
Si un personaje ha persistido en mis recuerdos y predilecciones desde la infancia, es el de la bruja; si existe un tobogán que me lleva de vuelta a casa, es la comedia de situación; esos viejos programas que veía por la tarde con mis hermanos. Ese gran himno norteamericano a la familia. Y claro, uno se nutre de lo que consume, así que comparaba a mi propia familia con las de la tele, que resultaba ser un híbrido entre los Locos Adams y La Familia Burrón, esta última una historieta que desvelaba los vicios de mi nación.
Mi experiencia con los comics se reducía a aquellos que no eran propiamente de superhéroes, me gustaban los asuntos del corazón como Susy, o la disputa de Betty y Verónica por Archie, lo otro era muy “masculino”. Confesar eso se vuelve hoy un pecado anacrónico, pero es la puritita verdad, soy hija de mi época, me apasionan las pasiones, de todas las tramas que he vivido y vivo, las amorosas, románticas y familiares me son centrales. Alguna vez escuché decir a una de mis amigas que el mejor día de su vida había sido el día de su titulación, le creo, pero me parece que su sentencia es políticamente correcta, acorde a las aspiraciones y sueños más razonables, más “feministas”. Yo también disfruté el día de mi titulación pero fue intenso porque mi trabajo versaba sobre el amor.
Soy kitsch, qué se le va a ser, y defiendo el derecho de construir la identidad a gusto, reconociendo el enclave de nuestros vicios, de nuestras limitaciones y de nuestra particular historia. Tengo otras amigas que temen hablar conmigo sobre micromachismos o feminismo, creo que realmente les parezco una bruja que destruye su mundo de princesas y las incita a mirar con suspicacia a sus maridos.
Como he contado mil veces, yo me posesioné del personaje de Hechizada, me fascinó la posibilidad de una bruja domestica, cumplía con mil roles que aspiraba al tiempo que podía alterar la realidad a su antojo. Su evolución es sin duda Wanda (La bruja escarlata) que presenta valores importantes en el desarrollo del arquetipo femenino mediático muy de la era MeToo. La descendencia es clarísima y transparente, transluce en los homenajes del mismo programa.
Mujeres atrapadas en la TV
En el primer episodio de la serie de Marvel, se aborda el homenaje a “I Love Lucy”, un programa radial que saltó a la pantalla, y aunque Lucy no es una bruja, es una mujer empoderada. La comedia de situación (sitcom) es el género pionero que dominará la oferta televisiva desde los cincuenta. La temática se desarrolla en un recinto cotidiano: la casa familiar, la cafetería del barrio, etc. La familia es el centro tanto para representarla como para cuestionarla. El universo Marvel atrapado en un televisor casero nos obliga a revisar las series por décadas en un guiño conocido, el rerun que deleitó nuestra infancia. Sólo que esta vez, se trata de la parodia del género.
El espacio en la SitCom es limitado, mayormente la sala de estar y se presume que la “cuarta pared” entre el público y el escenario se halle muchas veces en un televisor imaginario que sirve de mediador entre el universo de ficción y la “realidad”. Su espacio narrativo es lo cotidiano y las grandes amenazas provienen del vecino. Los efectos especiales se reducen a risas y aplausos de los espectadores en el estudio y posteriormente grabadas para hacer presente la figura del observador.

Para los baby boomers “there’s no place like home” las guerras, la Depresión, hacían de casa el paraíso perfecto, de la familia, los cómplices ideales y del consumismo, un remanso de placer, gratificaciones en contra del comunismo amenazante. Westview, el mundo de Wanda (el nombre implica su crítica, la imposición ideológica a través de la narrativa de la visión occidental), es el cosmos creado por una bruja/heroína nostálgica que tras luchar incansable y perder a su pareja e hijos, decide confinarse en las narrativas de la infancia estableciendo una “cuarta pared” gigante”, un cristal líquido que divide el anhelado refugio familiar del pesado mundo “político” y bélico. No es fácil ser heroína.
A mediados de la década de los sesenta la autoridad patriarcal se pone en crisis, los anticonceptivos son de uso común y se prefiere hacer el amor a la guerra. Las mujeres jóvenes se convirtieron en una audiencia deseable, no como esposas o madres, sino como estudiantes universitarias y profesionistas. La nueva mujer veía en los seriales a sus madres que se convirtieron en modelos a evitar. La bruja como símbolo del misterio y poder femenino es una historia que conmueve a quienes festejamos el hecho de haber nacido mujeres, es también un recordatorio de la injusticia que se cometió por ese mal comprendido poder.
Por lo anterior era obligado el tributo de “WandaVision” a “Hechizada” (Bewitched). Esa serie reflejó, para su época, una nueva postura ante la mujer, las parejas transraciales y la configuración familiar. Tanto Lucy como Samantha representan el rol del ama de casa aparentemente tradicional pero son la figura más dominante en su pareja matrimonial. En “Hechizada” la sumisión es voluntaria, ella tiene todo el poder; es quien termina por detonar la narrativa y resolver cada episodio. Además desafía a sus padres y a su sociedad al casarse con un “mortal”. La música de entrada de WandaVision en este capítulo, nos recuerda a “Mi bella genio” (“I Dream of Jeannie”). Westview comienza a colorearse, justo las series aludidas marcan la transición al tecnicolor. También podemos percibir desde los créditos, un homenaje a “Los Supersónicos” (“The Jetsons”), la versión futurista de “Los Picapiedra”. El mundo de “Los Supersónicos” se sitúa en el año 2062 y fue el primer programa de la cadena estadounidense ABC que se emitió en color. El economista Jeffrey A. Tucker escribió en 2011 que se “…distingue en la ciencia ficción por el hecho de que es un intento poco común en este género que realmente logra predecir el futuro”: su tecnología se ha convertido en algo común, nos comunicamos a través del chat de video en pantallas planas; los robots se han hecho cargo de muchos trabajos; la comida se puede preparar con sólo tocar un botón.

Para la tercera entrega, “WandaVision” hace homenaje a las familias de los 70, “La familia Patridge” (“The Partridge Family”) o La familia Brady” (“The Brady Bunch”). En esta década, las mujeres tenían opciones económicas distintas al matrimonio, y el estilo de vida de los solteros se volvió aspiracional. Surgieron nuevas propuestas de asociación familiar: compañeros por voluntad y sin acreditación legal, amigos o compañeros de trabajo. A pesar de que el rol femenino ha presentado cambios, la SitCom es una discurso tradicional y las familias aquí representadas presentan alternativas que pretenden la estabilidad, no importa que no haya padre o que la familia sea la reconfiguración de dos familias previas.
Es importante en este tributo, la alusión a “El Show de Mary Tyler” (“The Mary Tyler Moore Show”), que fue una serie innovadora: se basó en el movimiento feminista de la segunda ola y abordó temas como la igualdad de remuneración en el lugar de trabajo, la infertilidad e incluso la adicción. Cerramos el episodio recordando a los Monkees con su canción “Daydream Believer”. Claro indicio de que estamos en un mundo onírico creado por una hechicera.
Los programas “I Love Lucy“, “Bewitched” y “The Mary Tyler Moore Show” colocan a sus protagonistas en una posición de poder en la esfera doméstica. Lucy forja con confianza su propio camino, y hace de la risa una forma de sobrevivencia. Samantha y su madre Endora poseen un poder del que carece el esposo Darrin, son independientes y pueden cambiar el mundo con su magia. Los maridos de estas protagonistas no tiene miedo de parecer tontos, y las mujer a menudo tiene el control.
La cuarta entrega nos remite a los ochenta y concretamente a las series: “Growing Pains” traducida como “¡Ay! cómo duele crecer”, “Lazos de familia” (“Family Ties”) y “Full House” traducida como “Tres por tres”, donde justamente trabajaban las gemelas Olsen hermanas mayores de “Wanda” Elizabeth Olsen. Wanda y Visión se intentan ocupar de sus gemelos, que crecen varios años en un instante, quizás mostrando hiperbólicamente la rapidez que experimentamos desde entonces.
En el sexto episodio con temática de Halloween, el programa rinde homenaje a comedias del 2000. El tema principal es “Malcolm in the Middle” o “Malcolm el de en medio”, se alude a las “Gilmore Girls” que presenta las tribulaciones de una madre soltera y su hija. En las referencias apuntan a “The Office” y “Modern Family“. Esta última como hemos comentado en artículos previos, muestra una modernidad pretendida porque el patriarca sigue siendo el personaje más poderoso de la serie, y aunque se abordan temas como la homosexualidad y los migrantes, los roles siguen configurándose a partir de la tradición.
Un último momento del programa representa un salto al pasado de nuevo, regreso a los 70 con Agatha Harkness revelándose en franco homenaje a los Munsters.
El choque de dos astros: Comic y Sitcom
La habilidad del mundo Marvel conquista a varias generaciones, y a espectadores diversos, al entrecruzar dos universos narrativos: el mundo de los comics y el mundo de la SitCom. Con ello también “limpia” su imagen machista mediante la promoción de una heroína poderosa, dueña de su propia historia. Sin embargo, la nostalgia la hace volver a casa en una suerte de añoranza por la vida familiar, la búsqueda de todo aquello que ha perdido, amor, hijos, etc. Tenemos la encarnación de múltiples alteridades: mujer, migrante y temperamental. Su físico todavía corresponde a la tradición pero la inclusión del personaje de Mónica Rambeau hace que se pueda palomear la deuda racial.
Wanda Maximoff (Elizabeth Olsen) fue presentada en “Avengers: Age of Ultron” de 2015 y regularmente se la mencionaba como una de las Vengadores más poderosas. A pesar de eso, sólo fue personaje secundario hasta encabezar su propia serie. La bruja escarlata, era una adolescente angustiada, problemática y superpoderosa con una historia muy trágica. Proviene de un país ficticio de Europa del Este llamado Sokovia, tenía un hermano gemelo llamado Pietro, también conocido como Quicksilver pero murió, trágicamente. Los poderes de Wanda están ligados a lo emocional y al control de las percepciones. Sus poderes extremos aterrorizan al mundo Marvel. En definitiva ella no es una mujer “objeto” y su poder provienen del vetado mundo femenino de la emoción. El “objeto” aquí es el marido.
Vision es un androide agradable y educado creado por Ultron, o por Tony Stark. Gracias a Wanda, puede parecer humano, almas gemelas en su condición de extranjeros respecto de esos héroes yanquis con la bandera de capa o calzón. Pero Vision murió, y el duelo de Wanda se ha convertido en un delirio de televisión.
La caja de las historias
El centro de la serie estadounidense es siempre la familia, la experiencia con la que prácticamente todos los espectadores pueden relacionarse. George Lipsitz académico de la Universidad de California acuñó el término “apropiación falsa de recuerdos” que sugiere que un programa de televisión puede ser popular debido a que representa el pasado que la gente desea. Estoy convencida que uno puede rastrear su infancia, sus aspiraciones, a través del relato de su programa favorito; qué les puede decir una niña que creció y estudió publicidad, se pinta el pelo de rubio y, de vez en cuando sale a volar con una escoba.
En el penúltimo episodio de la temporada, Wanda nos muestra la caja de series de televisión que veía su familia para evadir las vicisitudes de la guerra, las hostilidades “políticas”. Cada una de estas narrativas fue bálsamo para su sufrimiento, por ello decidió convertirlas en morada; retornar al mundo de casa y no a la peripecia violenta de su origen de heroína ¿Tradición o nostalgia?

Los domingos en mi casa, cuando éramos más pobres y mis papás se llevaban mejor, íbamos temprano a la librería Gandhi, mi papá (ese que querré siempre pero se evaporó con la tristeza y la violencia) nos hacía comprar un libro, el que quisiéramos. Luego íbamos a un restaurante que se llamaba Queso Pan y Vino y comprábamos una torta. Atravesábamos en el mismo centrito comercial a la panadería El Globo, antes pasábamos por una fuente que estaba en medio y tirábamos una moneda para pedir un deseo. En la pastelería se pisaba un tapete mágico que abría las puertas de cristal y elegíamos nuestro pastel, siempre nos regalaban un globo y salíamos felices. De ahí nos íbamos a la casa a ver muchos programas de televisión. Mis hermanos y padres ya no están conmigo, pienso como consuelo que tal vez se fueron a vivir al mundo de la televisión.
No estoy sola, tengo un hombre increíble que me enseña que la nostalgia no es un vicio de viejos, sino una caja de recuerdos que se detonan con canciones y con historias. No estoy sola, tengo dos hijas heroínas que me muestran el camino futuro de la mujer que no seré. Confinados en casa, nos replanteamos mañanas, nos atrincheramos en los confines de nuestra propia sala de televisión y envejecemos, cada quien a su paso, cada uno en su etapa.
La televisión es para mí y para muchos, un refugio, la caja de Wanda, nuestro muy particular Westview, ideología o no, feminismo o sumisión, colonialismo de importación. Tal vez en algún punto de la narrativa ni tan allá ni tan… con Wanda, buscando proteger a los míos detrás de la pantalla o la ventana, contándonos o viendo historias para que no nos duela la partida.