A tuitazos, Guillermo del Toro puso en jaque la ruta de concentración de poder financiero que la autoproclamada Cuarta Transformación impulsa en el confinamiento.
Porque al declararse sorprendido por la manera en que un gobierno de izquierda atacaba las manifestaciones culturales, el cineasta prendió los reflectores sobre un austericidio que ha ido más allá de los artistas.
Y es que la queja del ganador del Oscar alertó a las potenciales víctimas de la nueva iniciativa de Morena, presentada para extinguir 44 fondos y fideicomisos de recursos públicos, bajo el argumento de que representan la opacidad y la corrupción de los neoliberales del pasado.
De manera que, cuando el director de La forma del agua se quejó en Twitter por la anunciada eliminación del Fidecine y el daño que esto causaría a la industria cinematográfica, también encendió las alarmas de otros damnificados de los recortes presupuestales.
Acaso sin proponérselo, Del Toro sumó a sus reclamos un argumento que tomó vuelo porque noqueó los métodos del mayoriteo fácil: ¿por qué la falta de consulta para aplicar la medida?
Esa pregunta del jalisciense es la de miles de destinatarios de la reforma que, con el pretexto de la emergencia del covid-19, presentó la diputada Dolores Padierna, este miércoles, para hacerle llegar al gobierno los 91 mil millones de pesos que ahora ejercen los demonizados fideicomisos.
Y es que la estigmatización que la morenista hizo de esos instrumentos financieros descalificó de golpe a cineastas, científicos, becarios, investigadores, académicos, pedagogos, tecnólogos, deportistas, defensores de derechos humanos, periodistas en riesgo, productores agrícolas, extrabajadores migratorios y, por supuesto, a los potenciales afectados de futuros desastres naturales.
Pero, a diferencia del portazo que han padecido las administradoras de las estancias infantiles, los padres de niños con cáncer, las activistas de los refugios de mujeres maltratadas y campesinos cuando acudieron al Congreso para quejarse de la asfixia presupuestal, esta vez la comunidad cinematográfica fue atendida con urgencia, obteniendo la promesa de que el Fidecine se mantendría tal y como está.
La pronta rectificación de los legisladores de Morena tiene una explicación evidente: sus estrellas en Hollywood, Del Toro, Alejandro González Iñárritu y Alfonso Cuarón, no podían ser bateados con el discurso oficial de que las protestas provienen de los conservadores y saqueadores del país que han perdido sus privilegios.
Pero hubo además, y hay que decirlo, un diputado dispuesto a saltarse las trancas de la obsequiosa disciplina con el gobierno. Nos referimos a Sergio Mayer, presidente de la Comisión de Cultura, quien desde el primer momento se pronunció en contra de la desaparición del Fidecine y cabildeó la reunión virtual que la noche del jueves enlazó a los tres directores mexicanos del Oscar y a una veintena más de destacados protagonistas de la comunidad, con el jefe de la bancada morenista, Mario Delgado, para que les prometiera que el funesto anuncio no los incluiría.
En ese encuentro, el director de El Laberinto del Fauno resumió la importancia de escuchar a la gente que tiene décadas dedicándose a lo que hace y padeciendo por el tema de los recursos. “Si vas a arreglar tu refrigerador, no le hablas al mecánico ni le hablas al otorrino. Nosotros somos gente de cine. Pero cuando viene esta ruptura de comunicación, se arma todo este desmadre. Es importantísimo que se nos consulte, que haya transparencia”, alegó.
El señalamiento de Del Toro es aplicable a decenas de proyectos que hoy naufragan bajo el hacha de la Cuarta Transformación, cuyo filo ha eliminado del mapa programas, instituciones y el diálogo con la llamada sociedad civil.
Y acaso por temor a que la onda expansiva del reclamo de los premios Oscar cundiera en los protagonistas de los proyectos de vanguardia de la medicina, la ciencia y el conocimiento, ayer el diputado Delgado anunció el congelamiento de la iniciativa y, además, que las voces de los beneficiarios de los fideicomisos serán escuchadas para revisarlos.
Quizá la reforma terminará en un maquillaje de nombres. O tal vez haya un nuevo intento por destruir esos mecanismos de asignación presupuestal que buscan preservar bienes públicos al margen de los vaivenes del gobierno en turno.
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“Yo me equivoqué”, declaró ayer la diputada Padierna, al ofrecer que todos serán consultados.
Como sea, en este mayo ya naufragaron dos intentos de darle manga ancha al gobierno en el ajuste del presupuesto.
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