A partir de vivir la experiencia como docente en un programa de capacitación a profesores de preparatoria sobre Educación y TICs (Tecnologías de la Información y la Comunicación), quisiera compartir varias reflexiones.
Primero planteo algunas interrogantes: ¿Realmente creemosque la educación puede transformar la situación de desigualdad e injusticia educativa?; ¿en qué medida creemos que la educación puede ser motor de cambio?; ¿por qué reunirnos en un espacio virtual de formación docente?; ¿cómo promover prácticas docentes genuinas, significativas?; ¿cómo fomentar el aprendizaje colectivo?¿Nos interesa verdaderamente descubrir al otro?
Los espacios virtuales por sí mismos no tienen capacidad de transformación, son una herramienta que en función de quiénes y cómo la usemos puede ser un poderoso recurso de cambio y aprendizaje. A primera vista pueden aparecer como desventajas de las TICs el hecho de que se nos presenten como un entorno frío y distante; incluso pueden dar la impresión de que facilitan la simulación del aprendizaje; quizás hasta pueden parecer un recurso muy elitista al quedar fuera de su uso quienes no tienen acceso a una computadora o a Internet (que por cierto es la mayor parte de la población mundial y finalmente la creencia de que es posible sustituir con las tecnologías “la presencia física humana”, siempre tan necesaria en el vínculo pedagógico.
Actualmente las TICs forman parte de la vida social, nos guste o no. Las escuelas no pueden negarlas ni tampoco a los cambios estructurales donde se reconfiguran las relaciones sociales, el conocimiento, los roles establecidos. Estamos en presencia de una revolución tecnológica en el plano de las nociones básicas que configuran a una sociedad. Por lo tanto, es imprescindible pensar en las TICs. Podemos reconocer lo novedosas que resultan en cuanto a su esencia (formatos, modalidades, materiales, lenguajes) pero es importante no limitarnos a ello. En el campo educativo las nuevas tecnologías vinieron para interpelarnos, desafiarnos y poner de manifiesto el modo en que aprendemos, enseñamos y evaluamos dentro de una nueva configuración social.
Respondiendo a las preguntas iniciales es de conocimiento público que conviven dos paradigmas en educación: el tradicional y el emergente. Ambos dialogan entre nosotros, se cuestionan e interpelan: estamos en plena transformación, por tanto no hemos dejado de ser aquello que éramos ni tampoco somos todavía algo nuevo. Estamos siendo.
Respecto del carácter elitista de las TICs, tengamos en cuenta que al analizar los modelos educativos, procesos de enseñanza y estrategias de evaluación, salta a luz la mixtura que encontramos en las prácticas educativas cotidianas donde no todo es tradicional o innovador, ni general, ni particular o específico. La totalidad está compuesta por un poco de todo. Pero que así sea no implica que lo dejemos librado al azar. Será nuestra tarea ir buscando comprender la importancia de analizarnos, repensarnos y hacer comunes estos planteos con los actores implicados en la educación. Será nuestra tarea como educadores “(…) referenciar nuestras prácticas, transparentando los anclajes que las sostienen”, según Susana Celman. La autora elabora la idea de transparencia “(…) como cualidad propia de una evaluación democrática. Poner en común referentes, criterios, líneas de acción y valoraciones por las que se opta en los diferentes momentos de construcción de las propuestas educativas, es a la vez requisito y condición de posibilidad para un praxis ciudadana (…) es intentar construir prácticas evaluativas en las que se pueda visualizar y discutir intencionalidades, enfoques y posturas. Ser transparente en educación es exponer, en el espacio público de la escuela, razones, referentes y criterios que sostienen nuestras decisiones como docentes. Ser transparente… implica un ejercicio permanente de descentralización donde se abren al análisis y la construcción conjunta las decisiones y acciones evaluativas que cotidianamente no son puestas en común”.
A dicha discusión Paola Roldán sostiene que “pensar la noción de inclusión en sentido débil sería el gran riesgo al integrar las TICs en la trama curricular. Asignarles el valor de instrumentos novedosos, medios que por sí solos promueven la participación, medios que por sí mismos garantizan el acceso democrático al conocimiento, serían apreciaciones peligrosas que potenciarían el sentido débil legitimando las diferencias. Es decir, si la inclusión de las TICs no garantiza una reestructuración en la manera de entender el conocimiento que se enseña, los modos en los que los alumnos aprenden y las formas de evaluar esos saberes, no podríamos considerar principios de justicia…”
No podemos descuidar pensar en el modo en que se construye el conocimiento, qué se entiende por rol docente-alumno, nociones de control y poder. Pensar en la justicia en términos de Connell es atreverse a pensar en “(…) un curriculum contrahegemónico diseñado para materializar los intereses y las perspectivas de los menos favorecidos. (…) En primer lugar, para garantizar la justicia social no sirven los curricula de guetos. Los curricula separados y diferentes tienen cierto atractivo, pero dejan intacto el curriculum hegemónico en vigor. La justicia social requiere cambiar de punto de partida para reconstruir la corriente principal, de forma que encarne los intereses de las personas menos favorecidas. (…) La justicia curricular requiere proyectos contrahegemónicos que abarquen toda esa variedad”.
De ahí la necesidad de desarrollar un pensamiento crítico. Ya que cuestionar es preguntarnos sobre nuestro origen y nuestro destino: ¿Cómo nos enseñaron a enseñar? ¿Cómo imaginamos la educación del futuro?. Buscamos algo sabiendo que aquéllo que buscamos no es alcanzable, es tan solo una brújula que nos permite avanzar.
Subrayo entonces la importancia de adquirir nuevos conocimientos, de reconocer nuevas maneras de aprender, enseñar, ser y crear. Intuyo que justamente así se forja la libertad: mientras más opciones podamos visualizar, más capacidad de elección tendremos y así seremos más libres. Por tanto hay que impulsar una discusión que también es política; o al menos provocar el interés por redescubrirnos a nosotros mismos, y en ese camino encontrarnos con el otro.
Opino que quien se dedica a la docencia y quiera desarrollar sus herramientas de enseñanza multiplicará sus capacidades si se atreve a explorar por vez primera aquello que le parece desconocido. Sobre todo si estamos interesados en descubrir al otro, ese que además muchas veces es un niño o un joven.
Finalmente quisiera defender la contradicción como necesario motor de transformación; por un lado por ser un terreno fértil donde podemos explorar las diferentes topografías y paisajes que nos invitan a caminar de formas diferentes cada vez. Por otro lado, la contradicción es esa monstruosa criatura que nos llena de preguntas; sin embargo, es en ese preciso momento donde se origina el impulso creador.
Es natural que las personas le temamos a lo desconocido, a lo que no comprendemos. Propongo comenzar a concebir el miedo como brújula, como desafío, como posibilidad de cambio. Sin ir más lejos, las mariposas inician su vida en un huevo. La larva sale del huevo, se alimenta y cambia de piel para burlar a sus depredadores. La oruga dentro de la crisálida se licúa. Después del largo proceso, la crisálida se abre y emerge la mariposa. Si el medio lo permite y somos incansablemente valientes, tal vez resistamos la transformación.