En realidad no aplica la muletilla de “la tentación autoritaria”. No, el señor no está tentado, empezando porque la tentación implica duda y escrúpulos, y éste es un caso de verdades reveladas. No, el señor es lo que es: una personalidad estrechísima, impulsada por una ambición sin límite, cauterizada y abierta cada día por el odio… el odio a las instituciones que no se edificaron para magrear egos magullados, el odio a quienes no se le subordinan, el odio a la inteligencia y a la cultura. La saña se explica porque la tríada “instituciones, autonomía e inteligencia” produce y abarca valores como la gobernabilidad y el equilibrio, la tolerancia y la libertad, que para él son inabordables desde sus incapacidades y su impostada moralidad.

El caso es que ya estamos en el fin del principio gracias a una campechana de cínicos, fanáticos e ignorantes, aunque también cargan el muertito quienes sí entienden y, haciéndose los tontos, se hacen o se hacían los listos. Ya no más, porque el furioso asalto contra el INE no deja reductos para disimular y todos quedan, quedamos, en descampado. Mejor así. La polarización tiene mala fama, pero si ya es un hecho, hay que asumirla y escoger un lado. Luego, si algún día las aguas se calman, vendrá el tiempo de restañar heridas, reconciliar y unir.
Hoy, no sólo estamos muy lejos de cualquier remanso, sino que viene lo peor. El movimiento sanguijuela no ha perdido el tiempo destruyendo al gobierno, eliminando contrapesos, capturando la procuración de justicia y acorralando al Poder Judicial, amarrando y enarbolando alianzas con grupos militares y con un zoológico de violencias que emergieron orgullosas de las catacumbas y ya se estrenaron electoralmente con éxito. Bien pertrechado entonces, el movimiento anuncia el golpe esencial: y no, no es una reforma electoral (“apresurada”, le parece a un dizque intelectual retrasado); y contrarreforma tampoco sirve para entender algo que, pase o no por las aduanas institucionales, es igual de simple y claro como todo lo que han hecho. Se trata de volar el sistema político para iniciar una dictadura. La propuesta formal es importante pero no es lo esencial porque, para ellos, la ley es pretexto o envoltura provisional, si acaso, pero nunca un principio político. Desde las primeras extorsiones hace ya muchos años, la vía fue la de los hechos consumados y así es como hoy llegan a la antesala del santo grial para reiterar lo que ya debiera ser obvio: “llegamos para nunca irnos, y si es por las malas, mejor”. Podrán no tener los votos para destruir al INE, tratarán de tenerlos, pero por lo pronto asumen tener ya el poder necesario para dar la puntilla. Lo que importa entonces es la declaración de guerra y esto quiere decir que, sea cual sea el resultado del proceso legislativo, ya no se detendrán.
La presidencia legítima empezó hace más de tres lustros, y la única elección libre sería la que el señor ganó. López Obrador miente pero no engaña y, a diferente escala, vendrá la extorsión de siempre, el voy derecho y no me quito de siempre. Estos años de atropello fueron sólo el calentamiento. Vendrá cochinada y media contra opositores y contra los no subordinados, contra lo que quede del instituto y lo que representa, y contra todo lo que sea un indicio de ciudadanía, la verdadera kryptonita para el movimiento. Si la marcha no es un final sino un comienzo, más vale asumirlo.
Autor
Ha colaborado en el diseño y gestión de proyectos en los ámbitos de comunicación social, política exterior, seguridad. Actualmente es director de la organización social Causa en Común.
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