Un nuevo y mortal virus; miles de personas infectadas; más de 200 muertos. No hay vacuna. El mundo se ha visto en esta situación muchas veces antes.
En diez años, la Organización Mundial de la Salud (OMS) había declarado en cinco ocasiones la situación de “emergencia sanitaria internacional” por el brote de gripe H1N1 (2009), los de ébola en África Occidental (2014) y en la República Democrática del Congo (2019), el de polio en 2014 y el de virus del Zika en 2016.
El coronavirus de Wuhan o 2019-nCoV se convirtió en la sexta este jueves.
Sin embargo, contrario a brotes anteriores, donde las vacunas para proteger a la población tomaron años en desarrollarse, la búsqueda de un fármaco para controlar la propagación de este virus empezó a pocas horas de que lo identificaran.
Los funcionarios chinos difundieron el código genético del virus muy rápidamente. Esa información ayuda a los científicos a determinar la probable fuente del virus, cómo podría mutar a medida que el brote se extiende y cómo proteger a la población.
El desarrollo de una vacuna
El trabajo para elaborar una vacuna implica diseñar constructos de vacuna, por ejemplo, producir los antígenos correctos que se van a atacar, las proteínas virales que son blanco del sistema inmune, seguidos de pruebas en modelos animales para demostrar su efectividad y seguridad, explica un artículo de la publicación The Conversation.
Una vez se establece la seguridad y eficacia, se puede avanzar con la pruebas clínicas en humanos. Si las vacunas inducen la respuesta inmune y protección esperadas, y siguen siendo seguras, se procede con la fabricación masiva para ponerla a disposición de la población.
Pero, dice el artículo, actualmente no se cuenta con muestras del virus contra las cuales probar las vacunas.
Tampoco se tienen los anticuerpos para saber si la vacuna está en buen estado. Y también se necesita establecer en qué animales se debe probar la vacuna. Así que el desarrollo de ésta podría tomar meses, concluye la publicación.
No obstante, gracias a los avances tecnológicos y un mayor compromiso de gobiernos alrededor del mundo para financiar la investigación de enfermedades emergentes, los centros especializados han podido poner manos a la obra rápidamente.
Velocidad sin precedentes
La corresponsal de la BBC en temas de salud global, Tulip Mazumdar, visitó el laboratorio Inovio en San Diego (EE.UU.), donde los científicos trabajan con una tecnología de ADN relativamente nueva para desarrollar una potencial vacuna: “INO-4800” -como se le llama provisionalmente– con planes para someterla a pruebas en humanos en cuatro o cinco meses.
“Una vez China suministró la secuencia de ADN del virus, pudimos analizarla con la tecnología computarizada de nuestro laboratorio y diseñar una vacuna en tres horas”, comentó a la BBC Kate Broderick, vicepresidenta de investigación y desarrollo de Inovio.
“Nuestras vacunas médicas de ADN son innovadoras porque usan las secuencias genéticas del virus para enfocarse directamente en partes del patógeno donde creemos que el cuerpo arme su respuesta más fuerte”, explicó.
“Luego utilizamos las propias células del paciente para convertirla en una fábrica de la vacuna, fortaleciendo los mecanismos de respuesta naturales del cuerpo humano”.
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