lunes 01 julio 2024

¿Una película de policías?

por Germán Martínez Martínez

El tercer largometraje del director Alonso Ruizpalacios, Una película de policías (2021), ha tenido una generosa recepción. Como cinéfilo, esto me extraña. Ha habido interpretaciones, como la de Agustín Basave, que acaso deban más a la lucidez de quien analiza. Otras han calificado este documental como denuncia, a pesar de que no es una investigación sistemática sobre la policía mexicana, sino un testimonio significativo con implicaciones públicas. El enorme trabajo que debe haber detrás de encontrar y recomponer la historia de la pareja retratada —así como la asesoría de expertos— no reemplaza lo que haría falta para diseccionar en pantalla los males de la policía. Hay que ir más allá de líneas establecidas por la promoción de ésta y cualquier película.

En sus filmes previos Ruizpalacios se ha interesado en los límites entre ficción y realidad. Museo (2018) se desarrolla contenidamente alrededor de un robo en el Museo Nacional de Antropología e Historia que, en efecto, sucedió en 1985. Más interesante —en términos cinematográficos— fue su ópera prima, Güeros (2014), en que los personajes no sólo se desenvuelven en un hecho histórico —la huelga de la Universidad Nacional de México de 1999-2000— sino que en ciertos momentos se desdoblan, comentan la película en que participan y también cuestionan el cine mexicano reciente. Sin embargo, los intereses temáticos y formales de los realizadores audiovisuales —como de los artistas contemporáneos—, expresados en la difusión de sus obras, no necesariamente corresponden con lo que sus creaciones ofrecen al público, salvo que se asuma que hay que consumir la presencia pública de los artistas en conjunto con sus obras. Una película de policías no es una exploración novedosa entre realidad y narrativa cinematográfica: las viñetas de corrupción policial están aquí y allá en múltiples cintas desde hace tiempo. El de Ruizpalacios, a pesar de la importancia de su tema y aunque los narradores se revelen plenamente sólo hacia el final, es un documental esquemático, pues ilustra entrevistas, añadiendo trucos audiovisuales.

Raul Briones interpreta a Montoya en Una película de policías. Cinefotografía Emiliano Villanueva.

Formalmente, Una película de policías es, en lo fundamental, un documental tradicional. Se estructura alrededor de los testimonios de dos personas: cómo llegaron a ser policías, cómo se conocieron, cómo formaron una pareja romántica y cómo terminaron padeciendo la arbitrariedad y corrupción de la policía. El mecanismo general es que lo narrado es actuado por profesionales y recreado por Ruizpalacios y su equipo, con la calidad digna de su capacidad audiovisual —lo que no es equivalente a exploración formal— y del respaldo de la casa productora. Hay momentos en que los actores mueven sus bocas siguiendo lo dicho por los entrevistados —logrando una coreografía estilizada— y en que los personajes reales y los actores se intercambian. Al lado de esto, se cuenta que los actores asistieron a academias policiales, se desliza que filmaron en ellas con teléfonos celulares, pero sólo se presentan, nuevamente, testimonios frente a sus dispositivos —alguna imagen en una academia está claramente hecha con otro tipo de equipo. Al lograr que el conjunto funcione, Ruizpalacios demuestra que es hábil compositor audiovisual y un narrador capaz de enganchar diversos públicos.

Los actores reviven lo que los narradores del documental cuentan. Cinefotografía Emiliano Villanueva.

El eventual alcance del filme es importante. Una de las productoras, Elena Fortes, fue directora de Ambulante, el popular festival que ha difundido el género y en que consideran que los documentales pueden contribuir a “transformar” el mundo. A su vez, Alexandra Zapata —experta en políticas públicas, comentarista política y activista— fue productora asociada de Una película de policías. Alguien como Zapata sabe bien que un plan de acción en cuestiones sociales requiere de un diagnóstico acertado: el documental de Ruizpalacios, con su acumulación de escenas de corrupción cotidiana no lo es, pues como acercamiento a la pareja de protagonistas es, en todo caso, un acompañamiento audiovisual a otras tareas sociales sobre el tema.

Puede ser conmovedor que un policía lleve consigo, enmicado, algo escrito por su padre. Moverse en el sentimentalismo y el efectismo —este último recurrente en las cintas de Ruizpalacios, como su cortometraje Verde (2016)—, puede llevar a creer que es factible generar interés en un tema a través de estos recursos. Es posible, pero es base riesgosa para la acción pública: el carácter testimonial puede llevar a la justificación de acciones individuales. Por eso, si se pretende una denuncia o un diagnóstico ordenado, una vía procedente es la mirada detallada al marco en que ocurren las experiencias personales para revelar cómo opera, más allá de lo personal, la ineficacia y la corrupción de la policía mexicana. Este tipo de estudios existe y puede complementar —desde posiciones como la de Zapata— la intervención de un producto audiovisual como Una película de policías.

La actriz Mónica del Carmen en la película producida por Netflix. Cinefotografía Emiliano Villanueva.

Me parece, no obstante, que el alcance de este filme de Ruizpalacios podría ser diferente. La película ofrece una ventana a la precariedad de la policía y de la condición de sus miembros. Al principio se anuncia que se trata de “Un documental de Netflix”, que, por supuesto, significa que la plataforma es la empresa productora. Pero la frase ha adquirido ya otro significado, pues con su amplia tarea de producción se va generando un perfil de materiales audiovisuales —como otro documental que he abordado previamente . Los documentales de Netflix parecen tener más presente al público que al cine mismo. Recientemente —en conversación pública con otros directores— Alonso Ruizpalacios se ocupó en reflexionar sobre la brecha entre el cine y el público mexicano, pareciendo inclinarse por reconectar con los espectadores. El camino del entretenimiento audiovisual es legítimo y puede implicar calidad y habilidad audiovisual; desde la cinefilia, sin embargo, siempre será oportuno deslindarlo de otras posibilidades del cine, como la artística.

El documental Una película de policías está disponible en Netflix.

El director Alonso Ruizpalacios. Fotografía de Desiree Navarro Getty Images.

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