La centralidad del SARSCoV2, agente causal del COVID-19 le ha pasado factura a la agenda de salud pública a nivel global. Los servicios de salud, volcados a la atención de pacientes y a la vacunación de las sociedades, han enfrentado uno de los más grandes desafíos en la historia reciente y en este aun temprano siglo XXI. Bien se sabe que el SARSCoV2 no es la primera, como tampoco será la última pandemia en el presente siglo y, por lo tanto, se impone un acelerado aprendizaje para hacer frente a los desafíos actuales y futuros en aras de salvar vidas y de la construcción de sociedades más prósperas y seguras.
Un resultado del enfoque monotemático que el mundo le prodiga al SARSCoV2 en detrimento de otras enfermedades -emergentes, reemergentes o las crónico-degenerativas no transmisibles-, es la afluencia de otros tantos desafíos que hasta no hace mucho se consideraban como endémicos de ciertas regiones/países o bien, estaban bajo control o incluso, en los límites de la erradicación. Entre ellos se pueden citar la tuberculosis, el VIH/SIDA, el sarampión, la poliomielitis, el ébola, diversos tipos de hepatitis y ahora también la viruela símica. Todos ellos han figurado como preocupaciones legítimas de salud pública en diversos países del mundo a lo largo de la presente pandemia. La Organización Mundial de la Salud (OMS) se ha referido a estas enfermedades como desafíos que demandan atención urgente, toda vez que los avances logrados en su combate podrían perderse.
La pandemia del SARSCoV2 es evidente que colocó bajo un enorme estrés a las capacidades de los Estados como proveedores de servicios de salud y auxilio a la población. Ciertamente cuando se produce un evento de estas magnitudes, presente en todo el planeta, se impone la atención puntual de la emergencia, lo que a menudo puede llevar a la desatención de otros padecimientos, enfermedades y/o patologías que también afectan a las poblaciones. Los determinantes de la salud han sido a su vez determinados por el SARSCoV2 en todos los ámbitos -educativo, cultural, político, económico, comercial, etcétera. Con todo, ante el reconocimiento de que el SARSCoV2 es sólo uno de múltiples desafíos para la salud púbica del mundo, se torna imperioso contar con una visión de conjunto, de manera que una vez que se haya logrado domar al COVID-19, convirtiéndolo de pandémico a endémico, no se tenga una avalancha de enfermedades fuera de control por haber dejado de atenderlas.
El caso de la viruela símica (ortopoxvirosis simia) es un ejemplo de una enfermedad considerada endémica -circunscrita a algunos países africanos- que ahora está presente en diversos países del mundo y con una sintomatología distinta a la conocida en décadas previas. Se sabe de la existencia de esta enfermedad por lo menos desde 1958 cuando se le detectó en simios de laboratorio en Copenhague. El primer caso en humanos fue encontrado en 1970 en el Congo. El nombre “viruela de mono”, sin embargo, no se considera deseable dado que puede inducir a una estigmatización y a respuestas irracionales de las sociedades -por ejemplo, la matanza de cerdos en Egipto en 2009 ante la irrupción de la “influenza porcina” o de pollos en Hong Kong ante la “gripe aviar” a principios de este siglo. Puesto que la mayor parte de los casos de viruela símica se había desarrollado en el continente africano, la comunidad internacional no parece que le haya dado seguimiento a esta enfermedad, misma que se abrió camino hasta convertirse en una creciente preocupación para la salud pública del mundo.
Como es sabido, la lucha contra la letal viruela humana, única enfermedad declarada como extinta por la OMS en 1980 gracias a un esfuerzo internacional encabezado por Estados Unidos y la Unión Soviética para inmunizar a la población mundial, implicó el cese de la vacunación de las generaciones nacidas desde entonces. Hoy las personas de 40 o menos años son especialmente vulnerables ante la viruela símica la que, si bien no posee las tazas de letalidad de la viruela humana, se fue propagando paulatinamente sin que los servicios de salud lo advirtieran o buscaran contener dado que la investigación biomédica se detuvo en gran medida tras el éxito en la erradicación de aquella terrible enfermedad.
Un problema concomitante es que la viruela símica de 1958 parece muy distinta de la actual. Si bien hay síntomas comunes, actualmente se han detectado en pacientes afectados erupciones en órganos genitales y en zonas anales o perianales antes de que manifieste el cuadro clínico “tradicional” de fiebre, cefalea, dolor muscular, poca energía y ganglios linfáticos inflamados. Esto lleva a una estigmatización adicional: en diversos medios se ha sugerido que es una enfermedad que sólo afecta a homosexuales -algo parecido ocurrió, como se recordará, cuando irrumpió el VIH/SIDA en el mundo. Ello ha dificultado la comprensión de la historia de la enfermedad, dado que se especula que se puede transmitir por contacto sexual, por contacto cercano con personas que la padecen como con sus implementos como pueden ser platos, tazas, cucharas, ropa, sábanas u otros objetos, e incluso se ha llegado a sugerir que podría transmitirse por vía aérea. La viruela símica es incubada entre 5 y 21 días y puede tener una duración de 4 a 6 semanas. Su tasa de letalidad varía y puede ser del uno al 10 por ciento. En la mayoría de los casos las personas la superan, pero en otros, sobre todo entre quienes tienen sistemas inmunológicos deprimidos, pueden producirse complicaciones graves e incluso la muerte.
Al 17 de junio del presente año se tenían más de 2 000 casos positivos de viruela símica fuera del continente africano, siendo Reino Unido, con más de 500 casos, el más afectado. Son unos 50 países en el mundo los que reportan casos en sus territorios. En 2017 se produjo un importante brote de la enfermedad en Nigeria y la actual crisis sanitaria pareciera estar relacionada con ese suceso.
Es importante señalar que esta enfermedad es zoonótica, dado que se transmite de los animales a los humanos. Empero, los monos no son los reservorios de la misma, sino que esta puede transmitirse por roedores, lirones, ratas gigantes, perros de las praderas, etcétera.
Lo que también se sabe es que es una enfermedad viral aunque muy distinta del COVID-19. La mayor diferencia es que se tiene un camino aprendido tras la erradicación de la viruela y existen vacunas y tratamientos que permiten hacer frente a los síntomas. Empero, la viruela de mono no es un flagelo menor y requiere ser monitoreada, entendida, comprendida y combatida decisivamente mucho más de lo que se ha visto hasta hoy.
Algunas enseñanzas que deja la epidemia de viruela símica actualmente incluyen:
1. La importancia de una visión integral sobre la salud. Que hoy exista una emergencia sanitaria alrededor del SARSCoV2, no significa en modo alguno bajar la guardia ante todos los demás flagelos existentes y posibles, en especial en un mundo globalizado donde el calentamiento global, la urbanización, los tratamientos médicos agresivos e invasivos, la industria de los alimentos, los viajes, el turismo, etcétera, potencian y amplifican la transmisión de enfermedades.
2.Mirar el bosque, no sólo el árbol, es fundamental. El SARSCoV2 es una prioridad, pero no se puede dejar de lado todo lo demás: los recientes brotes de polio, tuberculosis, sarampión más los nuevos tipos de hepatitis son sólo algunos ejemplos de por qué resulta tan costoso atender sólo uno entre tantos flagelos para la salud pública.
3. La desatención global a los desafíos de salud pública de los países africanos le ha pasado una alta factura al planeta. Es de destacar que el mundo parece reaccionar únicamente cuando las enfermedades salen del continente africano, afectando a países desarrollados. Ha sido el caso con el ébola (identificado originalmente en República Democrática del Congo), con el zika (Uganda), con chykungunya (Tanzania), con el VIH/SIDA (República Democrática del Congo) y ahora con la viruela símica (Nigeria, y antes también en la República Democrática del Congo). Que estas enfermedades sean algunas de las que han sido incubadas en África es una muestra más de las enormes desigualdades imperantes en el mundo, donde la importancia de la salud en esas naciones se mide en función de cuántos occidentales las podrían contraer y no de la necesidad de mejorar los sistemas de salud y la vigilancia epidemiológica en las naciones africanas y, en general, en los países menos desarrollados. La salud del mundo pasa por la salud de África.
La salud debe ser vista como una inversión. Hoy el SARSCoV2 le recuerda a la humanidad lo costoso que es no invertir en infraestructura hospitalaria y médica, en vacunas, en la formación de recursos humanos y en los determinantes sociales, culturales, económicos, jurídicos y otros más de la salud. El Foro Económico Mundial advierte que la inversión en prevención para una pandemia equivale a 5 dólares por persona en el mundo frente a los 11 trilllones de dólares en que se estimaba hacia finales de 2020 el costo de la pandemia de SARSCoV2 a escala planetaria. Además, la prevención no es sólo más barata, sino que, sobre todo, salva vidas.
Para muchos, la viruela símica no es importante, pero su surgimiento y desarrollo está estrechamente relacionado con lo que se dejó de hacer en más de 40 años tras la erradicación de la viruela. El mensaje es claro: la lucha por la salud debe ser permanente y no se debe bajar la guardia en ningún momento además de que se debe contar con un financiamiento adecuado y un liderazgo a nivel internacional dado que ha quedado de manifiesto que sin salud el mundo simplemente no puede funcionar.