Cuando pensábamos que no se iban a atrever a más, la pesadilla volvió a hacerse presente.
La ideología o, quizá sería más adecuado decir, los retazos de ideología en la mentalidad de funcionarios de primer nivel se han conjugado con una insensibilidad personal y grupal que toca los límites de los crímenes contra la humanidad.
El todavía subsecretario López-Gatell no solo ha demostrado incapacidad creciente para el manejo de la pandemia que aún nos agobia, sino que cada que vez que puede se llena la boca con la oración “no se tiene evidencia científica de que…”, usada como deplorable pretexto para impedir el derecho a la salud, ya se trate de los millones de contagiados con el coronavirus, o de los jóvenes que esperan con incertidumbre a ser vacunados, o de los niños con cáncer y sin medicamentos, o de los niños que solo mediante amparos judiciales han logrado ser vacunados (y eso en contra de la voluntad de Gatell). Su juramento hipocrático debe estar en su casa en el baúl de los malos recuerdos.
Lo suyo no es la ciencia. Solo tres ejemplos: 1) quedará para la historia su pronóstico de la cantidad “catastrófica” máxima de muertos que alcanzarían las 60 mil defunciones, cuando hemos rebasado la terrible cifra del medio millón de mexicanos fallecidos por el virus; 2) mientras que todas las naciones usan el cubrebocas como medio para evitar la difusión del virus, el subse se ha opuesto a ello sin razón alguna, aunque todos tenemos la sospecha fundada de que lo impide únicamente para quedar a bien con su jefe, un presidente que no es ejemplo de nada que tenga que ver con la salud; 3) si la ciencia constituye un conjunto de creencias y experiencias que puede ser corregida, el subse ha mostrado todo menos su capacidad para modificar o corregir ante sus errores. Es el caso de su “modelo centinela”, del cual ya no hemos vuelto a tener noticia alguna, cuando antes se publicitaba como la mejor opción ante la pandemia.
María Elena Álvarez-Buylla, titular del Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología (Conacyt), tiene en su haber una serie de dislates y barbaridades nunca vistas en las filas del cuerpo científico y académico del país. Y está a punto de pasar a la historia como la más feroz perseguidora de científicos, sus propios colegas. Buylla subió en las consideraciones de los “intelectuales alternativos” (los que estudiaron en el Colegio Madrid) por sus trabajos sobre el maíz transgénico. En el post en Naukas de J.M. Mulet “Argumentos antitransgénicos: Miente Álvarez-Buylla, que algo queda”, Mulet replica punto por punto los argumentos de la investigadora. Pero bueno, que haya discrepancias en la ciencia es común. Justamente es lo propio de la actividad científica: no admitir hipótesis sin ton ni son. Sin embargo, le han dicho que su posicionamiento anti-transgénico es negativo, y sus argumentos exagerados y distorsionados para generar temor entre la población, impropios de una buena investigadora. (“Confrontación Buylla-Mulet sobre transgénicos en Eldiario.es” by Pere Estupinyà / May 29th 2014”.)
DE LA POSVERDAD A LA NUEVA INQUISICIÓN
En cualquier terreno, pero más en la ciencia y la tecnología, lo malo es querer imponer un solo punto de vista, el propio, y desechar cualquier otro diferente. Eso ya es anticientífico. Buylla llegó al Conacyt con los bríos de alguien que dice: solo mi verdad es la buena; y lo aplicó a todo, desde lo administrativo hasta lo conceptual. Quiso doblegar a sus colegas; no se lo permitieron. Hizo su berrinche. Intentó ganar espacio en el gabinete del presidente y por eso presentó un modelo de respirador artificial, que nunca vimos funcionar en ninguna parte. En otro momento, cuando se anunció la todavía no existente vacuna “Patria”, Buylla dijo con todas sus letras que el costo de dicha vacuna sería menor hasta ¡¡855% que el de la fórmula más cara en el mercado!! ¿Alguien supo de alguna corrección al respecto?
Ultimamente hizo alianza con el Fiscal Gertz Manero para intentar metener a una cárcel de alta seguridad a más de 30 miembros del Conacyt y del Foro Consultivo Científico y Tecnológico, quienes fueron acusados, por la propia dirección del Conacyt, ante FGR por cuatro delitos que ameritan cárcel inmediata. Para ellos, científicos reconocidos nacional e internacionalmente, no cuenta el principio de presunción de inocencia porque Gertz Manero hizo previamente una reforma, autorizada por la 4T, que ha desaparecido ese principio en tratándose de delitos graves, como delincuencia organizada; y de eso se acusa a los científicos. La trampa está hecha. La ideología y la venganza desplegadas.
En México los únicos inocentes serán los que la 4T diga.
CON PAPÁ STALIN, LA CIENCIA DEL PUEBLO
A-Buylla y L-Gatell seguramente no se podrán ver entre sí porque ambos son tan egocéntricos que no van a reconocer nada uno en otro. Pero hay un fondo común que recuerda ese lamentable episodio de la historia de la ciencia que se conoce como el “Lysenkismo”.
La terrible historia va así.
Durante el primer periodo del poder soviético (1917-1925), la filosofía se empleó como excusa para expulsar de las universidades al “profesorado reaccionario” y como pretexto para la formación acelerada de cuadros ideológicos; entonces la disputa se centró entre –los que llamaron– “mecanicistas” y “dialécticos”, entre “metafísicos” y “materialistas”. El recurso político y discursivo de crear oposiciones de cualquier tipo, es una forma de gobernar acogida por los gobiernos de “izquierda” en todo tiempo y lugar. Recuérdese el ensayo de Mao: ¿Quiénes son los enemigos del pueblo?
Después de un largo periodo de disputas estériles, se pasa al extendido momento dogmático (1932-1956), caracterizado por el “culto a la personalidad” de Stalin. El dictador formuló sus particulares tesis –combatidas años después en el XX Congreso del PCUS– sobre el papel de la filosofía en la ciencia. Con la publicación del trabajo de Stalin Sobre el materialismo dialéctico e histórico, el panorama filosófico quedó en estado de parálisis y todo se convirtió en argumentos de autoridad, sin ninguna otra base para la discusión. Es más, las discusiones se acabaron, entre el terror político y el terror ideológico.
La purga sirvió para generar una postura (muy parecida a la de los nazis con su “ciencia alemana” frente a la “ciencia judía”) tan absolutamente ideologizada que llevó a un pasaje oscuro de la historia de las ciencias que se denominó “el caso Lysenko”.
Durante el gobierno de Stalin, el ingeniero agrónomo Trofim Lysenko defendió la oposición “ciencia burguesa” vs. “ciencia proletaria”, postulando que la segunda era totalmente superior a la primera, justamente por estar inspirada en el DIAMAT. Intentó llevar al campo “la biología-marxista” y mejorar la producción agrícola.
¿CIENCIA PROLETARIA?
En la década de los años 20 del siglo pasado, el diario soviético Pravda informó que se había descubierto un método para abonar la tierra sin utilizar fertilizantes o minerales; también habría demostrado que una cosecha invernal de guisantes podía crecer en Azerbaiyán, “reverdeciendo los yermos campos del Transcáucaso en el invierno, de tal manera que el ganado no moriría por falta de comida y que los campesinos turcos vivirían durante el invierno sin temor por el futuro”. La cosecha invernal de chícharos, sin embargo, no prosperó en los años subsiguientes.
El biólogo soviético negaba toda evidencia de la ciencia europea y norteamericana, y sus disparatadas doctrinas fueron aplicadas durante 35 años. Lysenko nunca reconoció la existencia de las condiciones genéticas del organismo; afirmaba que solo el ambiente modificaba sus características.
En 1953, tras la muerte de Stalin, Nikita Krushchev asumió el poder central de la URSS; siguió apoyando las ideas de Lysenko. El nuevo dictador fue destituido en 1964, y al año siguiente un equipo de investigación escudriñó los “logros” de la bilogía supuestamente inspirada en la dialéctica materialista. Los investigadores descubrieron que los resultados se habían falsificado deliberadamente. Desprestigiado nacional e internacionalmente, murió Lysenko en 1976. Dejó tras de sí una negra historia que empañó de manera irreparable la visión de la dialéctica marxista y de paso mostró que la ideología también lleva a detener los avances de las ciencias.
Traer ahora el caso acontecido en la URSS es simplemente una referencia histórica que nos debe alertar, porque los funcionarios dueños “de las verdades absolutas” crecen y ejercen un poder incontrolado bajo regímenes autoritarios. Dichos funcionarios se mantienen contra viento y marea porque el autócrata en turno los defiende y los defiende porque “sirven a la causa”. Pero la historia es implacable. Mientras, la pesadilla aún continúa.