Nunca en el México posrevolucionario ni en lo que va del siglo XXI, un presidente o presidenta, había enfrentado tantos problemas en su segundo año de gobierno como Claudia Sheinbaum.
Un primer año prácticamente a oscuras, dedicado a desactivar las bombas que dejó su antecesor y la misión explícita de mantener viva la imagen y proyecto personal del tabasqueño.
Bajo el lema del “segundo piso de la 4T” cuando asumió el cargo se comprometió a preservar la estructura de poder, incluida la ineptitud, la corrupción y la permisividad frente al crimen organizado y, sobre todo, a garantizar que nadie del círculo sea tocado por la justicia, destituido o extraditado.
Un mandato condicionado por la encomienda innegociable de no ceder y salvaguardar esos intereses con un elefante en medio de la habitación: la falta de respeto a su autoridad. Ni López Obrador ni los grupos que se incrustaron en Morena procedentes del viejo PRI —incluidos los partidos satélite PVEM y PT— aceptaron su liderazgo.
No pasa del tercer año
La sucesión fue diseñada por AMLO bajo un esquema de “Maximato”: él seleccionó a las “corcholatas”, el método de elección, los cargos de los perdedores e incluso armó el gabinete. La única figura de confianza nombrada por Sheinbaum es Omar García Harfuch.
Incluso la oficina de la Presidencia la ocupan figuras leales a Andrés; Jesús Ramírez Cuevas, Leticia Ramírez y Arturo Zaldívar y la conformación de candidaturas a gobernadores, legisladores y presidentes municipales fue aprobada por el expresidente no por Sheinbaum.
La reforma al Poder Judicial con la que consolidó su influencia en los tres poderes salió de Palenque; en Morena, colocó a María Luisa Alcalde y a su hijo Andy López Beltrán, así Andrés Manuel mantiene el control del partido y del gobierno, del Legislativo y del Judicial.
Está además la presión de la Nomenklatura de la 4T: ex priistas como Ricardo Monreal, Alfonso Durazo o Américo Villarreal y los grupos propietarios del PVEM y PT, ambos construidos durante el salinismo son liderazgos activos que han bloqueado, corregido o congelado las pocas iniciativas enviadas por la presidenta.
Dentro de este equilibrio de poder ya se habla de un acuerdo político: Sheinbaum gobernaría solo tres años y dejará el cargo a alguien del grupo de AMLO, como Adán Augusto López o el propio Andy López Beltrán.
La revocación: elemento clave
El obradorismo y la Nomenklatura presionan para que el proceso de revocación se realice junto con las elecciones intermedias de 2027, única forma de asegurar el 40% de participación requerido para volverla vinculante.
Históricamente, los ejercicios fuera de procesos electorales han registrado una participación mínima: la consulta de AMLO apenas superó el 10por ciento, y la elección de jueces del Poder Judicial alcanzó un escaso 3 por ciento.
Los problemas se acumulan
Al segundo año de su mandato los problemas para Sheinbaum dejaron de ser políticos o heredados; el panorama que enfrenta abarca corrupción, inseguridad, impunidad, huachicol, crisis financiera en Pemex, deuda inmanejable, apagones de la CFE y acusaciones contra figuras clave de su gobierno.
Denuncias por la presunta participación de Mario Delgado en el “huachicol fiscal” y vínculos con el crimen organizado y contra Adán Augusto López y Andy López; en contra de los gobernadores Alfonso Durazo (Sonora), Américo Villarreal (Tamaulipas), Rubén Rocha (Sinaloa), Alfredo Ramírez Bedolla (Michoacán), Salomón Jara (Oaxaca), Evelyn Salgado y Félix Salgado (Guerrero), Layda Sansores (Campeche) y Rocío Nahle (Veracruz) por sus vínculos, corrupción o lavado de dinero.
Los excesos y señalamientos de los hijos del líder: José Ramón, Andy y Gonzalo “Bobby”; y la confrontación cada vez más abierta entre morenistas e integrantes del PVEM y del PT.
Por si no bastara, AMLO anunció una gira nacional con el pretexto de presentar su libro, acción nada casual que restará aún más a la imagen de la presidenta y lo colocará en el escenario ideal para tomar la decisión de quién la sustituya.
El plano internacional
Estados Unidos presiona para contener la violencia y el tráfico de fentanilo, exige acciones concretas en materia de migración, armas y en la revisión del T-MEC. Washington espera consecuencias reales para funcionarios mexicanos involucrados y Sheinbaum se niega a sacrificar a figuras del obradorismo.
En paralelo, están los compromisos con aliados internacionales del sexenio anterior: Venezuela, Cuba, Bolivia, Colombia, Rusia y China, cuyas demandas diplomáticas y económicas complican aún más su margen de maniobra.
El ánimo nacional
Las protestas han aumentado: la marcha de la Generación Z, los bloqueos de transportistas, el asesinato del alcalde de Uruapan y la violencia en Michoacán, Sinaloa, Guerrero y Oaxaca.
La aprobación de Sheinbaum cae aceleradamente. La encuesta global de Morning Consult —la misma que AMLO presumía— muestra un desplome de 62 a 41 por ciento en un año, con un nivel de desaprobación del 53 por ciento.
En sus giras recientes, ha sido recibida con abucheos y consignas de rechazo. La tendencia para 2026 parece clara: más protestas, más desgaste y menos aprobación.
Si la inercia continúa, Sheinbaum llegará debilitada a la Revocación de Mandato y de volverse vinculante la consulta, el relevo presidencial será inevitable. Muchas voces, dentro y fuera de su propio movimiento, lo dicen: la presidenta no pasa del tercer año.
X: @diaz_manuel


