Una semana después de las elecciones de 5 de junio, la escritora Sabina Berman intentó explicar los resultados de esos comicios, a través de una trama inverosímil, descalificaciones, mensajes velados y conclusiones simplistas y dogmáticas.
Según relató en su columna del 12 de junio, Paco, el hombre que cuida su jardín, oriundo de Hidalgo, tenía en claro que su voto debería ser para Morena aunque ni siquiera supiera el nombre del candidato a gobernador. ¿La razón? el dinero que reciben su madre, su suegra y su sobrino en ayudas sociales y que en conjunto, suman 18 mil pesos mensuales.
“Si alguien se enferma, ya no es una tragedia, si alguien pierde el trabajo, ahí está ese colchón para que no pase hambre. Como ni una ni otra cosa han sucedido, con los ahorros de tres años, la familia de Paco compró en su pueblo una casa y la convirtió en un café-internet. Una larga mesa de plástico y cinco computadoras”, escribe la dramaturga.
Refiere que al contar esa historia en una mesa de análisis político, no dice en dónde, sus “sesudos” interlocutores, a los que nunca identifica, se le fueron encima a Paco al calificarlo como clientela electoral de un gobierno demagógico y populista. Sólo ella, fue capaz de comprender las motivaciones de quienes sufragan por el partido en el poder.
Por eso, dice, su jardinero nunca ve las mesas de debate en la tele, porque en todas ellas hablan mal de un gobierno que ha sido magnánimo con su familia y que, supone, son miembros de los partidos opositores a Morena que han formado una coalición cuyo nombre ni siquiera recuerda. Sólo tiene en la mente que son rateros y que no quieren al pueblo, tal y como lo propaga el oficialismo.
La escritora no solo le da razón a su empleado, sino que remata su anécdota con un simplismo aún mayor que el que ella reprocha en sus “sesudos” compañeros de mesa de análisis. Sugiere que Claudio X. González está detrás de todos que participan en debates en la televisión, de los partidos de oposición y cualquier mortal que se atreva a afirmar que Morena y el gobierno de la autoproclamada cuarta transformación, opera con una lógica clientelar.
Las cuentas alegres de Sabina Berman, sin embargo, no cuadran. No aclara cuáles son los programas sociales que reciben los parientes de su jardinero, pero infiriendo que su madre y su suegra cobren la pensión de adultos mayores y su sobrino sea beneficiario de “Jóvenes construyendo el futuro”, no hay manera de que esos ingresos sumen 18 mil pesos mensuales, ni siquiera con base los montos actuales de dichos programas: 3 mil 850 pesos bimestrales en el caso de la pensión y 5 mil 850 para el programa de jóvenes. En total dan 9 mil 700 mensuales por los tres, apenas poco más de la mitad de lo que afirma la autora del relato fantástico.
Si no hay modo de que dichas ayudas sumen 18 mil pesos mensuales, mucho menos creíble es que haya tal margen de ahorro para poder comprar una casa y poner un café-internet en tres años, aun en una localidad mediana en el estado de Hidalgo. Más aún cuando se trata, en teoría, de una familia de escasos recursos que requiere de esos apoyos y que debe resolver, como cualquier persona, necesidades básicas como pago de luz, agua, gas, teléfono, alimentación y vestido. A ello hay que sumar los gastos del servicio de internet y los impuestos del negocio familiar.
“Paco es la mitad de los electores del país”, es la frase con la que Berman concluye su “análisis” de las elecciones de 5 de junio. Pero ninguno de los pocos usuarios de Facebook que comentaron su columna en El Universal, comparten su opinión y menos le compraron su historia, que fue calificada por uno de ellos como un cuento de hadas. En cambio, le contaron sus propias anécdotas de lo que es vivir al día, en un país donde el dinero cada vez alcanza menos y por si fuera poco, en ocasiones son despojados de lo poco que tienen en un transporte público.
Otros más coinciden con los “sesudos” interlocutores de la escritora en la mesa en que participó: votar en función de un dinero que se recibe, es clientelismo; antes lo practicaba el PRI y ahora Morena. Y tienen razón.
Una “analista” que convalida que la gente vote sin siquiera conocer el nombre de los candidatos, en función de un beneficio que se obtiene a cambio, no contribuye a la construcción de una ciudadanía ni de un proyecto de país; es cómplice de un sistema perverso que busca el voto ciudadano con base en programas clientelares.
Ciertamente, la oposición no ha sido capaz de comprender la coyuntura actual ni de articular un discurso y un programa que contrarreste la demagogia oficialista y que las campañas publicitarias no han convencido a los ciudadanos indecisos, pero los cuentos chinos como los de Sabina Berman, tampoco lo harán.