En un mundo de ensueño, la oposición se presentaría a las elecciones presidenciales del 2024 unida en una amplia coalición, habiendo elegido con un método abierto y democrático a un súper gallo que además tuviera un proyecto atractivo de gobierno. La combinación de cuatro elementos ideales: unidad, método, gallo y proyecto. El problema es que, en política, los intereses, ambiciones y pasiones siempre ensucian y entorpecen todo, poniendo a las variables ideales a competir entre sí.
Por ejemplo, para algunos la unidad es la prioridad. Lo importante es la suma aritmética, las matemáticas lisas y llanas de una coalición que sume templetes para enfrentar al régimen obradorista: A + B + C. No importa tanto quién sea el candidato, cómo se elija o cuál sea su proyecto; la clave es garantizar la unidad de la coalición a toda costa, en el entendido de que la división sería letal.
Para otros, sin embargo, lo crucial es el método. No sólo por los principios democráticos que distinguirían a la oposición del dedazo obradorista, sino porque un método plural y equitativo sería, de hecho, la única manera de garantizar la unidad y tener a todos contentos. El problema es que demasiada meticulosidad en el método con tal de que sea perfectamente democrático no sólo es lento sino acaso imposible.
Otros más echan mano de nuestra historia y tradición personalísima del poder y enfatizan la importancia de un súper gallo. Un peso completo que cuente a priori con la venia ciudadana y amase por mero carisma el gran voto de castigo que parece estarse gestando. Sería una fuerza gravitacional que por añadidura atraería a los diferentes partidos de la coalición, aunque podría prescindir de ellos si tuviese suficiente potencia.
Finalmente, para algunos lo crucial es la propuesta de gobierno, sosteniendo que un programa novedoso en los temas sustanciales –seguridad, economía de bolsillo, corrupción– atraería al electorado lo suficiente para que las demás variables entren en su seno o pasen a segundo plano. El problema es que, dada la coyuntura, no hay mucho margen de maniobra para propuestas de política pública: lo crucial es salvar la democracia.
Ahí están las variables en disputa. Por supuesto, pueden combinarse de muchas maneras: puede haber unidad y súper gallo, pero sin método ni proyecto; o puede haber gallo con proyecto, pero sin método ni unidad. En fin. Desde mi punto de vista, conociendo nuestra historia y cultura política, el espíritu de los tiempos, nuestros partidos y ciudadanía, me inclino por que el aspirante puntero del partido dominante no dejará pasar a los demás. Quedará en él o ella lograr algún tipo de unidad posterior y formular un proyecto mínimo.