Mañana domingo tendrá lugar la marcha que convoca a la unidad, de cara a la amenaza que representa el gobierno de Donald Trump a México y a los mexicanos. Sin embargo, desde el inicio ha habido espacios de ambigüedad o contradicción que comprometen o, según algunos, estigmatizan el objetivo que se pretende. En efecto, los convocantes, el motivo, el recorrido y hasta las horas de la movilización son motivo de desencuentro. Si de lo que se trata es de dar un mensaje inequívoco de unidad, los mismos organizadores han puesto en entredicho el objetivo.
La sociedad estadunidense está dividida; fue el sentimiento antisistémico lo que llevó a Trump a la candidatura republicana y después a la Presidencia. Algo parecido está ocurriendo en México. La globalización y el cambio económico dejaron en EU a muchos damnificados; con rapidez se acogieron al discurso fácil de culpar al vecino y a la promesa falsa de resolverlo con decisiones de fuerza. Trump ganó por el apoyo decidido de amplios sectores de la población distanciados del orden de cosas prevaleciente. Es una mezcla preocupante porque de por medio están la polarización, el prejuicio y los sentimientos más peligrosos como son la intolerancia y el rechazo al tercero.
En México puede suceder algo semejante, aunque aquí los damnificados no son por la economía, sino por la política. Hay un segmento de políticos que han perdido espacio institucional de participación y que ahora hacen de la lucha contra la corrupción un medio eficaz, válido y arropador de participación política. La crítica al poder es necesaria y no puede descalificarse por las credenciales, antecedentes o intenciones de quien la emprende. El tema no es el mensajero sino el contenido.
De alguna manera esto es lo que estará presente en la marcha de mañana. Frente a la realidad de que el representante de México ante el vecino insolente y amenazador es el gobierno, y que en el régimen presidencial éste se hace representar por el Presidente de la República, una parte —la antisistémica— de los que invocan la unidad reclama anteponer primero la lucha contra la impunidad en México, en una clara y a su vez legítima intencionalidad política de rechazo al gobierno.
Pero no se pueden las dos cosas: o se invoca la unidad frente a la amenaza que representa el gobierno de Trump con todo lo que implica, o se moviliza a la sociedad para repudiar al gobierno nacional. Las dos acciones son válidas, pero en el contexto de mañana las hace incompatibles. Hacer lo segundo compromete a lo primero, incluso debilita al país para encarar la amenaza. Es un dilema al que debe responderse con claridad y no con voluntarismo.
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