidente tiene derecho a ese debate desinhibido, robusto y abierto, que es de interés público, a lo que no tiene derecho es a pedir o reclamar compromisos de lealtad, como si fuera el pledge of allegiance que los estadounidenses hacen a su bandera.

Quizá pueda alegarse que el presidente no exige militancias, que sólo opina, pero su descalificación no sólo es una crítica, se constituye en una presión que busca someter a los medios, que pretende que sus críticos dejen de serlo, desactivarlos… y eso rebasa los límites constitucionales de su derecho a replicar y debatir. Una cosa es que a los medios los llame torpes, conservadores o clasistas, y otra muy distinta que separe a los periodistas en buenos y malos en razón de si son militantes en su causa o no.

Porque la precisión que el periodista Arturo Rodríguez hizo al presidente fue demoledora, el líder dice que la prensa deber ser militante y no independiente, pero en realidad López exige que la prensa sea militante de un solo movimiento: el suyo.

El trabajo de los medios no es portarse bien con el gobierno. De hecho, su función es servir de contrapeso al poder. Como siempre, el diccionario evita las definiciones clericales, que siempre son a modo del que dicta la homilía y no conforme al lenguaje y la técnica: periodismo es la “actividad profesional que consiste en la obtención, tratamiento, interpretación y difusión de informaciones a través de cualquier medio escrito, oral, visual o gráfico”5; por su parte, la propaganda es la “acción y efecto de dar a conocer algo con el fin de atraer adeptos o compradores”6, los textos, trabajos y medios empleados para ello7, así como la “asociación cuyo fin es propagar doctrinas, opiniones, etcétera”8.

El papel del llamado periodismo militante es atraer adeptos, es propaganda. Una cosa es la adscripción ideológica de cada periodista y otra es su deber de guardar equilibrio informativo y veracidad en el género de nota. Para dar sus sentires, los periodistas tienen otros géneros, como el de periodismo de opinión. Hacer propaganda con las notas nunca es periodismo, es una vileza.

A esta distinción técnica entre nota periodística y columna, hay que agregar algo que hoy brillantemente puntualizó Alejandro Rosas en W Radio9: el Juárez que describe el presidente López no es de la historia… y los mejores periodistas de su tiempo, si bien eran liberales, no eran militantes intransigentes de la presidencia, por el contrario, eran críticos rudísimos de los excesos antidemocráticos del Benemérito, como sus intentos reeleccionistas y reformas constitucionales espurias vía plebiscito. Hay una diferencia sustancial entre esa época y la actual: Juárez jamás regañó a la prensa crítica10.

Recupero algo que Alejandro señaló esta mañana: si los periodistas liberales, esos que López considera los mejores de la historia, hubieran acudido a una mañanera, “le hubieran chiflado o se hubieran salido”11.

A Günter Grass se le atribuye la frase “los medios son los cañones de la democracia”; su opuesto es querer que la artillería le apunte a la gente, en lugar de al gobierno: los medios oficialistas son el arsenal de la tiranía. Ni Juárez, en su delirio reeleccionista, exigió lealtades a la prensa, que no se pierda de vista esto.


1 Tesis: 1a./J. 32/2013 (10a.)

2  Tesis: 1a. XXIII/2011 (10a.)

3 Tesis: 1a. XXVIII/2011 (10a.)

4 https://lopezobrador.org.mx/2019/07/22/version-estenografica-de-la-conferencia-de-prensa-matutina-del-presidente-andres-manuel-lopez-obrador-126/

5 https://dle.rae.es/?id=SdXSbMM

6 https://dle.rae.es/?id=UMzZEFk

 7 Ídem.

8 Ibídem.

9 https://play.wradio.com.mx/audio/111RD380000000083738/

10 Ídem.

11 Ibídem.

Autor

  • Óscar Constantino Gutierrez

    Doctor en Derecho por la Universidad San Pablo CEU de Madrid y catedrático universitario. Consultor en políticas públicas, contratos, Derecho Constitucional, Derecho de la Información y Derecho Administrativo.

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