Mexico es un país de leyes, cuando menos en el papel; Federales, Estatales, Municipales, etcétera; cada una con diversas subdivisiones, ramificaciones y arabescos que solo conocen los que se dedican a estos menesteres. Y las hay sobre prácticamente sobre todo lo que nos podamos imaginar
De acuerdo con la Constitución, en México tienen la facultad para iniciar leyes o decretos: El Presidente de la República, los Diputados y Senadores del Congreso de la Unión y las legislaturas de los Estados y de la Ciudad de México. Las leyes, en su origen, pueden tener vicios, errores o verdaderos disparates; eso se ve con frecuencia. Es por eso que cada proyecto de leyes o de modificación a leyes existentes debe pasar por cámaras revisoras, la de Diputados y la de Senadores, cada una con sus instancias, donde el proyecto de ley es leído con cuidado y analizado detenidamente en comisiones antes de ser sometido a votación. Una Comisión es un grupo u órgano de trabajo constituido por el Pleno de las cámaras e integrado por legisladores de los grupos parlamentarios con representación en cada una de ellas y tiene como finalidad estudiar, analizar y discutir los asuntos legislativos que les son turnados por la Mesa Directiva, para elaborar los trabajos, opiniones, resoluciones, informes o dictámenes que serán discutidos en el Pleno. El dictamen debe ser claro, preciso y contener propuestas sencillas que puedan sujetarse a votación.
Eso es en teoría. La realidad es que en el caso de Mexico, singularmente en esta 4T, si el C. Presidente envía un proyecto con la instrucción de que no se le modifique una coma, sus obedientes legisladores acatarán la orden llueva o truene; y si son mayoría el proyecto pasa por que pasa. En estos casos sucede que el proyecto es aprobado sin que haya sido ya no digamos analizado sino tan solo leído. Esa es nuestra realidad. Después de esto solo queda el recurso de pedir su revisión por la Suprema Corte de Justicia para determinar si lo aprobado viola o no algún articulo de la Constitución.
Enlazando ideas. La inteligencia se define como la capacidad para entender y comprender, y suele usarse como sinónimo de intelecto y entendimiento. Algunos agregan que la inteligencia es la capacidad para adquirir nuevos conocimientos y utilizarlos en situaciones inéditas. Otros, más sucintamente la definen como la unión del conocimiento, la comprensión y el acto de entender.
Sea cual sea la definición que nos agrade, todas concuerdan en lo esencial y todas consideran que la más elevada de las funciones cerebrales es precisamente la inteligencia.
Lo anterior viene al caso pues los diputados y senadores en Mexico son personajes que junto con el aparato de justicia ocupan el sótano en el aprecio, credibilidad y confianza del mexicano. Y el lugar no es gratuito, se lo han ganado a pulso. Nadie esta peor evaluado que ellos.
Ejemplos patéticos del actuar y decir de los diputados hay muchos y prácticamente a diario surge uno nuevo. En este momento, por alguna razón, recuerdo a un oscuro diputado del PRD que hace ya varios años no tuvo mejor ocurrencia que confesar su admiración por Hitler y su libro “Mi lucha”.
Lo más curioso de este asunto es que en el referido libro “Mi lucha” viene una verdad absoluta: “La suma de 100 tontos no da un hombre sabio”, afirmación que aplica perfectamente en nuestros congresos legislativos. La inteligencia no es aditiva, ni se potencializa, ni tiene como una de sus propiedades la sinergia. La suma de dos tontos es dos tontos, no un inteligente, y si algo escasea entre nuestros legisladores es precisamente la inteligencia, la sensibilidad y el sentido común.
¿Quién tiene la culpa de que semejantes representantes del neolítico sean nuestros diputados? Lamentablemente nosotros, en mayor o menor grado, por comisión o por omisión. Podemos reclamarles, escribirles, quejarnos y hacerles ver nuestra inconformidad, pero la triste realidad es que ellos no tienen ningún interés en quedar bien con el electorado, solo con el grupo que los apoyó. Una queja enviada a un diputado tendrá el mismo efecto que una petición de democracia a Kim Il Sung.
Por lo pronto ahora solo nos queda aguantamos y a ver si nos vamos fijando mejor en la próxima votación.