Por Óscar Constantino
Alejandra Escobar
Marco Levario Turcot
Las sociedades democráticas son reactivas. La respuesta natural a un gobierno con pocos resultados suele ser la aparición de grupos opositores vehementes. No obstante, en ese entusiasmo ciudadano por coaligarse y enfrentar al poder que no sirve, también es común que se integren colectivos cuya agenda no coincide con la de los integrantes bien intencionados de esas iniciativas.
Entre los firmantes del movimiento Sí por México se encuentra la Comisión Mexicana de Derechos Humanos. Esa denominación es la misma de una organización membrete del Yunque, el grupo secreto de ultraderecha expuesto desde 2003 en investigaciones periodísticas. Si existe identidad entre las dos comisiones, estaríamos en presencia de una situación que merece toda la atención pública.
Debe recalcarse algo: la Comisión Mexicana de Derechos Humanos (CMDH) que se conoce públicamente desde hace diecisiete años, no es una asociación con vida propia, sino una máscara de la Organización Nacional del Yunque. Las mismas investigaciones periodísticas que expusieron esta situación señalaron que la CMDH fue fundada por José Antonio Ortega, cuñado del dirigente de Provida Jorge Serrano Limón, el mismo que fue acusado de irregularidades y faltas graves en el ejercicio de recursos federales.
El Yunque no es una fantasía jacobina, la misma organización reconoció su existencia en 2017, tal y como lo reportó la revista Proceso. Por lo que, si bien es cierto que en etcétera saludamos a todas las expresiones políticas que critican los abusos del poder, también señalamos que los fascismos embozados son inaceptables en la deliberación democrática.
Como señalamos al principio de esta editorial, la historia confirma un hecho irrebatible: gobiernos ineptos causan oposiciones exaltadas. Los casos español, italiano y alemán, previos a la segunda guerra mundial, son evidencia de ello. Pero también son prueba irrefutable de que el descuido en la membresía de las alianzas opositoras trae consecuencias muy negativas para las libertades y derechos de las personas.
La defensa de la democracia requiere de leones, no de lobos disfrazados con pieles de oveja. Por el prestigio mismo de la lucha ciudadana contra el autoritarismo en turno, colectivos como Sí por México deberían aclarar si entre sus signatarios se encuentran entidades yunquistas o alejadas de la búsqueda de una democracia liberal, respetuosa de los derechos de todos y todas. El Sí por México también debería implica un no al fascismo.