El escritor inglés Nate White escribió hace unos años un artículo donde describe a Donald Trump en toda la plenitud de su vulgaridad y crudeza. Pues bien, circula por WhatsApp y otras redes sociales una versión apócrifa de dicho texto donde a quien lo divulga se le ocurrió, simplemente, sustituir el nombre de Trump por el de AMLO. La gracejada de aplicarle al demagogo de Macuspana una crítica irónica destinada al expresidente de Estados Unidos funciona, vean si no: “No tiene clase, ni encanto, ni aplomo, ni empatía, ni compasión, ni ingenio, ni calidez, ni sutileza, ni sensibilidad, ni autoconciencia, ni humildad, ni honor, ni gracia… Su idea de una broma es un comentario grosero, un insulto analfabeto, un acto casual de crueldad… Su mente es un simple bot con el algoritmo de los prejuicios mezquinos y la maldad instintiva. Nunca hay ninguna capa debajo de la ironía, complejidad, matiz o profundidad… rompe todas las reglas de la decencia básica… Es imposible escucharlo decir una frase sin mirar profundamente en el abismo”. Sin duda estos dos lamentables personajes comparten ingentes y muy graves defectos. Por eso no extraña ver a AMLO defender al bufón de Mar-a-Lago en sus mañaneras.
No siempre fue así. Como candidato el Peje criticaba a su hoy idolatrado con fuerza. Hasta sacó un libro: “Oye, Trump”, donde escribió, entre otras cosas: “el empeño de estigmatizar a los mexicanos en una forma semejante a como Hitler estigmatizó a los judíos es legal, moral y políticamente inadmisible”. Pero ya como presidente cambió su actitud y terminó por declararle cariño y hasta admiración. “Él es así”, dijo cuando justificó aquella vez cuando el magnate platicó la forma cómo lo “dobló”. En días recientes, frente la posibilidad de ver librada una orden de aprensión contra Trump, López declaró en su mañanera (por cierto, con absoluto desconocimiento de causa, como suele hacerlo): “No nos estamos chupando el dedo, es para que no aparezca en la boleta electoral. No se permite que el pueblo decida”. E incluso apeló al victimismo, recurso tan valorado por él, cuando comparó la bochornosa situación actual del magnate con el intento de desaforarlo en 2005, cuando aún era Jefe de Gobierno de la Ciudad de México: “Yo padecí de un desafuero con propósitos políticos (…) No querían los conservadores que yo fuera candidato a la presidencia. Era yo Jefe de Gobierno, entonces me fabricaron un delito, esto en contubernio con la Corte; con el presidente de la República, Vicente Fox, el presidente de la Suprema Corte y el entonces Procurador de la República, se pusieron de acuerdo”.
Ciertamente, estos dos populistas también tienen algunas diferencias sustantivas, como sus respectivos orígenes sociales, pero como políticos parecen dos gotas de agua. Ambos son mentirosos patológicos, megalómanos, provocadores e incorregiblemente rijosos. “El discurso pendenciero de Donald Trump obedece a una fría y calculada estrategia política”, escribió en su libro AMLO, y mientras lo hacía seguramente se miraba en el espejo. Y ahora con Donald metido en problemas legales serios vamos a ver aflorar en toda su magnitud esa tendencia a la agresividad y bravuconería tan admirada e imitada por nuestro Peje. ¿Funcionará? Pues ese es el temor, sobre todo, de los republicanos, aunque parezca irónico. Solo demagogos dueños del llamado “efecto teflón” se pueden ver beneficiados por una acusación penal. La esencia de su secreto reside en su invulnerabilidad ante el desprestigio.
La base de fanáticos trumpistas dentro del Partido Republicano sigue siendo muy numerosa. Por eso, inicialmente, los republicanos se han unido torno al expresidente, incluso quienes no lo quieren ver con la nominación presidencial. Pero, aunque una acusación energiza a sus recalcitrantes seguidores, para los partidarios indecisos de Trump un caso criminal podría terminar por ser inclinarlos hacia otro candidato, como el gobernador de Florida, Ron DeSantis, quien ya ha empezado a criticar cada vez menos sutilmente al magnate: “la verdad es una cualidad esencial en un líder”, declaró hace poco en una entrevista, “el estilo de liderazgo de Trump es tener un drama diario… se debe estar consciente de los condicionantes impuestos por la realidad del mundo”. No dejará de ser difícil obtener la nominación republicana contra Trump. Eso sí, es menos claro cómo una acusación afectaría las posibilidades del loquito de Mar-a-Lago en una elección general, la cual está a más de un año de distancia. Después de todo, perdió ante Joe Biden en buena parte debido a la fatiga del electorado normal con su megalómano presidente. Y más allá de los cargos de Nueva York aún están pendientes los de funcionarios de Georgia y los del fiscal especial federal encargado de investigar los casos de la insurrección del 6 de enero y la sustracción ilegal de documentos clasificados. Su personalidad belicosa y su falta de disciplina personal terminarán por ser factores negativos en su contra
Eso sí, Trump ya escogió la estrategia, clásica en los populistas, de “atacar lo legal como político”. Acusa al fiscal de distrito de Manhattan, Alvin Bragg, de ser un izquierdista radical empeñado en buscar “represalias políticas”. Seguramente este tipo de diatribas continuaran frente a las restantes acusaciones. Trump se presentará como víctima de un complot de sus adversarios, recurso común en su carrera política. También ha empezado a caracterizar el caso criminal como un ataque de facto contra sus partidarios: “Si esta persecución política no es cuestionada, un día no seré a mí a quien apuntarán, serás tú”, escribió un melodramático correo electrónico. Es decir, para Trump y sus más fieles seguidores castigar a un expresidente por delitos cometidos de igual manera como se hace con un ciudadano común es síntoma de dictadura. Pero el juego se le puede acabar. Si bien Trump ha sobrevivido una y otra vez al tipo de escándalos e investigaciones capaces de aniquilar a cualquier otro político, incluso el mejor de los instintos políticos puede fallar cuando las circunstancias cambian radicalmente. Incluso los barcos más resistentes pueden naufragar en aguas desconocidas y turbulentas.