https://naavagreen.com/wp-includes/fonts/depo-25-bonus-25/

https://beccopizza.com/wp-includes/depo25-bonus25/

https://samouraimma.com/

Slot Qris

Slot Bet 100

jueves 19 septiembre 2024

Raíz y nacimiento de la República Federal Mexicana

por Manuel Cifuentes Vargas

V. Visiones de federalismo en el Constituyente de 1824.

Si de grandes debates legislativos podríamos hablar en la historia parlamentaria de México, por la profundidad y línea definitoria que significó para el país, y que a la fecha subsiste, con una interrupción en su caminamiento, me parece que el primero fue el que protagonizaron en el Congreso Constituyente de 1823-1824 el grupo de  los federalistas moderados liderado por Servando Teresa de Mier Noriega y Guerra, y el grupo de los federalistas radicales liderados por Miguel Ramos Arizpe, pues se trataba de la visión del tipo de Gobierno que debía adoptar el aun infantil país.

En efecto, el debate parlamentario más encendido que se dio en ese Congreso Constituyente fue, sin lugar a duda, en torno al federalismo. Era la herencia que había dejado la conflictividad política y la disputa por el país a raíz de la caída del Imperio Mexicano entre los grupos políticos del momento, tendiente a forjar la primera reconstitución del país apenas recién independizado, con la mira bien puesta de casi todos, ya que en esto no había mayor discusión, en la fundación de una Republica con sabor federal.

Sin demerito de los demás participantes, que muchos de ellos fueron grandes y brillantes parlamentarios con mucha prosapia política y huellas en la lucha por la independencia, el más significativo fue el que acaloradamente dieron estos dos constituyentes, quienes además se convirtieron de hecho en este caminamiento, en las voces lideres en la tribuna sobre las dos posiciones que se discutían vehementemente. Sabían bien que de lo que se trataba en esta temprana edad de recreación del país, era clavar uno de los pilares vertebrales y definitorio del país, así como de poner los cimientos y, a la vez, cementar el piso que consolidara su libertad, independencia, soberanía y unidad para el progreso y desarrollo.

Sin dejar de reconocer que entre los integrantes de este histórico Congreso había también un pensamiento centralista, el que sostuvieron estos dos constituyentes en la tribuna no giró en torno a la instauración de un gobierno central o federal, como frecuentemente se quiere sostener, sino más bien, el punto central fue sobre el tipo de federalismo que debía adoptar el país.

Quizá, como luego se hace costumbre y porque así conviene, a fuerza de querer encontrar a buenos y malos, sobre todo en el discurso y narrativa argumentativa inflamados de símbolos y palabras épicas, quieren pintar a Servando Teresa de Mier, como postulante y fiero defensor del centralismo en dicho Congreso; y esta es la etiqueta con la que algunos lo han trascendido y denostado. Se ha estigmatizado injustamente a Mier, como es el caso de Emilio Rabasa, quien con palabras fuertes lo desacredita y le quita todo merito, al referirse a él como “… ese hombre folclórico no suficientemente estudiado todavía y que tampoco cae perfectamente dentro de la clasificación de jefe de los centralistas …”[1]. Pues no, porque no era centralista, sino un federalista moderado. Y ahí están los registros. Sus propios pasos y sus palabras hablan por sí mismos, y éstas nos dicen otra cosa: Que por lo menos centralista no lo era. Vamos a los hechos.

Solo a manera de antecedente en abono de dar constancia de la fe federalista de Mier,  primero hay que decir que previo a la instalación del Constituyente de 1823-1824, él fue un importante integrante del Congreso Constituyente de 1822-1823, en el cual se formuló un Proyecto que terminó denominándose Plan de la Constitución Política de la Nación Mexicana. Congreso en el que lideró al grupo de constituyentes que lo trabajaron, por cierto en su casa, y en seguida presentado a dicho Congreso, en el cual ya se manejaba la idea expresa de la conveniencia política para el país de instaurar la república federal como demanda política generalizada; sentir constituyente y personal que trasmitió a Ramos Arizpe, quien en ese momento no era diputado de ese Congreso, enviándole el citado documento constitucional y su promesa que éste era el mandato a impulsar en el siguiente Constituyente; esto es, en el de 1824, con el fin de que por su conducto, pluma y boca se hiciera del conocimiento de las provincias, con el propósito  de coadyuvar a disminuir el caliente  ambiente político existente en el país, precisamente por el manifiesto deseo federal.

Una prueba de lo anterior, es la nota que le mandó a Ramos Arizpe el 14 de mayo de 1823, fecha en que se concluyó el proyecto constitucional aludido, adelantándole el avance en la concreción de este objetivo. Le escribía lo siguiente: “Señor Chato, mi querido saltillero embrollón … La semana que entra saldrán a la luz las bases liberales de una república representativa federal con un congreso general, su senado …”. Esto quiere decir que la idea federal, ya la traía tiempo atrás.

Pero hagamos el viaje de retorno al tiempo del Congreso Constituyente de 1824, para leer fielmente el pensamiento federalista de Mier y su argumentación del porqué consideraba que lo más sano para el país en ese momento en que estábamos naciendo, era mejor un federalismo moderado, que no un centralismo como usualmente se le achaca, y no uno radical, a semejanza del de los Estados Unidos de América, como muchos constituyentes lo veían.

En la sesión del 20 de noviembre de 1823, en su sesión secreta, Miguel Ramos Arizpe leyó el Proyecto de “Acta Constitutiva de la Nación Mexicana”[2] y aprovechó el viaje para de una vez, en paquete, también presentar el Proyecto de Constitución, fechada, la primera, el día anterior, elaborado por la Comisión de Constitución del Congreso.[3] La participación de Servando Teresa de Mier dando su parecer sobre el tipo de federalismo que consignaba la citada Acta y exponiendo el propio, según aparece en el Diario de Debates del Congreso, se dio en la sesión secreta del 11 de diciembre de 1823.[4] Lo hizo con una profusa narrativa y con tanta vehemencia y brillantez, que a esta pieza oratoria se le ha considerado como el “discurso de las profecías”, adelantándose a su tiempo, por los acontecimientos que después padeció el país con la perdida de territorio y de múltiples discordias internas, de tal suerte que parecía que el tiempo le daba la razón. Por ser un amplio discurso lleno de argumentaciones que no tiene desperdicio, extraigo solo un muy apretado texto de su disertación, para dejar la idea central de su visión federal moderada.

En los inicios de su oración federalista, a manera de preámbulo, hace referencia al proyecto de Constitución anunciado en párrafo anteriores, para dejar en claro su pensamiento en favor de la federación. Les dijo: “Una comisión de mis amigos nombrada por mí, que después ratificó el Congreso, trabajó en mi casa dentro de dieciocho días el proyecto de bases que no llegó a discutirse porque las provincias comenzaron a gritar que carecíamos de facultades para constituir a la nación.”

“Se nos ha censurado de que proponíamos un gobierno federal, en el nombre, y central en la realidad. Yo he oído hacer la misma critica del proyecto constitucional de la nueva comisión. Pero ¿qué no hay más de un modo de federarse? Hay federación en Alemania, la hay en Suiza, la hubo en Holanda, la hay en los Estados Unidos de América, en cada parte ha sido o es diferente y aún puede haberla de otras varias maneras. Cuál sea la que a nosotros convenga hoc opus, hic labor est. Sobre este objeto va a girar mi discurso. La antigua comisión[5] opinaba, y yo creo todavía, que la federación a los principios debe ser  muy compacta, por ser así más análoga  a nuestra educación y costumbres, y más oportuna para la guerra que nos amaga, hasta que pasadas estas circunstancias  en que necesitamos mucha unión, y progresando en la carrera de la libertad, podamos, sin peligro, ir soltando las andaderas de nuestra infancia política hasta llegar al colmo de la perfección social, que tanto nos ha arrebatado la atención  en los Estados Unidos.

“La prosperidad de esta república vecina ha sido, y está siendo el disparador de nuestra América porque no se ha ponderado bastante la inmensa distancia que media entre ellos y nosotros.  Ellos eran ya Estados separados e independientes unos de otros, y se federaron para unirse contra la opresión de la Inglaterra; federarnos nosotros estando unidos, es dividirnos y atraernos los males que ellos procuraron remediar con esa federación.”

 “¿Es cierto que la nación quiere república federada y en los términos que intenta dársenos por el artículo 6°? Yo no quisiera ofender a nadie; pero me parece que algunos inteligentes en las capitales, previendo que por lo mismo han de recaer en ellos los mandos y los empleos de las provincias, son los que quieren esa federación y han hecho decir a los pueblos que la quieren. Algunos señores diputados se han empeñado en probar que las provincias quieren república federada; pero ninguno ha probado, ni probará jamás, que quieran tal especie de federación angloamericana, y más que angloamericana. ¿Cómo han de querer los pueblos lo que no conocen? Nihil volitum quin prae cognitum.”

“¿Qué, pues, concluiremos de todo esto?, se me dirá. ¿Quiere usted que nos constituyamos en una república central? No. Yo siempre he estado por la federación, pero una federación razonable y moderada, una federación conveniente a nuestra poca ilustración y a las circunstancias de una guerra inminente, que debe hallarnos muy unidos.  Yo siempre he opinado por un medio entre la confederación laxa de los Estados Unidos, … que allá mismo tiene muchos antagonistas, pues el pueblo está dividido entre y la concentración peligrosa de Colombia y del Perú: un medio en que dejando a las provincias  las facultades muy precisas para proveer a las necesidades de su interior, y promover su prosperidad, no se destruya a la unidad, ahora más que nunca indispensable, para hacernos respetables y temibles a la Santa Alianza, ni se enerve la acción del gobierno, que ahora más que nunca debe ser enérgica, para hacer obrar simultanea y prontamente todas las fuerzas y recursos de la nación. Medio tutissimus ibis. Este es mi voto y mi testamento político.”[6]

Analógicamente podríamos decir que este fue su voto particular anticipado sobre el federalismo mexicano que se instauraría, al cual finalmente no se rehusó mostrando su amor por la patria, aunque seguramente con mucho pesar, porque firmó el Acta y la Constitución. Seguramente Mier pensó y sintió, que el país era primero y que éste estaba muy por encima de su propia idea y concepción de país.

Ahora bien, conviene mencionar que en el mismo mes de mayo de 1823, como se dice en párrafos anteriores, en que le hizo saber Mier a Ramos Arizpe que en breve se trataría en el Constituyente de 1822 el tema de la República Federal con la presentación de un Plan de Constitución, Ramos Arizpe estaba recibiendo de Esteban Austin, en Monterrey, un “Plan de las Bases Orgánicas y Fundamentales para el Establecimiento de una República Federada en el Anáhuac”, como aportación  al proceso político que vivía el país, en cuya exposición de motivos dice que las bases generales se tomaron del Gobierno de los Estados Unidos. Luego entonces, con esto y con el ejemplar de la Constitución de los Estados unidos que circulaba entre los constituyentes y que les servía de texto, tal y como lo escribe el propio constituyente Lorenzo de Zavala, había razón en las manifestaciones de una parte de los constituyentes de que en el Congreso y en los proyectos constitucionales se respiraba un ambiente influyente del modelo estadounidense.

Emilio Rabasa escribe que “… la gran cuestión que se planteó y debatió en el Congreso Constituyente de 1824 fue: ¿federalismo o centralismo?

“El rompimiento brusco con el pasado; el otorgar a los estados, ya de por sí ensoberbecidos, su autonomía, enfrentaba al poder central a múltiples poderes; la falta de autosuficiencia económica de las entidades; los dispendios que originaría la federación; el ejemplo reciente de Colombia y lo exótico y desconocido del sistema … los anteriores fueron los principales motivos que los centralistas expusieron para negarle a Ramos Arizpe la forma de gobierno que se pedía en el Acta Constitutiva.

“En cuanto a los federalistas, sus principales argumentos fueron: que debía adoptarse el gobierno federal porque era la voluntad general de la nación: ahí estaba, si no la presión que en tal sentido ejercían en ese momento las provincias (especialmente Yucatán, Jalisco, Veracruz, Puebla y Querétaro); porque el sistema federal permitía un enlace entre todas las entidades, para que éstas pudieran protegerse sin la ayuda que el gobierno central no podía proporcionarles, y porque la prosperidad estadounidense seguramente se debía a la  selección de esa forma de gobierno.”[7]

En defensa del molde de federalismo que finalmente quedó registrado, tanto en el Acta como en la Constitución, Rabasa admite que en efecto el modelo estadunidense inspiró a los constituyentes, pero que sin embargo fueron progresistas al adoptar la teoría más avanzada de la época, adaptándola a nuestro entorno[8], por lo que termina aceptando los argumentos esgrimidos por los constituyentes.

Conclusión.

No es cierto que Mier haya sido centralista como sus detractores lo etiquetan. Más bien fue un federalista moderado. En favor de esta afirmación baste la lectura integra y pulcra de su discurso en el constituyente, del que aquí solo hemos dado una probada, para ver que nunca utilizó el termino centralismo o centralista para defender su postura; pero sí en su favor el de federalismo moderado. Por el contrario, en su discurso rechazaba que lo vieran como centralista, y de todo esto es fiel testigo pétreo el Templo de San Pedro y San Pablo donde se escucharon sus elocuentes palabras, además de la tinta y papel perene en que quedó estampado su escrito.

Aún más, en abono de su creencia federalista está el hecho innegable que firmó el Acta, y después la Constitución, dando con esto su aprobación a la decisión de la mayoría, y sin emitir ningún Voto Particular en ninguno de los dos casos. Con esto, reconfirmó su espíritu federalista, aunque, como ya hemos dicho, moderado.

Podríamos decir que Ramos Arizpe y quienes comulgaban con él, salieron airosos y terminaron imponiéndose en el Congreso en los términos que quedó el esquema federal en el Acta y en la Constitución, motivo por el que se le considera a él como el “Padre del Federalismo”. Pero el tiempo le daría la razón a Mier en su visión de futuro, por la larga conflictividad política interna que padeció el país durante casi medio siglo dividido, y cuyas secuelas de esta inestabilidad política trajeron consigo la fractura y sentidos desmembramientos territoriales que sufriría el país y su falta de progreso sostenido.


[1]. Rabasa, Emilio O. Constitución Federal de los Estados Unidos Mexicanos, 1824. Análisis jurídico. En “México y sus constituciones.” Segunda edición. Fondo de Cultura Económica. Sección de Obras Políticas y Derecho. México. 2003. P. 90.

[2]. Este era el título del Proyecto que se leyó, pero el original que se firmó solo dice “Acta Constitutiva de la Federación”. Acta Constitutiva de la Federación. Crónicas. Edición de la Cámara de Diputados. XLIX Legislatura. México. 1974.  PP. 3, 27 y 101. Y la que publicó la “Imprenta del Supremo Gobierno en Palacio”, se lleva por título “Acta Constitutiva de la Federación Mexicana”.

[3]. Ob. Cit. P. 101.

[4]. Ibidem. P. 280.

[5]. Se refiere a la Comisión de Constitución del Congreso Constituyente de 1822 – 1823.

[6]. Ob. Cit. PP. 281 – 287.

[7]. Rabasa. Ob. Cit. PP. 92 y 93.

[8]. Ibidem. P. 90.

También te puede interesar

betvisa

jeetbuzz

jeetbuzz

jeetbuzz

winbuzz

winbuzz

daman game