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miércoles 06 noviembre 2024

Recomendamos: La apuesta por la polarización y los ‘talibanes’ mexicanos, por Francisco Garfias

por etcétera

En sus primeros tres años de gobierno, el presidente López Obrador le ha apostado a la polarización para afianzarse en el poder. Confrontó al “pueblo bueno” con “la minoría rapaz”. Fustigó el “racismo y el clasismo” de la clase media que, en buena parte, ayudó para que llegara a Palacio Nacional. Anatemizó la inversión extranjera, cambió reglas a su antojo; se burló de medios críticos, descalificó a periodistas que no le aplauden, patentó la frase “yo tengo otros datos” —que nunca presentó— para evadir la realidad. Palabras como reconciliación y unidad nacional no están en su diccionario. Y todo indica que tendremos el discurso de odio tres años más.

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Es la hora que no se ha reunido con ninguno de los líderes de la oposición. Algo normal en países democráticos. Pero esto no va con su carácter excluyente. Mucho menos es de su agrado que militantes o simpatizantes de Morena —que los hay— se conviertan en promotores del diálogo y la unidad. Los morenistas que lo hacen son vistos con desconfianza por el sector más radical del partido en el gobierno, incluido el mero mero. Los miran como rivales, los tratan de “traidores”. Borran sus nombres en discursos sobre el 2024. Me refiero a los radicales que se agrupan alrededor de Claudia Sheinbaum, la consentida de AMLO, de cara a la elección presidencial. Los Batres, los Bejaranos, Citlalli, Rocío… todos los que le gritaron a la jefa de gobierno en el Auditorio Nacional “¡presidenta!, ¡presidenta!”, en la celebración del tercer aniversario del triunfo de AMLO. Ese grupo trae la sartén por el mango. La simpatía de López Obrador los fortalece. No quieren ni oír hablar de una posible postulación de Ricardo Monreal o de Marcelo Ebrard en el 2024. “Huelen a PRI”; “tienen alianzas con el pasado”, dicen. Son, para los talibanes de Morena, el Caballo de Troya del conservadurismo.

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Sabemos que el discurso conciliatorio que pronunció el presidente del Senado, Eduardo Ramírez, en su primer y único informe legislativo, fue motivo de críticas en el ala dura del partido. Ramírez tuvo buena convocatoria. Alrededor de 200 personas entre gobernadores entrantes y salientes, embajadores, legisladores… Los talibanes de Morena se han encargado de hacer correr la versión de que ese acto, celebrado en la vieja casona de Xico, fue organizado para “placear” a Monreal.

Fuentes nos aseguran, además, que no fue del agrado del presidente López Obrador que Ramírez pronosticara, antes de las elecciones, que el grupo de Morena no alcanzaría, por sí solo, una mayoría simple en San Lázaro. Mucho menos una mayoría calificada, ni con sus aliados. El senador Ramírez lo hizo para hacer ver a la secretaria de Gobernación, Olga Sánchez Cordero, la urgencia de que se enviaran al Congreso las iniciativas de ley más importantes para el gobierno, antes de que los ciudadanos fuesen a las urnas.

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El abierto respaldo de AMLO a Sheinbaum hace muy complicada la postulación de otros morenistas que han levantado la mano para el 2024. Ebrard y Monreal saben hacia donde apunta el dedo del Presidente. Eso abre la posibilidad de que alguno de los dos busque la candidatura presidencial, vía alianzas con el MC, el PVEM y el PT. Los dos saben de los agravios que Alberto Anaya, patriarca del Partido del Trabajo, trae con Morena: el regateo de recursos para los Cendis (estancias infantiles de ese partido), el desafuero del diputado Mauricio Toledo, el maltrato en el reparto de candidaturas de la coalición Juntos Haremos Historia. Monreal y Marcelo han apapachado al PVEM. Dante Delgado, hombre fuerte del MC, tiene una relación estrecha con el senador, quien podría dejar Morena si lo siguen maltratando.

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