Las navidades solían ser un corte en el calendario político, una pausa en las disputas y los enfrentamientos. Esto funcionaba de alguna forma, porque daba espacio para reflexiones más profundas, para cortes de caja en los que solía imperar la luz sobre las sombras.
Esta vez es distinto, porque la crisis de salud que también es económica impiden que se paguen los motores o que estos funcionen por inercia.
Conviene, sin embargo, detenernos para apuntar algunas ideas y reflexionar sobre este año horrible, uno de los más dramáticos tristes de la historia.
En primer lugar, los agobios tienen carácter planetario. No hay lugar donde no se tengan que enfrentar las acechanzas de la pandemia y donde no se busquen remedios, barreras para contener a ese virus que ya desde ahora transformó nuestras vidas para siempre.
Un ángulo que no podemos perder de vista es el científico. Estamos presenciando una verdadera hazaña por la velocidad en la que se están obteniendo las vacunas. Los laboratorios más importantes del mundo invirtieron, como nunca, en lograr resultados.
Esto debe servir para dejar claro el papel de la ciencia y la relevancia que tiene el invertir en proyectos de investigación. Nada más absurdo que cortar recursos, como se ha hecho en nuestro país, cuando sabemos que la utilidad de los productos que provienen de la inteligencia son invaluables.
Es más, el buen o el mal desempeño de los países en estos días trágicos ha tenido mucho que ver con con mandatarios conocedores de los temas técnicos o respetuoso de ellos y los populistas ensoberbecidos sobre un desastre incontenible.
Sí, la educación importa y de modo más que relevante, como ya se ha visto y se vio en los primeros días de la emergencia, cuando hubo gobiernos, y entre ellos el mexicano, que trataron de minimizar lo que podía ocurrir, que se creyeron protegidos por sus propia supersticiones, en un error que terminaron pagando miles y miles de enfermos y sus familias.
Estamos en un momento crítico que requeriría de expertos para encararlo. Las tareas logísticas para vacunar a la población serán inmensas, muy lejanas de los actos propagandísticos, como el de la celebración de las 3 mil dosis, un búmeran que retornará y no de la mejor forma.
En Estados Unidos dicen que la campaña de vacunación es un reto similar al desembarco en Normandía, cuando los aliados invadieron Francia e inició, de algún modo, el principio del fin de la ocupación nazi y de la Segunda Guerra Mundial.
Aquí se presentó un cronograma sin que nadie sepa de dónde y cuándo vendrán las vacunas y mucho menos de cómo serán pagadas.
Es momento de que rectifiquen los burócratas, de convocar al Consejo de Salubridad General y de trabajar con todos los gobiernos estatales para llegar a buen puerto. El tiempo apremia y las alarmas son muchas, pero también la disposición de colaborar, más allá de agendas políticas.