En muchas ciudades del llamado tercer mundo, es común ver en los cruces de tráfico a individuos que realizan actos impresionantes y peligrosos para atraer la atención de los conductores y obtener unas monedas a cambio. Entre estos individuos, los “tragafuegos” se destacan por su habilidad para lanzar gasolina desde su boca y prenderla, creando una exhibición impactante y arriesgada. Este fenómeno, aunque fascinante para algunos, es un reflejo profundo de la pobreza, la falta de oportunidades y la deshumanización de las sociedades donde estas prácticas se desarrollan.
Arte, si es que podemos catalogarlo como tal, originario al parecer en la India ; los “tragafuegos” encuentran sus raíces, su motivos, en la necesidad de sobrevivir en entornos urbanos donde las oportunidades de empleo formal son escasas o inexistentes. Estos artistas callejeros suelen provenir de comunidades marginadas y enfrentan desafíos económicos severos que los empujan a buscar medios alternativos para ganarse la vida. .
A los tragafuegos los hemos visto en México desde hace muchos años, pero no precisamente en grandes circos ni cosas parecidas, no, la mayoría los hemos observado en los cruceros de las ciudades, de medianas para arriba, simplemente un integrante más de esas personas que forman la parte más baja de la escala laboral, la del subempleo, la de los limpiavidrios, los viene viene, los vendedores de chicles, etc.
Los vemos en alguna esquina, hombres destruidos, sucios, adelgazados por una dieta involuntaria, personas que buscan, arrojando llamas, la única manera que han encontrado para sobrevivir. Obsérvelos de cerca, no, no son payasos, ni intentan hacer un número de circo, simplemente tratan de ganar algo para comer.
En sus circunstancias no importan las quemaduras, las irritaciones o alguna otra molestia. Hay que comer, y la forma que han encontrado es tragando combustible.
Causa una mezcla de miedo, horror, conmiseración y tristeza verlos arrojar saliva y combustible para luego, con la cara tiznada pedir limosna. Puestos a pensar espanta conocer hasta dónde puede llegar el hambre.
Producto de la ausencia de políticas públicas verdaderamente efectivas que vayan al fondo de los problemas y que fomenten el empleo y el desarrollo social son algunas de las causas subyacentes de este fenómeno. El problemas no es exclusivo de México, con distintas variantes este fenómenos se observa en muchas ciudades del llamado “tercer mundo” ese donde los gobiernos no invierten ni lo suficiente ni de maneara adecuada en una verdadera infraestructura educativa y en programas de capacitación laboral.
La deshumanización de los “tragafuegos” es otro aspecto alarmante de este fenómeno. A menudo, estos individuos son vistos por la sociedad con indiferencia o, en el peor de los casos, con desprecio. Esta actitud deshumanizadora refleja una desconexión entre los diferentes estratos sociales. Los “tragafuegos” se convierten en invisibles, sus necesidades y sufrimientos ignorados por una sociedad que prefiere no enfrentar la dura realidad de la pobreza y la marginalización.
Los “tragafuegos” y actores similares son un síntoma visible de problemas estructurales profundos en las sociedades del tercer mundo. La pobreza extrema, el desempleo juvenil, las políticas equivocadas de solo dar dádivas (becas) sin un seguimiento adecuado y por si faltara algo la omnipresente sombra de la drogadicción son factores interconectados que perpetúan este fenómeno.
Por favor, en cada ocasión que veamos un tragafuegos pensemos por qué lo hace, cómo es que llegó a esta situación, cuáles fueron las circunstancias lo rodearon, qué características tiene esa sociedad que lo arrojó a los sótanos del desempleo, no sólo a él, a todos los que realizan actos parecidos.
¿Son pobres? Sí. ¿Desaprovecharon alguna oportunidad brillante en su infancia y juventud? No lo sabemos pero lo más seguro es que jamás la tuvieron. Para salir de pobre, ¿querer es poder? No, no siempre, buena parte de las veces no es así. ¿Son miserables, por flojos? Aventurada afirmación que más bien es una cómoda y liberadora generalización. ¿Un ser superior lo castigó con una destino aciago? No creo que nadie en su sano juicio piense algo así.
El problema ahí está. No nos llovió del cielo, es producto de una sociedad con valores deficientes y un gobierno que, independientemente de sus colores, jamás se ha preocupado seriamente por resolver las carencias de su estrato más desprotegido. Para los tricolores, azules o guindas, estos miserables solo importan en razón de su voto, el cual pretenden asegurar con una beca y despensas ocasionales.
Vale la pena reflexionar sobre el tema.