Todo parece que vamos a seguir por los rumbos de tener al pasado como referencia sexenal. Por más promesas que se hagan de ya no hablar de ello se la pasan bajo lo mismo entre que les sirve para la rentabilidad política, al tiempo que se explican y nos recuerdan el batidillo que les y nos dejaron.
Lo que es un hecho es que no hay día en que desde la movidísima e implacable Unidad de Inteligencia Financiera, UIF, se señale a algún exfuncionario involucrado en irregularidades. Lo que fue el equipo de Peña Nieto tiene una infinidad de motivos para estar inquieto, preocupado y en una de ésas intuir que existen enormes posibilidades de que los metan en la cárcel.
Las razones igual pasan por sus tropelías, que porque la sociedad mexicana lleva un rato queriendo ver sangre y, por cierto, por innumerables motivos, no la de cualquiera.
Una forma de cerrar, en algún sentido, ese pasado pareciera que tendría al expresidente bailarín en la mira. Por más que pudiera darse el caso de que Peña Nieto no estuviera al tanto de muchas decisiones y tropelías no hay manera de que esté exento de ellas debido a la responsabilidad que tenía, y en función del cargo que de manera tan desaseada, para decir lo menos, ostentó; en una de ésas, también le pueden cobrar cuentas del batidillo que dejó en el Edomex.
A futuro deberemos buscar los motivos por los cuales la sociedad mexicana se decantó por un personaje que creció, nació y desapareció gracias a la televisión mexicana, en particular al Canal de las Estrellas.
En el Gobierno deben saber e intuir que la cuerda que les ofrece el abrumador pasado tarde que temprano se les va a acabar. El propio Presidente, en este QUEBRADERO hemos dado cuenta de ello, ha referido e identificado que el tiempo que corre ya es del Gobierno y que en algún sentido va en su contra.
La Presidencia está obligada a dar un paso adelante en una estrategia que durante un buen tiempo le dio resultado. El Presidente no está ajeno de avatares y debe saberlo, alguien se lo debe decir, debe construir proceso de cohesión y unidad de carácter nacional.
El ir y venir de sus discursos igual da para verlo como un hombre conciliador y como un rijoso de callejón. No se trata de que quede bien con todos, no hay manera ni tiene sentido, pero lo que está a su alcance es la búsqueda de una cohesión que en cualquier momento bajo las condiciones que vive el país puede necesitar.
Más allá del desencuentro entre el padre Alejandro Solalinde y Javier Sicilia, que incluye colateralmente a López Obrador, lo expresado por el sacerdote tiene que ver con este panorama y merece atención.
Dice el prelado que es tiempo de unidad y apoyo a López Obrador, refiriéndose de nuevo al lastre del pasado. La referencia parte de un diagnóstico de Solalinde respecto a lo que está viendo y los retos que se enfrentan para el cambio. Independientemente del lance con Sicilia, el prelado pareciera que vislumbra la enorme dificultad que tiene López Obrador en su genuino proyecto de transformación.
Lo que Solalinde le está diciendo a Sicilia es que, más allá de las diferencias, las cosas tienen un nivel de complejidad que puede rebasar a todos. Lo que Alejandro no debe dejar pasar es que todo esto también tiene que ver con la tendencia presidencial a aislarse, lo que puede llevar a que su gabinete no tenga la más remota idea de lo que pasa y que ello termine por distanciarse de grupos y personas que no por pensar diferente de él están en contra de él.
Al Presidente le están llegando los tiempos de las decisiones mayores. Aquellas que requieren tener a buena parte de la sociedad como cómplice y no como el adversario.
RESQUICIOS.
Roma, la capital de Italia, viene desde hace tiempo viviendo desigualdades sociales, migración y un hacinamiento turístico que al tiempo que le da vida la abruma y la enloquece. Le contaremos…
Este artículo fue publicado en La Razón el 21 de noviembre de 2019, agradecemos a Javier Solórzano su autorización para publicarlo en nuestra página.