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miércoles 16 octubre 2024

La caída de los coroneles

por Pedro Arturo Aguirre

El pasado mes de julio se cumplió el 50° aniversario de la caída de la Dictadura de los Coroneles, un oprobioso régimen militar que significó un brutal período de siete años de persecución política, encarcelamientos, oscurantismo y terror. Los militares golpistas, la mayoría de ellos con el grado de coronel, llevaban tiempo colaborando con grupos de choque ultranacionalistas en la tarea de tratar de desestabilizar al gobierno. George Papadopoulos, cabeza visible de la insurrección, había sido el líder de la Unión de Jóvenes Oficiales, un movimiento xenófobo, anticomunista y antidemocrático. Ello explica los resultados tan violentos y crudos de su asalto al poder. También algunos de los coroneles eran colaboradores activos de los servicios de inteligencia de Estados Unidos. Por ello, impedir la supuesta “inminente” toma del poder por parte de los comunistas en el cénit de la Guerra Fría en un país estratégicamente clave fue el principal pretexto para justificar el golpe de Estado. 

En la primera hora de la mañana del 21 de abril de 1967, anticipándose a unas elecciones generales a celebrarse el 28 de mayo, los tanques salieron a las calles de Atenas, se instalaron al frente del Parlamento en la plaza Sintagma y cerraron las principales arterias de la ciudad. Los golpistas decretaron la ley marcial, suspendieron las garantías constitucionales y arrestaron a todas las principales figuras políticas del país. En la Grecia de posguerra funcionaba un sistema parlamentario inestable y feble, pero que garantizaba libertades democráticas básicas. Fuerzas extremistas de izquierda y derecha se dedicaron a sabotear la democracia, tal y como lo expone de manera magistral la genial película “Z” de Costa Gavras. El régimen de los coroneles aniquiló toda pretensión democrática y consolidó su poder a través de la intimidación y el terror. Muchos críticos y disidentes fueron llevados al campo de prisión de la isla de Giaros para ser “reeducados” en el discurso de la pretendida “continuidad nacional y cultural con el pasado heroico griego”. Numerosos funcionarios y profesores de escuela y universidades fueron destituidos. Los libros de texto fueron reescritos para reflejar una visión ideológica retrógrada, casi medieval. 

La dictadura recibió el apoyo de Estados Unidos, sobre todo desde la elección de Richard Nixon y de su vicepresidente Spiro Agnew, hijo de emigrantes griegos, quien mantenía cercanas relaciones con la comunidad de negocios greco-estadounidense. Pero pese a ello la represión, la ausencia de una amplia base popular y la ineptitud de los coroneles en las gestiones gubernamentales terminaron por provocar su caída. En 1973 estudiantes universitarios organizaron manifestaciones masivas y cuando ocuparon la Universidad Politécnica de Atenas los militares aplastaron el movimiento con tanques y causaron al menos cuarenta víctimas mortales. La protesta coincidió con la crisis económica internacional, la cual sumergió a Grecia en una creciente agitación social. Para 1974 la dictadura griega mostraba evidentes síntomas de agotamiento y era objeto de rechazo social generalizado. Es entonces cuando los coroneles tuvieron la mala idea de embarcarse en una aventura militar para cumplir el sueño de la Enosis, es decir, recuperar Chipre, la “Grecia irredenta” según el relato de los ultranacionalistas. 

La junta militar veía en la Enosis una forma de legitimar su poder en cuestión y darle continuidad a la dictadura. Años después, una fatídica idea muy similar tuvieron los militares argentinos al invadir las Islas Malvinas. La isla era una excolonia inglesa y estaba gobernada desde su independencia por el arzobispo Makarios, a quien se tildaba de comunista por mantener un buen nivel de convivencia entre la mayoritaria población grecochipriota y la minoría turcochipriota. En julio de 1974 los coroneles propiciaron un golpe de Estado contra Makarios. Pero el norte de la isla está poblado por la minoría étnica turca y el error de los coroneles fue suponer que el gobierno turco no haría nada para impedir la Enosis. Turquía actuó ante la pasividad de Estados Unidos y Gran Bretaña e invadió Chipre el 20 de julio de 1974 para ocupar el tercio septentrional de Chipre, división que persiste desde entonces. Ante la humillación recibida los coroneles dimitieron y el líder democrático Konstantinos Karamanlis volvió de su exilio para iniciar un gobierno cívico de unidad nacional y restaurar al sistema constitucional. 

Kissinger fue el gran artífice del engaño que hizo caer a la dictadura griega. El astuto doctor K primero alentó el golpe de Estado en Chipre contra Makarios, a quien apodó “el Castro del Mediterráneo”, y más tarde dio luz verde a la invasión turca. El gobierno estadounidense estaba harto de la incompetencia de los coroneles y por ello instigaron a los turcos para emprender la invasión al mismo tiempo que lograban deshacerse de Makarios. Una jugada doble magistral y perversa. Hoy Chipre está dividido en dos partes: la República de la Chipre griega (miembro de la Unión Europea) y la República de la Chipre turca (sólo es reconocida por Turquía). Todos los intentos de reunificación han fracasado. Hace pocos años llegó a parecer plausible un acuerdo, pero la desconfianza mutua y los intereses internacionales (de Estados Unidos, el Reino Unido, Rusia, Turquía, Grecia, etc.) mataron cualquier esperanza. 

Los grecochipriotas se han acostumbrado al statu quo y viven bien dentro de la Unión Europea, el interés del mandamás turco Erdogan es mantener la división y, por ello impulsa una fórmula de dos estados separados y propicia la colonización del tercio de territorio chipriota bajo su control con islamistas procedentes del continente.

Además, hoy más de un diez por ciento de la población de la isla la componen rusos ricos. El país es una especie de semi paraíso fiscal que atrae a israelíes, iraníes, británicos y chinos. Incluso crecen las quejas contra los nómadas digitales, quienes (como en la colonia Roma o la Condesa) han “gentrificado” zonas de la capital chipriota y provocado incrementos sustanciales en el precio de los alquileres. Los británicos desean mantener sus dos grandes bases militares y hasta a Hezbolá le ha dado por amenazar a Chipre con considerarla un enemigo y blanco legítimo de sus ataques si su territorio es utilizado para lanzar eventuales ataques al Líbano. Desenredar la madeja geopolítica para dar lugar a la reunificación parece imposible.

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