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Las autoridades y los tribunales electorales convalidaron la elección de Estado ocurrida en los comicios de México en 2024 y, además, avalaron que el grupo en el poder se hiciera de una mayoría artificial en las Cámaras federales, mayoría con poderes de reforma constitucional. Se cierra así una etapa de pluralismo y alternancia que inició con la transición democrática de los años 90 y se instaura un nuevo régimen de partido hegemónico con las características de una democracia clientelar.

El clientelismo electoral no solo es una conducta impropia de los demócratas y penada por las leyes que lo tipifican como delito. Es también una práctica que produce graves daños a la democracia, sobre todo cuando adquiere la magnitud de una operación de Estado, se extiende a todo el territorio nacional y adquiere las características de sistematicidad. En casos como el ocurrido en el reciente proceso electoral, el operativo afectó gravemente la efectividad del sufragio y trastocó el sistema democrático, imponiendo en su lugar un nuevo régimen político de democracia simulada, con rasgos anacrónicos y autocráticos.

En 2024: el sufragio bajo ataque, libro que salió a circulación en abril pasado, describimos teórica y detalladamente el sistema de dominación clientelar. Realizado en coautoría con Jesús Ortega Martínez y editado por la editorial Aguaa, se expone ahí el enrolamiento de ciudadanos que se convierten en clientela y son “administrados” por brókeres, que los adoctrinan y coaccionan en cumplimiento de las consignas del patronus. 

El ciudadano, reducido a la condición de clientela, empeña la libertad de su sufragio mientras que el patronus concentra las decisiones y el poder político. Comentamos en dicho estudio: “Si esto es verdad en el análisis caso por caso; es decir, observando el fenómeno en lo individual, al conjuntarse decenas, cientos o miles de casos, la violación al derecho humano de votar en elecciones auténticas puede alcanzar tal magnitud que resulte determinante para el resultado de la elección. En tales circunstancias —que se producen por operaciones sistemáticas y generalizadas de clientelismo electoral— se está ante la degradación de la calidad de la democracia, una pérdida parcial o total de la efectividad del sufragio como instrumento de elección de los gobernantes y ante la conversión del proceso electoral en una puesta en escena, planeada para legitimar y legalizar decisiones autocráticas que fueron tomadas unilateralmente por grupos de poder”.

Como se observó en el proceso electoral reciente, el sistema clientelar de dominación generó una escalada en el manejo cada vez más patrimonialista de los recursos presupuestales, deterioró la calidad del debate público y eliminó la equidad de la contienda electoral.

El gobierno y sus propagandistas presentan este resultado como un triunfo de la democracia, como la victoria de una mayoría que había sido largamente postergada. Aducen para ello que no solo los beneficiarios de los programas sociales votaron por las y los candidatos de la coalición oficialista, sino que el apoyo a éstos trascendió a otros sectores de la población hasta alcanzar el 58% en la elección presidencial. Pero este argumento no desmiente, en modo alguno, el hecho de que el clientelismo dotó a Morena de la potencia electoral decisiva la cual, en todo caso, fue complementada accesoriamente por votos de personas que, sin ser favorecidas directamente por el asistencialismo, simpatizan con esa y otras políticas del gobierno. 

Contrario a lo que dice la machacona propaganda oficial, en realidad asistimos como impotentes testigos a la instauración de una democracia clientelar que, en el fondo, tiene un carácter autocrático, ajeno a la razón de ser y al auténtico sentido del sistema democrático.

Cincelada: Sin crecimiento económico, el progreso social no es sino un espejismo comprado con los ahorros estratégicos, el deterioro del servicio público y el crecimiento de la deuda gubernamental.

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