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Tres filas de sofás dispuestas en paralelo. Cada asiento es distinto del anterior. Tapizados verdes, grises, cuero… Miran hacia una pantalla de 56 pulgadas y un equipo de sonido de más de 2.000 euros. Es el salón de Diva Botero, una mujer de Medellín que reside desde hace más de 40 años en Bogotá. Su casa es una escuela de cine los martes por la mañana y un cineclub por las noches. Aquí solo entran amigos de la dueña y conocidos de esos amigos para ver y aprender sobre este arte desde hace casi dos décadas.

A las 9 de la mañana suena el timbre de la casa de Diva. Comienza la llegada de las alumnas. Un grupo de unas 15 mujeres, todas jubiladas, acuden desde hace años a las sesiones de cine. Se conocieron por el boca-oído. Este es un lugar exclusivo que solo un pequeño grupo de personas conoce. Les espera un desayuno de tinto (café solo) y galletas. Empieza la clase.

Durante unos 40 minutos, un profesor hace una introducción a la película del día. “No pueden hablar más para que no se haga aburrido”, explica Diva. Son maestros de formación, expertos en cine o simplemente cinéfilos. En esta sesión, Blanca Arcila, socióloga, presenta Nocturama del francés Bertrand Bonello. “La he visto tres veces para preparar la clase”, dice esta mujer que primero fue alumna de la escuela casera.

Más información: http://bit.ly/2xCLQLc

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