El primer presidente de Facebook, y su principal impulsor en 2004, Sean Parker, aseguró la semana pasada que “solo Dios sabe lo que esta tecnología le está haciendo al cerebro de nuestros niños”. Parker reconocía abiertamente que, en los inicios del lanzamiento de la red social, todos los implicados sabían perfectamente que estaban creando una plataforma que se aprovecha de las “debilidades psicológicas humanas”.
El mentor de Mark Zuckerberg y uno de los primeros inversores en su compañía, Roger MacNamee, considera que Facebook “ha combinado conscientemente la tecnología con técnicas de persuasión desarrolladas por propagandistas y la industria del juego en modos que amenazan la salud pública y la democracia”, según escribió este mismo sábado en The Guardian.
El ingeniero que desarrolló el mítico botón de Like de Facebook, Justin Rosestein, ha borrado todas las aplicaciones sociales de su móvil porque considera que la economía de la atención —que ayudó a fortalecer— saca lo peor de la humanidad, la distrae convirtiéndola en objetos que comprar y pone en “riesgo” la autonomía individual y colectiva. Por su parte, Leah Pearlman, la evangelizadora de ese “botón alucinante” que se convirtió en el mayor éxito de Facebook, se gana la vida ahora como ilustradora y tiene contratada una persona para compartir en redes su trabajo. No quiere tener ningún contacto con el producto que ayudó a levantar, para huir de la adictiva espiral de recompensas de la red social.
En las últimas semanas ha comenzado a difundirse este reverso tenebroso de la plataforma, que cuenta con 2.000 millones de usuarios mensuales, en gran medida por sus propios errores en la gestión de crisis como la de la difusión masiva de desinformación en favor de Trump por parte de peones del Kremlin.
La capacidad de manipular a sus usuarios con trucos psicológicos suele estar en el centro de esa polémica. Hoy se publica un estudio que muestra, tras varios experimentos que implican a millones de personas, como las herramientas que ofrece Facebook a los anunciantes la convierten en una máquina perfecta de persuasión masiva. La plataforma ingresó el último trimestre más de 9.000 millones de dólares en anuncios, su único modelo de negocio. Como dijo Jeff Hammerbacher, antiguo jefe de datos de Facebook: “Las mejores mentes de mi generación se dedican a pensar cómo hacer que la gente pinche en anuncios. Es un asco”.
“La orientación psicológica puede usarse para explotar la debilidad en el carácter de las personas y persuadirlas para actuar en contra de su interés. Por ejemplo: pueden dirigirse anuncios de casinos online a individuos que tienen rasgos psicológicos asociados con la ludopatía”, advierte Sandra Matz, investigadora de la Universidad de Columbia y autora principal del estudio, que publica hoy PNAS.En sus conclusiones, el estudio defiende que “esto es solo el primer paso en un desarrollo continuo de la persuasión psicológica masiva”.
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