Sofía acepta que de niña, ella y su madre, acompañando a Yunes, visitaron al diabólico Jean Succar Kuri en unas vacaciones en Cancún. Lo demás son mentiras
Conocí a Sofía Garfias Ortega en el velorio de su padre, semanas antes de las elecciones de 2012. Una joven hermosa que me contó que estudiaba en la Ibero. Le pregunté si era 132. Sonrió dándome a entender que simpatizaba con el movimiento surgido días atrás en su universidad. Le dije que si su padre se enteraba, saltaría del ataúd para reconvenirla, graciosamente.
Y es que su padre, Antonio Garfias Antolín, Toño Garfias, mi entrañable amigo y ex compañero de la Ibero en los años 70, había sido el único priísta de nuestra generación. Lo fue hasta morir. El priísta más enamorado y leal al partido. Uno de los amigos comunes me contó en el velorio que Toño le había pedido que, así fuera en silla de ruedas, lo llevara a votar por Peña Nieto. Ya no pudo ser.
La madre de Sofía, Sandra Ortega, Sandrita, fue también una querida amiga. Ella, Toño y yo, por citar, recibimos en 1982 del gobierno del Estado de México la copia de una concesión con la que nos lanzamos a Metepec a fundar Radio Mexiquense. En algún momento entre sus separaciones y reencuentros vivieron en mi departamento de Insurgentes Mixcoac. La recuerdo con cariño.
Pancho Garfias, hermano mayor de Toño y tío de Sofía, escribió ayer en Excélsior una estrujante columna, una conversación con Sofía, destrozada porque esta semana, como parte de la metralla electoral veracruzana, una mujer de nombre Edith Encalada reapareció para contar una vieja historia sobre la supuesta pederastia de Miguel Ángel Yunes, quien después de Toño sería pareja de Sandrita, la mamá de Sofía. Encalada insinuaba que Yunes tenía sexo con su entonces hijastra de ocho años, Sofía.
Le dijo Sofía a Pancho Garfias: “No es cierto que Miguel Ángel Yunes abusó de mí. No entiendo por qué las necesidades políticas son superiores o más importantes que los vínculos de afecto. Él fue mi padrastro, me apoyó, pero nunca abusó de mí, nunca”. Agregó: “Todo esto me provoca ansiedad. Se me revuelve el estómago. No puede ser que, otra vez, seamos agredidas a causa de las labores políticas de alguien más. Es algo recurrente. Empezó en el 2003 y no ha parado. Cada vez que quieren atacar a Yunes, sacan esta historia (…). Es muy incómodo. Yo no tengo nada que ver. Procuro hacer una vida propia. Una vida que no tenga nada que ver con el trabajo político de nadie. Una de las grandes preguntas que me hago es ¿cómo le voy a decir a mi novio que esto está pasando? ¿Cómo le voy a decir a la familia de mi novio que no es cierto que mi padrastro abusaba de mí, como dicen los medios? Esto es una aberración. Las declaraciones de la señorita Encalada son una infamia”.
Sofía acepta que de niña, ella y su madre, acompañando a Yunes, visitaron al diabólico Jean Succar Kuri en unas vacaciones en Cancún. Lo demás son extrapolaciones, suposiciones, mentiras que la agreden.
Un beso a Sofía, víctima colateral de la guerra sucia, esta vez priísta. Y un brindis, en donde esté, por mi adorado Toño, el mejor priísta que conocí.
MENOS DE 140. Toño Garfias, siempre leal, nos ayudaba con las ventas en CNI/Canal 40. Con él salí por última vez de esas instalaciones. Mayo de 2005.
Este artículo fue publicado en El Universal el 20 de mayo de 2016, agradecemos a Ciro Gómez Leyva su autorización para publicarlo en nuestra página.