Los lectores están al tanto pero repitamos para introducir: el Consejo Nacional para Prevenir la Discriminación (Conapred) invitó a Chumel Torres a un foro sobre racismo y clasismo, la “primera dama” se quejó y presionó, y el Consejo canceló el foro. Todo mal: Chumel –personajito sin aportes- no debió ser uno de los invitados a debatir sino acaso ser uno de los debatidos, la señora no debió grillar al comediante sin méritos sino demostrar y refutar X o Y errores, y el Consejo no debió cancelar el foro una vez confirmados y anunciados los participantes.
Mónica Maccise ha cometido un doble error: de una invitación sin justificación plena, para ir de alguna forma contra la discriminación, pasó a una cancelación sin justificación verdadera alguna, para terminar yendo contra la libre expresión. La libre expresión del invitado que pudo ser violada sólo por la primera decisión de Maccise, y efectivamente violada por la segunda. Porque a) el foro fue cancelado para que no hablara el tal Chumel, lo que es un tipo de censura, y quedara satisfecha doña Beatriz; b) no invitar al tuitero no habría violado su libertad de expresión sino que la hubiera dejado en el mismo estado en que se encontraba antes de la invitación. Conviene ser insistente: ya invitado y confirmada su asistencia para hablar, echar abajo el encuentro para que no pueda hablar es un acto contra la libertad de expresión de Torres en dicho encuentro, fragmento espacio-temporal de libertad de expresión que se había creado y prometido para él por parte del Consejo. Todo lo que ha sucedido, y todo lo que le ha costado al Conapred, tiene como condición de posibilidad a la desatinada Maccise.
Lo que ha rodeado y acompañado las malas decisiones tomadas en el Consejo es la enésima prueba de la idiotez de la “discusión” pública mexicana. Idiotez como falta de razón y profundo déficit de ciudadanía crítica. El presidente López Obrador –en una desagradable combinación de grillo y quinceañero, de político mezquino y adolescente vengativo- mintiendo sobre no conocer un Conapred a cuya titular designó y a la que ha desprestigiado al desprestigiar al Consejo. Golpe bajo al que, no obstante, dio pie la misma que lo sufre en primera fila, Maccise. Los obradoristas haciendo lo suyo: defendiendo como sea lo que sea que haga el presidente. Hemos visto como siempre a los de siempre: ejemplo individual: Estefanía Veloz, la pobre que cree que siempre piensa y actúa progresistamente, diciendo que no se necesitan instituciones para combatir y prevenir la discriminación, con lo que –sin darse cuenta por su abyección- está diciendo que el Estado no debe hacer nada contra la discriminación, ni con leyes ni con organizaciones, por lo menos mientras AMLO sea el presidente; ¿cómo puede ser de izquierda esa postura, cómo puede no ser irracional?; ejemplo masa: los tuiteros del obradorismo diciendo que el Conapred no sirve para nada, que es lastre neoliberal y que “vale madres” que lo haya fundado don Gilberto Rincón Gallardo porque es “ese que recibió hueso de Fox”. No es que yo diga que el Consejo sirve tanto como debería servir, y en eso se incluye lo que va de 2020, pero que su servicio público sea nulo e imposible y su maldad mucha es una mentira. Mentira como “argumentar” que para corregir problemas en ciertos órganos del Estado mexicano hay que matarlos: si los matas no corregiste nada en ellos, no les mejoraste nada, los mataste; esta ideología selectiva de “muerto el perro se acabó la rabia” es, además de mentirosa, la vía al debilitamiento colectivo y control personal de la “perrera”, no a su arreglo y fortalecimiento. Y, como siempre también, tenemos la contradicción obradorista en el orden de recursos humanos: los obradoristas Alfonso Durazo y Alejandro Gertz también recibieron “hueso” de Fox, así como el semiobradorista Muñoz Ledo, y en el Conapred trabajaron Ricardo Bucio (presidente) y Hernán Gómez Bruera (coordinador de asesores de una ex presidenta, durante el sexenio de Peña Nieto), el primero es hoy colaborador de Olga Sánchez Cordero y el segundo comentarista obradorista.
No es todo. Los obradoristas de closet u ocasión como Genaro Lozano han entrado al espectáculo. Lozano mudó de elogiar al Conapred, colaborar con él, alabar a Alexandra Haas y pedir la llegada de Maccise a castigar al Consejo porque Bucio –el colaborador de la actual secretaria de Gobernación- fue “complaciente a” (sic) Felipe Calderón y su oposición al matrimonio civil igualitario, tema-propuesta al que también se opone el falso progresista López Obrador. Como se opone a la legalización del aborto y de las drogas. Pero Lozano sigue siendo bastante timorato y complaciente con este presidente, tan socialconservador como Calderón. Es cierto, como dijo Gabriela Warkentin, que algunos que están defendiendo al Conapred antes lo tenían olvidado, pero también es cierto que otros que lo defendían lo olvidaron, y ninguno de ellos tiene razón. Y así, una parte del “debate” público mexicano sigue siendo como el falso politólogo que es Lozano (porque carece de análisis y de obra propiamente politológica): débil, superficial, inconsistente, mustio, convenenciero, hipócrita, con apariencia de seriedad y profundidad. Otra pequeña parte es la racional y verdaderamente crítica. La mayor parte de la “deliberación” que ocurre en medios y redes sociodigitales simplemente es idiota. Con toda su violencia, sus insultos, sus mentiras, su incapacidad. Toda su inutilidad y todo su daño. Lo que ha sucedido sobre un foro del Conapred lo ha demostrado –por si faltaba demostración.
Seamos justos: López Obrador no es el único que achatarra el intercambio público; si éste anda tan destartalado son culpables también otros políticos, otros gobiernos, los tuiteros de todo signo que van por ahí dejando insultos sin rebatir nunca nada, los ciudadanos clasemedieros que sólo quieren ver videos o no leer nada que no sean tuits, los derechistas que quieren ver chavismo en todo sin entender, los académicos que prefieren recluirse en su “torre de marfil” a hacer el menor intento de contribuir a la mejora de la esfera pública, los periodistas que se encierran orgullosamente en su imprecisión conceptual si sirve para magullar al enemigo, y hasta los medios que reclutan articulistas y opinadores con base en meros contactos tuiteros. No dije que todos los ciudadanos, tuiteros, académicos y periodistas sean agentes antideliberativos, dije que muchos y que no sólo AMLO. La deuda del público mexicano con su misma esfera de lo público es una deuda grande que está lejos de saldarse.