Muchas de las novelas de ciencia ficción que conozco no son sino utopías, sueños de salir, de escapar o de huir de este despiadado mundo. Para ello se exploran las posibilidades de la ciencia, de las expectativas tecnológicas, de hipotéticas realidades alternativas o universos paralelos. A todo ello se le ponen las alas de la fantasía, y ¡a volar!
Por ahí he visto que caracterizan la obra de este autor como “humanismo cósmico”, o “ciencia-ficción pastoril”. Y la verdad es que alguno de los mundos que propone en esta novela son auténticos paraísos naturales, fértiles, limpios y nada hostiles; poco poblados pero con una población independiente y, a la vez, ―¿por qué no?― solidaria. Con todos los recursos necesarios para que queden cubiertas todas las necesidades humanas. Y con importantes perspectivas tanto culturales como espirituales.
PERSONAJES PRINCIPALES:
- JAY VICKERS. Aparece al principio de la novela como un sencillo escritor que vive en el este de los Estados Unidos. Más tarde descubrirá su verdadera naturaleza.
- ANN CARTER. Editora y amiga de Jay.
- CRAWFORD. Ejecutivo, empresario, portavoz o gerente de una organización de gente poderosa. En un principio aparecerá como el antagonista de Jay, la realidad va a ser muy distinta.
- HORTON FLANDERS. Misterioso vecino de Jay. Desde el primer momento este personaje conoce las claves de todos los misterios que irán apareciendo. Jay, Crawford y él mismo tienen un especial vínculo que se descubrirá en el transcurso de la historia.
La novela, que, a mi humilde parecer, no es de las mejores del género, propone la existencia de una infinidad de mundos que existen en distintos planos temporales. Como si fuera una tierra detrás de otra, ocupando diferentes dimensiones, todas girando alrededor del Sol formando un anillo de infinitas posibilidades existenciales.
Eso sí, para acceder a estos otros mundos hará falta una capacidad especial, claro, no va a ser todo tan fácil.
Algunos seres humanos han dado un salto en la escala evolutiva ―los mutantes― y van a tener acceso a ellos. Además, sus nuevas facultades les van a abrir camino a fantásticas posibilidades tecnológicas. Su poderosa capacidad telepática les pondrá en contacto con lejanas y avanzadas civilizaciones extraterrestres ―recuerdo haber leído algo parecido en una de aquellas novelas de Lobsang Rampa, muy famosas en su tiempo, en la que se decía que la velocidad de la luz es ridículamente lenta comparada con la velocidad de la mente―. De este contacto surgirán importantes avances tecnológicos, como la construcción de máquinas cuyos componentes no rozan entre sí al moverse, evitando así su deterioro. También aprenderán a hacer robots, muy humanos, que se encargarán de las tareas más duras e ingratas, que estaba muy de moda por entonces.
Para conducir a la humanidad a estos nuevos mundos será necesaria la destrucción de este, que ha sido un mundo fallido en el que unos pocos viven en la abundancia consumiendo los recursos que son de todos, y condenando al resto de la humanidad a la moderna esclavitud, una esclavitud, en el mejor de los casos, asalariada.
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