El asesinato de los sacerdotes jesuitas Javier Campos y Joaquín Mora en Cerocahui, Chihuahua, rebasa límites que se suponían intocados.
La violencia que agobia a buena parte del país ya se metió a las iglesias. El asunto desde donde se vea es profundamente grave, porque el asesinato de los prelados pudiera marcar un antes y un después en relación a la violencia en el país.
Salvando las distancias, asesinatos de sacerdotes en Centroamérica vinieron a cambiar el rumbo de estas naciones. No se compara, porque las realidades son muy diferentes, pero el hecho de que sacerdotes católicos hayan sido asesinados le puede dar un giro al imaginario colectivo sobre lo que está pasando en el país.
Los sacerdotes son reconocidos en una sociedad católica como la nuestra. Los jesuitas se han distinguido por su vocación social y su espíritu crítico ante la vida.
El Papa Francisco es una luminosa prueba de ello. Es cuestión de revisar y analizar sus discursos y homilías para percatarse de su pensamiento y de su visión del catolicismo. Muchas de sus opiniones han sido señaladas de manera severa en el Vaticano, el cual pareciera que quiere seguir viviendo, si no estático, sí en cámara lenta.
Si una persona o personas, independientemente de lo que se supone que en este caso iban drogadas o alcoholizadas, se meten a una iglesia y disparan contra todo lo que tiene enfrente quiere decir que se rebasaron los límites.
Los sacerdotes lo único que hicieron fue auxiliar a quien había sido baleado sin saber quién era. Hicieron lo que tenían que hacer como lo hacían diariamente.
Con la información que se tiene todo indica que no había una razón de fondo para el ataque. Las primeras hipótesis señalan que pudo ser una equivocación; un incidente personal o una acción que mostrara en todos los sentidos la presencia de uno de los grupos delincuenciales que quieren predominar en la zona. Lo sucedido puede tener que ver con el secuestro de una familia en Cerocahui.
El gobierno debe tener particular atención con lo sucedido. La mañanera deberá despejar dudas de lo que realmente piensa el Presidente, lo cual pasa por la estrategia cada vez más cuestionada en materia de seguridad y por lo que ayer se vio el tratamiento tangencial de lo sucedido, al Presidente le pareció más importante Julian Assange, lo cual sin duda es relevante, pero que adquiere otra dimensión ante el asesinato de los sacerdotes jesuitas.
La congregación ha respondido con cautela pero con severidad. La muerte de los sacerdotes, nos decía ayer Rubén Aguilar, se suma a la de 126 mil personas en lo que va del sexenio.
Se tiene que revisar cómo se están haciendo las cosas, porque la estrategia no está dando los resultados que se presumía tendría, apunta Rubén, quien conocía muy de cerca a los sacerdotes y también toda la zona por donde se movían.
Javier Campos y Joaquín Mora habían desarrollado su vida bajo un auténtico apostolado. Eran reconocidos en Cerocahui por su vocación y, sobre todo, por su espíritu jesuítico en labores en las comunidades de apoyo social, compromiso y por invitar a los fieles a reflexionar sobre el sentido de la vida.
Hace algunos años conversamos con Joaquín Mora. El tema tenía que ver con la situación que se vivía en algunas zonas de Chihuahua ante un escenario de intensa violencia. Nos dijo que no tenían nada que ver con los delincuentes, aunque se movieran por la zona.
Lo que digan sobre este brutal asesinato las autoridades termina por verse como lugar común. “Ya tenemos identificados a los asesinos”, “iremos hasta las últimas consecuencias”, “no habrá impunidad” y le seguimos.
Que la muerte de Javier Campos y Joaquín Mora de una vez por todas nos sacuda.
RESQUICIOS.
Ayer inició transmisiones Radio Congreso. Será un instrumento más para el Legislativo en un proceso obligado de comunicación con la sociedad. Será también espacio de la pluralidad, un medio público pensado y diseñado para alentar la participación.
Este artículo fue publicado en La Razón el 22 de junio de 2022. Agradecemos a Javier Solórzano su autorización para publicarlo en nuestra página.