lunes 08 julio 2024

Un A,B,C del salario mínimo

por Ricardo Becerra Laguna

Me quedan pocas dudas: la explicación principal de la muy notable reducción de la pobreza en México halla su centro en el ascenso del salario mínimo (75 por ciento real de 2018 a 2023, y aún es insuficiente). Es el cambio de política económica más importante en este tiempo, toca a millones de trabajadores y puso en sus bolsillos más dinero todos los días. Hay muchas maneras de inferir esta conclusión (porque los que salieron de pobreza, trabajan, es decir, reciben sueldo; porque las mayores reducciones de pobreza se dieron en el norte -donde se paga en salarios mínimos- etcétera). Precisamente por su importancia hay que tener claro de que hablamos cuando hablamos de salario mínimo.

a) Poder de negociación. Los salarios mínimos son, sobre cualquier otra cosa, un instrumento que las leyes disponen para una más justa negociación de los salarios entre el trabajador y el empresario. En una economía altamente sindicalizada (como Dinamarca) los salarios mínimos pueden no ser necesarios pues el poder de negociación viene de la organización sindical. Pero economías con una muy baja tasa de sindicalización, con mercados laborales muy desestructurados (como la nuestra), exigen un instrumento para que los contratos -todos los contratos- no se coloquen por debajo de un nivel socialmente aceptable. Dicho de otro modo: los salarios mínimos evitan el abuso monopsónico (el poder unilateral de determinar el precio-salario) y en esa medida son un instrumento para la civilización del mercado (laboral).

b) Efecto faro y efecto dominó. En las economías reales, el salario mínimo es un precio tan fundamental como la tasa de interés, el tipo de cambio o el barril del petróleo. Lo que tienen en común estos valores, es que lanzan una señal hacia el resto de los precios o hacia una parte importante de determinados mercados, en este caso, al mercado laboral. Y mientras más predominen los bajos salarios en una economía, más importarán las señales que manden los salarios mínimos. En la concreta economía de México (no en Luxemburgo) los bajos salarios son la enorme mayoría, lo mismo en el sector formal como en el informal. Cuando se colocan en una trayectoria de ascenso significativa, los salarios mínimos empujan hacia arriba al resto de escalas salariales, especialmente las mas cercanas.

c) La preocupación por la inflación. En estos cinco años el salario mínimo ha visto un incremento real del 75 por ciento (2019-2023) ¿Ha causado ese ascenso inflación o desempleo? Los reportes del índice de precios del INEGI no registran en ningún lugar a los salarios como componente causal de la inflación en estos años. Por el contrario, la evidencia es que los incrementos, ocurrieron en escenarios con tasas de inflación bajas y controladas. Con todo y el aumento en los mínimos que alcanzó un 16 por ciento en 2019, la inflación anual resultante fue de 3.6. Y algo parecido ocurrió en 2020: un aumento de 20 por ciento con inflación de 3.4 por ciento. Al regresar de la pandemia, la relación fue: salario mínimo 15 por ciento e inflación 5.8. Luego, ocurrió un reordenamiento de precios por los graves problemas globales de suministros y la invasión a Ucrania que encareció los energéticos a escala mundial. En el año 2022, el aumento al salario mínimo fue de 22 por ciento y en este año de otro 20 por ciento; sin embargo, las estadísticas muestran la recuperación más importante del empleo en décadas y la inflación ha comenzado a ceder, en México (como en los Estados Unidos), sin que exista documentación alguna acerca de la pretendida “espiral salarios-precios ”.

d) Espacio para el ascenso. Según el último censo económico del INEGI (2019) , en México los costos laborales (lo que las empresas típicas destinan para sueldos de sus trabajadores) representan el 10 por ciento del total de su operación. En Estados Unidos es cuatro veces mayor, en Europa 4.2 y en Israel 4.6 veces mayor. O sea: incrementar el salario significa cosas muy distintas, en distintos lugares. La repercusión de un alza del 10 por ciento representa una cosa en Tel Aviv (6 dólares diarios por trabajador), y otra cosa muy distinta en la Ciudad de México (poco más de medio dólar). O para ver las cosas de otro modo: los sueldos base mexicanos con todo y el aumento de más de cien por ciento en la frontera norte, representan el 13.9 por ciento del salario mínimo en California, Arizona y Texas. Una diferencia descomunal con solo cruzar la frontera. Todo esto quiere decir que los “modelos” utilizados para calcular los efectos del salario mínimo no pueden ser universales, dependen de circunstancias muy específicas. Y como puede verse, en México existe un gran espacio para que el trabajo represente una porción mayor en la estructura de las empresas.

Varios comentaristas hemos insistido -desde hace casi una década- que lo que explica el grueso de la pobreza mexicana es el hecho de que el mercado laboral produce y reproduce pobres: trabajas ocho horas y te pagan por debajo de la linea de la canasta alimentaria. Bien: pues es esto lo que está dejando de pasar. Por eso los datos que el CONEVAL hizo públicos la semana pasada. Más que la política social, la miseria mexicana puede eliminarse con otra política económica, que ponga a los salarios en el centro. Veremos.

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