Dos reuniones del presidente en Palacio Nacional en esta semana: en una, regaño y despidos de superdelegados porque los llamados Servidores de la Nación no cumplieron con sus expectativas electorales; en la otra, el sablazo a los gobernadores electos de Morena. La motivación de ambas posturas es que, en adelante, el Ejecutivo deberá negociar la aprobación del presupuesto anual.
El miércoles 23 de junio, los superdelegados de AMLO en los estados asistieron a una reunión a que se les convocó intempestivamente para hacer el balance de la campaña de vacunación. Sin siquiera dar los buenos días, el presidente les dirigió un regaño de 10 o 12 minutos, en el cual les informó que había separado del cargo a la delegada de la Ciudad de México (esa información ya era pública desde días atrás) y que haría más cambios. Los recriminó porque lo dejaron con la obligación de negociar (“con mis adversarios”, les dijo) el presupuesto de los años siguientes. Les reclamó que en sus filas había oportunismo y politiquería, que se habían dedicado a cimentar sus ambiciones personales, en lugar de concentrarse en la Cuarta Transformación, y que de nada había valido tanta inversión, todo ello según lo comentó a este columnista una persona que fue testigo presencial.
Acto seguido, sin escuchar a nadie, se retiró. No se despidió de los presentes, que se miraban asombrados entre sí e interrogaban con la mirada a Gabriel García Hernández, su Coordinador Nacional y jefe máximo de los mal llamados Servidores de la Nación. Este, sin salir del azoro, intentó restablecer la reunión convocada, pero personal de la oficina presidencial lo interrumpió para notificarle que lo esperaban en el despacho presidencial. Según parece y, de acuerdo con algunas versiones periodísticas, ahí se le informó que estaba fuera y tan solo pudo negociar el permiso de hacerlo público con un “Hazle como quieras”.
En efecto, si trascendió públicamente esta primera reunión fue porque García Hernández anunció en las afueras del Palacio Virreinal que retomaría su escaño plurinominal en el Senado, poniendo de pretexto que su suplente ocuparía un cargo partidario en Morena. Un día después, el propio presidente informó del nombramiento del nuevo Coordinador General de Programas para el Desarrollo en la persona de Carlos Torres, el secretario técnico del gabinete, y añadió que éste asumirá esa doble función.
El viernes 25, a la segunda reunión a que nos referimos fueron convocados los once gobernadores electos postulados por Morena. No se explicó la exclusión de los gobernadores electos por otros partidos, incluso de quien fue el verdadero candidato de López Obrador y que ganó en San Luis Potosí, pero se difundió una foto oficial y un boletín de lo que supuestamente se trató ahí. La versión oficial no incluyó el discurso presidencial pero se ha sabido, también por testigos de primera mano, que aparte de felicitar a los recién electos y demandarles que se guíen en su gobierno por los principios de “no robar, no mentir y no traicionar”, el huésped de Palacio compartió con ellos la queja de que no tendrá Morena los votos suficientes para aprobar el presupuesto del año entrante, por lo que deberá “negociar con los adversarios”.
Con esto fundamentó el sablazo: les pidió que convinieran con la Federación una aportación del 50% de los programas sociales federales, particularmente los apoyos a personas con discapacidad y el denominado “La Escuela es Nuestra”, pero de modo tal que éstos sigan llegando en forma directa a los beneficiarios “sin intermediarios”, lo que traducido quiere decir que les pidió el dinero, pero para que se distribuya a través de su ya depurado ejército proselitista de los “Vividores de la Nación”.
Como se ve, el resultado de las elecciones del pasado 6 de junio sigue cobrando facturas en el más alto círculo de la 4T y el clientelismo electoral sigue en marcha.
Cincelada: Toda la solidaridad con Ciro Murayama, consejero, y René Miranda, director del Registro de Electores, quienes han sido acosados por la UIF para amedrentar al INE.
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