De unas cuantas semanas para acá me estoy acostumbrando a vivir en la hora de Dios. ¿Cuál es la hora de Dios, preguntarán ustedes? Desde luego la que diga el señor presidente. La cosa me quedó clara cuando el secretario de Gobernación, sin ambages nos lo comunicó claro y raspado: este horario (el de ahorita) será así para siempre y ya no habrá horario de invierno ni de verano, viviremos siempre conforme a la hora que le conviene (eso lo digo yo) a Dios. Pues claro, me dije, la cosa se trata de obedecer, creer y trabajar, tal y como ordenó otro temible dictador, me refiero a Benito Mussolini.
El asunto es bastante sencillo y complicado al mismo tiempo. Ahí les va lo sencillo: al presidente le gusta que amanezca temprano y oscurezca pronto, así se siente mejor y menos culpable por no trabajar por las tardes y acostarse tempranito. Entonces, qué mejor que prolongar por siempre el horario de verano que tanto lo beneficia y complace. ¿Por qué no? Para eso AMLO es la encarnación del pueblo y si a él le queda bien, pues al pueblo bueno y sabio también. ¡Faltaba más! Eso ni se discute.
Y ahí les va lo complicado: López Obrador realmente cree que lo que piensa y decide es siempre lo mejor y que no vale la pena, en ningún caso, tratar de entender al otro. Como comenté antes, uno de sus Benítos favoritos (Juárez, Mussolini y Bodoque) ya lo expresó muy bien: los súbditos solo estamos para obedecer, creerle todo al amado líder y trabajar al máximo sin pretender jamás (a riesgo de ser aspiracionistas) ganar más que él. Nuestro primer mandatario, es la medida de todas las cosas. ¡Qué maravilla!
Y bajo esta premisa, el jefe del ejecutivo hace las siguientes preguntas a sus adormilados seguidores:
1) ¿Quién la tiene más grande? ¿Quién va a hacer la más grande? Y los lacayos suplicantes responden: usted señor presidente, usted, ni duda cabe, usted.
2) ¿Están de acuerdo con que (como lo dijimos Beatriz y yo hace algún tiempo) el sol gira alrededor de la tierra? Así mero es, señor presidente, no olvidemos que el tal Copérnico era un conservador, fifi, cretino y neoliberal, por decir lo menos.
3) ¿Es el AIFA uno de los mejores aeropuertos del mundo? ¿No es Dos Bocas un sueño (pesadilla, digo yo) hecho realidad? Por supuesto, señor presidente, obras magníficas, emblemáticas, a nadie le importa que no despeguen aviones de Santa Lucia, tampoco la inexistencia de una forma rápida y fácil para llegar a la central avionera, menos que no se refine ni un litro de gasolina en la Refinería Olmeca. ¿A quién le importan esos pequeños detalles? Solo a los oligarcas ¿o no?
En resumen, las cegueras social y gubernamental pintan mal y la única forma de darle estabilidad y crecimiento a la democracia en México y en el mundo (ahí viene otra vez Trump y ahí están reproduciéndose las ultraderechas en Europa) es con una ciudadanía consciente y participativa. Es decir, tenemos que ser capaces de tomar decisiones inteligentes, racionales, basadas en hechos y datos y no en discursos embaucadores. ¿Estamos preparados para ello?
Perdón por mi visión psicológica sobre lo que está sucediendo a nivel político y social en nuestro país. Individuos con una personalidad mejor estructurada, humanos capaces de vincularse con el otro y con nuestro entorno darían como resultado una ciudadanía alerta que podría defenderse mejor ante la intención de los poderosos por someternos. La inconformidad y la capacidad de desafiar a los autoritarismos es una muestra de madurez psicológica y de esa tan debilitada inteligencia social que se opone a la conformidad automática.
No me vengan con el cuento autoritario de que un hombre es la voz del pueblo y que su palabra es la de dios. De nosotros depende todo.