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Esa es la pregunta en realidad para los que tratamos de analizar la elección presidencial de Estados Unidos este venidero mes de noviembre. Los “listos”, que nunca faltan, y con frecuencia sobran, siempre lanzan predicciones de todos colores y sabores, desde las más tímidas hasta las más aventuradas y exuberantes en relación con cualquier asunto. Por eso son “listos”. Cualquiera puede decir así, por ejemplo, que México será el campeón del próximo mundial de futbol. Si ello no sucede, nada pasara, pero si el destino así lo quisiera “los listos” dirán que fueron capaces de predecir tal resultado gracias a su análisis.

Algo similar sucedió hace cuatro años con el triunfo de Trump. Los “listos” festejaban su sapiencia, cuando todos los que en cualquier escala tratábamos de hacer pronósticos serios solo mirábamos impávidos lo sucedido ese noviembre. Fueron pocos, muy pocos los que sustentaron sus pronósticos sobre lo que al final cuenta nos guste o no: el colegio electoral. Si no discutes el colegio electoral para atreverte a predecir el resultado de la elección presidencial estadounidense, no me hagas perder mi tiempo.

JABIN BOTSFORD/THE WASHINGTON POST/GETTY IMAGES

La tormenta perfecta que le dio el triunfo a Trump en 2016, ahora sabemos, con fuertes vientos soplando de Moscú, fue algo que no alcanzamos a dimensionar bien a bien y al final acabo negándole la Casa Blanca a la ganadora del voto popular, Hillary Clinton. Esos ochenta mil votos (totales) que le costaron a Clinton los estados de Wisconsin, Michigan y Pennsylvania, fue lo que ni la campana de Demócrata ni los observadores serios alcanzamos a ver cuando asignábamos votos electorales a uno u otro candidato en los meses previos. Pensamos que Hillary Clinton ganaría tales estados y Trump acabo sacándolos con uñas y dientes por centímetros.

Haciendo “forward” a 2020 debemos decir que sí, Trump sí tiene ruta, aunque bastante estrecha, a su reelección. De entrada y en el más básico de los análisis, tiene ruta en el colegio electoral porque ya abrió una brecha hace cuatro años y bien pudiera sencillamente repetir lo que hizo en 2016. Posible sí, probable, no tanto, ojo. Biden va adelante en esos tres estados con ventajas claras, aunque ni de broma seguras. Si nada cambiara en el resto del país y Biden mantiene esa ventaja en esos tres estados, Biden será el próximo Presidente de Estados Unidos.

La costa Oeste es total y sólidamente azul Demócrata y hay buenas posibilidades de agregar a los vecinos Nevada, Arizona (por increíble que hoy suene), Nuevo México y Colorado.  El extremo oriental, así como Illinois, son demócratas seguros también, mientras que el sur profundo es devotamente rojo republicano, ¡Faltaba más!

Texas pudiera, solo pudiera, ser volteada como demócrata, y así Trump se olvidaría irremediablemente de la Casa Blanca, y su partido sufriría una humillación histórica y la más importante sentencia hasta ahora por olvidar lo que la demografía significa en términos electorales. Biden no puede contar con ello, sin embargo.

Florida como siempre, en el aire, y una urgencia mayor para Trump pues ya la tiene en sus cálculos mientras que Biden no. Biden necesita por otro lado, cuidar Minnesota, pues este si está en sus cálculos y se está apretando bastante. Es una de esas muy escasas oportunidades de Trump de “voltear” un estado de los que perdió con Hillary Clinton.

Hasta ahora el mapa electoral y las posibilidades que nos ofrece están bastante alineadas con la estrategia general de campaña de ambos candidatos. Es decir, mientras Trump remacha sobre su base concentrándose totalmente en ella, asegurándose de lanzarle carne roja prácticamente a diario para que no haya escabullidos, Biden sigue una práctica más lógica enfocada en expandir su coalición remarcando los terrenos comunes entre sus diversos grupos de votantes.

Esto nos lleva a que Trump tiene menos posibilidades que Biden de ganar nuevos estados fuera de los irremediablemente republicanos, teniendo así que prácticamente repetir el mapa electoral con el que gano en 2016, o triunfar con mínimas variantes en términos de intercambio de estados ganados y perdidos.

Biden por su parte, tiene un mucho mayor margen de maniobra para ganar, pudiendo ir por el Midwest completo para hacerlo, pero también pudiera salirse con Texas o Florida, enormes premios electorales por sí solos, o conquistar Arizona y combinarlo con otras victorias posibles.

Si bien es cierto que la base de Trump es prácticamente impenetrable, sus posibilidades de crecimiento con votantes que no lo apoyaron en 2016 son muy escasas. Su crecimiento en cada estado y sobre todo en número de estados arrancados a los demócratas luce sumamente difícil, sobre todo ahora que el dinero ha empezado increíblemente a escasear en su campaña. Biden por su parte tiene mucho margen con los votantes no precisamente trumpistas, sino más bien malquerientes de Hillary Clinton. Trump no puede ser descartado, pero la tiene sumamente difícil.

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