Gil toca a rebato: Liópez tiene prosa. Una prosa tropical, colorida, rica en matices. Mju. ¿No le creen a Gamés? Acérquense, lectora y lector, a la Revista R de su periódico Reforma y lean con los ojos de plato el adelanto de unas memorias tropicales que Liópez le ha entregado a los editores de ese suplemento: “Posdata palencana”. En su quinta en Chiapas, en La Chingada, el prócer le ha dado vuelo y cuello a la hilacha de la prosa. Que Carlos Pellicer ni que ojo de hacha (achaacha), Liópez repasa la flora y la fauna de su finca: la ceiba centenaria, los flamboyanes, maculíes y guayacanes. La caoba que él mismo plantó en julio de 2009. Cuenta Liópez que tiene 70 caobas jóvenes en La Chingada. También cedros. Caracho tiene sus tierritas Liópez. ¿Y la 3de3 apá? Nada, todo lo donó a sus hijos.
Liópez ha escrito una pieza de intensidades multicolores, su corazón late en el trópico: “Hablemos de la fauna: Informo que hoy, 2 de noviembre, a las 12:30 de un día nublado, vi un gavilán, ‘galán’ distinguidísimo posando en la rama seca más alta de un maca blanca”. Aigoeei. ¿Querían una probada de la prosa del prócer?, pues ahí la tienen, ¿se marearon un poco? Es por el olor de la flora chiapaneca y los sonidos de la fauna. Oh, sí. Gil informa a las 8 de la mañana de un domingo nublado en el asfalto de Ciudad de México: aquí hay prosa para rato y corazón para la eternidad: un líder con emociones inverecundas, faltaba más, faltaba menos.