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Sabina Berman  es algo más que un engranaje propagandista del gobierno federal. Es decir, no sólo es una de las piezas que aceita el erario retribuir la difusión de su discurso en los medios de comunicación. Sabina Berman es, en sí misma, una expresión de la descomposición intelectual y moral de un gobierno populista, ineficaz y autoritario.

La dramaturga confunde a propósito la protesta social con las amenazas a la integridad de los ministros de la SCJN. Alude, con razón, a la fragilidad de las instituciones para responder a las necesidades sociales, en particular, a nuestro sistema de procuración de justicia. Pero de ahí da el salto, tramposo y demagógico, para justificar e incluso apoyar una manifestación que amenaza la integridad de los ministros. Dice que quienes condenamos esas expresiones desconocemos los símbolos y las expresiones de movimientos sociales. Miente. Hay quienes hemos participado en esas manifestaciones sin que ello signifique amenazar de muerte a nadie. Pero más allá de la experiencia de cada quien, una cosa es expresarse en favor de fortalecer instituciones y otra es buscar elimina al otro, así como el Ku Kuz Klan. Sabina Berman no sólo es una farsante de la 4T sino que forma parte de esa concepción tiránica que pretende, en realidad, aniquilar a las instituciones y a las personas que no crean en lo que ellos creen. Por eso Sabina difama y bloquea a quienes con razones buscamos desenmascarar esos afanes aviesos que, en la actualidad, el gobierno le retribuye muy bien.

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