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sábado 21 diciembre 2024

Tomar decisiones

por Alejandro Vázquez Cárdenas

“Cuando se tiene miedo, no se hace uno alcalde”, así lo escribió en el año de 1946 el, por esas épocas, popular escritor italiano Giovanni Guareschi. Se refería, ni falta que hace aclararlo, a ese requisito indispensable en todo buen funcionario; valor para hacer lo correcto.

Todo gobernante está obligado a tomar decisiones. Puede que éstas no le agraden o sean  impopulares, eso no importa, es su obligación y para eso le pagan. No es alternativa el quedarse paralizado, esconderse o transferir la responsabilidad a otro.

He leído en algún lugar (ignoro si la historia es cierta) el caso de un profesor universitario que les planteaba todos los años a sus alumnos un dilema moral: imaginemos, decía, que usted es un Gobernador Británico en la India, en tiempos del Imperio, y que recibe una información acerca de que en unas horas se va a producir algo que era bastante común en el siglo XIX, el sacrificio humano de una mujer a manos de una secta. Tiene tropas a mano, pero hay poco tiempo para una operación preventiva, y sabe que si envía a los soldados, se producirán muchos muertos entre la secta, ya que se  resistirán con determinación. ¿Qué haría usted?.

Contaba el profesor que los alumnos que se presumían “de izquierda”, mayoritariamente se  resistían a tomar una decisión. La respuesta habitual que daban era que, en primer lugar, los británicos no tenían nada que hacer en la India. Esa y otras respuestas por el estilo eran la mejor solución para no tener que hacer lo que más temían: Tomar una decisión concreta.

El error de estos abstencionistas morales es muy claro: No podemos elegir las condiciones en las que debemos que tomar nuestras decisiones. Sería ideal, pero no podemos. Las condiciones nos vienen impuestas. Si  un experto nadador  ve a una persona que se está ahogando en un mar embravecido, puede tomar dos decisiones: Arrojarse por él, arriesgando la vida, o considerar que el riesgo de muerte es muy grande y por lo tanto decidir no hacerlo. Lo que no se puede hacer es justificar la inacción con el argumento  de que, en primer lugar, la persona que se está ahogando no debería estarse bañando en ese lugar. Se debe tomar la decisión con las condiciones que hay, no con las que nos gustaría que hubiera.

Esa falta de valor la hemos observado desde hace sexenios en nuestro país, problemas, algunos verdaderamente ancestrales mantienen lastrada a nuestra sociedad sin que hasta la fecha se haya hecho algo concreto, efectivo y radical para remediarlos.  Va un breve recuento; la corrupción en el aparato de Justicia, la ineficiencia de las autoridades responsables de la Educación en todos sus niveles, la impunidad con que operan la delincuencia. Para el ciudadano común es decepcionante constatar el temor que muestran los responsables de aplicar la  ley esgrimiendo todo tipo de razones.  Evitar tomar una decisión queriendo justificarse con el argumento de que “en este momento no se dan las condiciones” no es más que una claudicación moral y una muestra de cobardía.

La mayoría de las veces no es fácil tomar decisiones, pero ese es precisamente el trabajo de los funcionarios; la táctica del avestruz ignoro si les sirva mucho a los avestruces, pero a los humanos jamás nos ha servido de nada.

¿Cuántas veces hemos visto crecer un problema por no atenderlo a tiempo?.  Situaciones que manejadas inicialmente con la simple aplicación de la ley se podrían haber resuelto a un costo mínimo, por miedo se dejan crecer hasta evolucionar a  prolongados y severos conflictos con costos y pérdidas importantes. Ejemplos en México hay muchos;  el comercio ambulante, la beligerancia de la CNTE, el robo en los ductos de combustibles, la toma de casetas en autopistas, la extrema violencia de algunos manifestantes perfectamente identificados,  los asentamientos irregulares, el caos en el transporte público, y el peor y más peligroso, el  narcotráfico, cáncer que ha permeado  todos los niveles hasta llegar a influir decididamente en candidaturas de algunos Estados. Podríamos añadir más y más casos que nos llevan a la misma conclusión: El miedo es mal consejero

El hartazgo de los ciudadanos ante estos problemas fue uno de los motivos que los llevó a votar por un  personaje  que los engañó prometiendo  resolver todo en días; eso sí, sin decir cómo.  Más que rápidamente se vio que ni sabe, ni puede y ni quiere. Buena parte de la sociedad está desesperada y ante la parálisis de los partidos políticos  ya contempla alternativas que aprovechará cualquier demagogo. Mal, muy mal por los partidos, incapaces de ver por el futuro de México.

 

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