viernes 22 noviembre 2024

El triángulo antidemocrático

por Pablo Majluf

Las figuras geométricas se han usado antes para explicar estructuras políticas. Viene a la mente el trapecio de C. Wright Mills para ilustrar a la élite del poder estadounidense de la posguerra: un polígono conformado por los militares, el establishment cultural, los políticos y el dinero. También sirven los binomios como el “complejo militar industrial” de Eisenhower. Aguilar Camín adaptó ése mismo a la realidad mexicana como un “complejo militar-criminal”, luego de las filtraciones de la Comisión de la Verdad de Ayotzinapa y el hackeo de las Guacamayas a Sedena. 

Desde el punto de vista del peligro que corren la democracia mexicana y sus ciudadanos actualmente, yo imagino más bien un triángulo conformado por los militares, el régimen obradorista y el crimen organizado: un triángulo antidemocrático. Excluí a los oligarcas porque, aunque pueden ser fácticos y antidemocráticos, no estoy convencido de que formen parte del juego: simplemente se amoldan.

El triángulo no es equilátero. No todos sus lados ejercen el mismo poder. A lo mejor es isósceles, con un lado –el político– más chico que los otros dos; o escaleno, con un lado –el militar, todavía– más poderoso que los otros. Los detalles metafóricos son discutibles. Lo crucial es que los tres están en un contubernio fluido de prebendas, apoyos y complicidades ejerciendo su poder en absoluta impunidad, sin que haya instituciones que quieran o puedan contenerlos, y en ese juego someten a los ciudadanos, amenazan a los derechos humanos y socavan las libertades republicanas.

Dos de esos poderes están armados. El crimen organizado cada vez extorsiona más a la población y zanja elecciones. El militar espía a ciudadanos, a periodistas, a opositores, y ya es peticionario activo de negocios y ejecutor de múltiples tareas civiles. El político ha cedido su poder y se ha diluido dándole abrazos a uno y cediendo el orden republicano al otro. En esa dinámica cohabitan, se entienden y retroalimentan, pero ninguno defiende a la ciudadanía del otro. El ciudadano está completamente desvalido. 

Este triángulo antidemocrático no es, sin embargo, un monolito uniforme actuando de manera coordinada. Sus lados son torpes y están a su vez divididos al interior y en cierta medida enfrentados entre sí. Pero eso no quiere decir que ese triángulo no vaya amenazando cada vez más las libertades y la estabilidad de la República.

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