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lunes 23 diciembre 2024

“Sin adornos”, una entrevista con Bibiana Camacho

por Mixar López

De botas Martens y la falda lamiéndole los gemelos, subiendo entalladamente por el cuerpo, ese cuerpo esbelto de las bailarinas de danza contemporánea: “el cuerpo firme de las bailarinas / que nos está llamando / hacia un pulso interno / un techno imaginario”, como cantan los ‘Laika Perra Rusa’.

Su nombre es Bibiana Camacho, pero en el Underground la conocen como Jenni Jiménez; su prosa es como un cuchillo ‘Ghinzu’, que entre más corta más se afila (todo depende de cómo lo uses), pero ella dirá que no tiene adornos ni florituras; un cuchillo sin dientes que representa la belleza de lo siniestro, el erotismo escondido en el desastre, matizado de espejismos.

La narrativa de Bibiana Camacho es una tormenta emocional que enciende e ilumina un paisaje de sufrimiento individual… Pero luego continuamos bailando y dejamos de ser lectores. “El tiempo ya va llegando / al abismo denso de las bailarinas / y nos está convocando / a tomar zarpados cielo por asalto”, rematarían los “Laika”.

Bibiana Camacho (Ciudad de México, 1974) es  escritora y editora contemporánea, conocida por sus novelas: Tu ropa en mi armario (2010), Tras las huellas de mi olvido (2010), La sonámbula (2013), Lobo (2017) y Jaulas vacías (2019).

Converse con esta singular escritora sobre sus memorias, sus referentes y su quehacer editorial y literario.

¿Por qué te decidiste, en un inicio, por la carrera de Lingüística Hispánica, qué te ofrecía esta carrera?

En realidad fue una maestría. Yo estudié Ciencias de la Computación, porque pensé que eso me garantizaría trabajo. Y de hecho empecé a trabajar en eso mucho antes de acabar la carrera,  pero nunca me gustó. Luego me di cuenta que los sistemas informáticos se relacionaban con los lingüísticos y por eso decidí hacer esa maestría. Pero luego descubrí que tampoco me gustaba tanto.

¿Cómo fue tu ingreso a las filas de edición en la editorial Cal y Arena?

Fue gracias a Delia Juárez, que a veces me invitaba a trabajar con algún libro. En Tusquets sí trabajé de planta como editora.

¿Qué plumas rememoras más de haber publicado en “El Salario del Miedo”?

Sin duda el ‘Cuaderno 01’: “Nadie es inocente”, en donde se recopila periodismo policíaco retro.  Me la pasé horas en la hemeroteca, actividad que disfruto mucho. Descubrir y reconstruir grandes historias como la de Elena Garro, ahí incluida.

Y por supuesto, me encantó trabajar con autores que a mi modo de ver aportaron originalidad y gran calidad: Leonardo Tarifeño, Gerardo Lammers, Fernanda Melchor y Georgina Hidalgo

¿Qué representó para ti –y el movimiento editorial en México– la revista de rock y literatura Letras Explícitas, de Moisés Castillo?

Un gran proyecto, con personalidad propia y propuestas de calidad. Es una lástima que no exista más.

¿Cuál era tu labor en el programa de televisión “La Otra Aventura”, de Rafael Pérez Gay?

Todavía seguimos trabajando juntos. Llevamos haciendo el guión desde que inició el programa y no hemos parado. Rafael me dice el tema y yo lo desarrollo a partir de lecturas relacionadas, después se lo paso y él lo completa, lo modifica o lo que crea necesario.

¿Jamás regresaste a la Danza Contemporánea?

Sigo bailando, religiosamente todas las mañanas. No sé qué haría sin mi clase. Incluso ahora en el encierro procuro ser disciplinada.

¿Qué quedó en ti de esta disciplina?

La importancia, del espacio, del movimiento y sobre todo el conocimiento del cuerpo; lo que te puede decir un cuerpo que camina, que baila, que se convulsiona. Los cuerpos y cómo se mueven hablan mucho de las personas: timidez, alegría, miedo, furia, vulnerabilidad. El cuerpo no esconde nada y cuando lo hace, se nota más.

¿Cómo surgió el relato “El Intruso”, en donde una mujer, sin percatarse, aloja en su departamento a un hombre; argumento muy parecido al de la novela Rabia (2004) de Sergio Bizzio?

Surgió de una pesadilla, de escuchar cosas en la noche. Supongo que siempre he sido muy susceptible a presencias. En esa pesadilla había alguien que vivía conmigo, pero jamás lo veía; sólo lo escuchaba trajinar por el espacio.

¿Cómo describirías tu prosa?

Sin adornos ni florituras.

¿Cómo te documentaste para el personaje de Felicia, del libro Lobo (Almadía, 2001)?

Un tiempo fue asistente y aspirante de investigador en el Instituto de Investigación Filológicas de la UNAM. No te imaginas con la de personajes que me topé que me inspiraron para el personaje de Felicia.

¿Qué música escuchabas mientras escribías este libro?

Escuché mucho a Coltrane, pero también hubo mucho silencio. Creo que en dosis similares.

¿Por qué el tema del sonambulismo, que asiste en varios de tus libros?

Tuve una temporada de niña que fui sonámbula, también tenía problemas para respirar y pensaron que era asmática. Pero al final creo que todo era producto de la ansiedad y del miedo. El sonambulismo lo recuerdo como algo nebuloso, casi como si no me hubiera ocurrido a mí. Sin embargo a veces, ya de adulta, me he sorprendido levantada sin saber cómo llegué ahí o en diálogos caóticos e interminables mientras duermo. Supongo que la sonámbula sigue ahí.

¿Jaulas Vacías brota de tu estadía como residente de la Colonia Centro de la Ciudad de México, específicamente en la calle de Bucareli?

En realidad el que está más relacionado con Bucareli es precisamente el libro La sonámbula, donde incluso hay personajes inspirados en algunos de mis vecinos. En ‘Jaulas vacías’ ya queda muy poco de esa parte del centro, acaso un cuento solamente.

¿Si la esperanza es el sueño del hombre despierto, como decía Aristóteles, cuál es la ilusión del hombre sonámbulo?

La certeza del vacío.

¿Qué estás escribiendo ahora?

Se llama Sangre nueva, era un cuento pero parece que se rebeló y se está convirtiendo en una novela sobre el alcoholismo, el amor y la locura.

 

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