El presidente Andrés Manuel López Obrador prepara un periodo de cierre del sexenio con mayor orden en lo político. Por eso colocó a Adán López Hernández como secretario de Gobernación.
La prioridad será la elección de 2024, algo bastante explicable en un mandatario al que le gusta estar en campaña.
Pero el cambio en Bucareli habría tenido poca utilidad de no ser porque a López Hernández le encargaron asuntos muy puntuales: sacar adelante las reformas para la segunda mitad del sexenio y encargarse de la relación con el Poder Judicial, los partidos y los gobernadores.
Más allá de la poca viabilidad de algunas reformas, López Hernández, quien gobernaba Tabasco, será una de las figuras centrales de la 4T y marcará un cambio en ciertos estilos. Por lo pronto, se terminan las buenas maneras, aunque con resultados inciertos, que imperaron durante la gestión de Olga Sánchez, para ir moldeando las relaciones con los poderes de una manera semejante a la que impera en Palacio Nacional.
La salida de Julio Scherer, de la Consejería Jurídica, terminará con la competencia que existió con la ahora presidenta del Senado y establecerá una sola ventanilla para buscar acuerdos y apoyos.
¿Esto es bueno? Depende de diversas circunstancias y de cómo se vayan digiriendo lo que son ya descalabros o matices a lo que sí se logró en los años anteriores.
Para el titular de Gobernación es importante tener en cuenta que la realidad política es distinta a la del arranque del sexenio y que ello se percibe, no solo en la integración de la Cámara de Diputados, sino de las decisiones que se van tomando en otros ámbitos.
El 1 de septiembre, el secretario de Gobernación acudió a San Lázaro a entregar el Informe de Gobierno. Lo hizo, como no se había hecho, en el pleno de la Cámara de Diputados.
Lo pudo hacer así porque sus compañeros de partido son los que por regla general impiden que las ceremonias protocolarias se lleven a cabo con tranquilidad y sin sobresaltos, pero de todas maneras indica que no será un personaje de utilería.
Pero no nos equivoquemos, no habrá en su gestión ni un ápice de independencia, lo que existirá es respaldo para ejecutar las instrucciones, lo que no tuvo siempre la senadora Sánchez Cordero.
El presidente López Obrador no cambiará su estilo de hacer las cosas y menos a estas alturas, pero será interesante observar qué tanto su paisano puede hacerlo variar en algunos temas e incluso en la valoración de lo que todavía es posible y de lo que ya no.
¿Están llegando los más radicales al gobierno? No lo creo, el nuevo secretario de Gobernación pasó 25 años de su vida militando en el PRI, partido que si algo enseña es la elasticidad ideológica y el pragmatismo. Sí arriba, en cambio, un político al que le da igual su imagen, que tuvo una relación ríspida con la prensa, propuso y logró la reducción de los diputados plurinominales en el Congreso de Tabasco e impulsó leyes bastante polémicas.