El escritor Alberto Ruy Sánchez tiene una larga relación con la obra de la poeta Anna Ajmátova. Ahora la fascinación por la persona y su poesía lo han llevado a publicar la novela El expediente Anna Ajmátova (2021). El personaje Vera Tamara Beridze —quien vive su propio drama— introduce el relato sobre la escritora como el testimonio de alguien que ha espiado a Ajmátova por orden de Stalin. Ruy Sánchez ha asegurado que la historia de Beridze sería una novela en la novela. Difiero: el de la espía y francotiradora soviética es uno de varios hilos plenamente entramados que componen la novela y pueden complacer a diferentes lectores: quienes están ávidos de crítica política —“una supuesta adversaria, conservadora, enemiga de la Revolución”—, los que buscan peripecias —incluyendo las amorosas—, o quienes leen para viajar y lograr la inmersión en escenarios ajenos, pues El expediente Anna Ajmátova lo mismo pasa por distintos puntos de África que por ancestros tártaros.
De la cercanía de Ruy Sánchez con Ajmátova hay vestigios felices. Uno de ellos fue la publicación en español de Réquiem, que la poeta escribió entre 1935-1957 y que se imprimió originalmente en Múnich en 1963, en ruso y alemán. La primera publicación de fragmentos de Réquiem aparece en El expediente Anna Ajmátova como factor de la animadversión del dictador socialista contra la poeta. En 1997 publicamos Réquiem en la Colección Poesía y Poética, con traducción y prólogo de José Manuel Prieto, en coedición de la UIA y Artes de México, la editorial dirigida por Ruy Sánchez y Margarita de Orellana. Poesía y Poética fue la revista del poeta Hugo Gola, tarea que le mereció la más alta estima de creadores y lectores. En ese contexto, Artes de México apoyó la publicación de algunos de los libros que acompañaron a la revista. Al despedirse de México para volver a Argentina en sus últimos años de vida, Gola dijo: “Nosotros hemos apostado siempre a la poesía por la poesía misma”. Ajmátova y sus escritos son parte de esa órbita: la poesía como fin suficiente, aun en la adversidad.
El carácter político no depende de un tema o de consignas incrustadas, sean de uno u otro signo. El expediente Anna Ajmátova consigue rasgos políticos, entre otras razones, porque crea imágenes vivas de la inquina de un gobierno: ante el poema de Ajmátova sobre un árbol, Stalin habría hecho colocar una estatua de sí mismo entre la ventana de la poeta y el árbol: la monstruosa irrupción del líder por la ventana. Si bien esto sería el desplante de un tirano, es pertinente mencionar que lo descrito por Ruy Sánchez no es, como han dicho algunos comentaristas, “autoritarismo”. Lo que se experimentó bajo el imperio soviético y países de gobiernos socialistas ha sido y es totalitarismo, una forma más intrusiva y abarcadora de implantación del poder sobre los individuos.
Llama entonces la atención que en una novela ubicada en el régimen totalitario por excelencia puedan encontrarse similitudes con la lógica populista contemporánea que confía en “lo efectivo del fenómeno de condena social y castigo de la turba, sin tener que probar nada […] basta con poner las palabras necesarias y dejar que corran como incendio en la mente de los más fieles. Ellos hacen todo”. Es terrorífico leer, a propósito de un líder, que “la gente veía en él a un ser único. Insistían, argumentaban, defendían”. Un sátrapa —a pesar de antecedentes que lo acercarían a ese círculo o precisamente por eso— muestra obsesión, y el brío de la envidia, en contra de quienes generan belleza y ejercen la inteligencia, como Stalin con Ajmátova.
Me parece, no obstante, que sería reduccionista clasificar El expediente Anna Ajmátova como una novela política, aunque tenga una dimensión que lo sea. Igualmente llamar psicología a lo que Ruy Sánchez ha registrado se queda corto. En el recuento de las jóvenes experiencias de Vera Tamara, por ejemplo, unos cuantos renglones presentan múltiples facetas de algo tan trascendente como la forma en que Ioanni se relaciona con las mujeres. La imaginaria editora del expediente se ocupa, al final, de describirlo como “de origen mexicano”. Pero esas líneas iniciales bastan para entrecruzar historia personal, costumbres sociales, apariencias físicas, deseo y frustración.
De manera semejante, hay especulaciones sobre el carácter nacional que contribuyen a la creación de ambientes. Esto ocurre, en parte, gracias a la atención a los detalles —en especial culturales— pero centralmente por el reconocimiento de nuestras diversas maneras de estar en el mundo. Esto ha intrigado a Ruy Sánchez y se refleja en su literatura. En una ocasión, la pluralidad de las percepciones o, más precisamente, de las experiencias humanas, se le reveló durante un viaje. Él y De Orellana creían mágico que unas cabras estuvieran montadas en árboles, pero un marroquí no comprendió su sorpresa: “¿dónde quieres que estén si no es en los árboles?”.
El expediente Anna Ajmátova es un mecanismo literario sofisticado, aunque no pueda hablarse de experimentación con el lenguaje y las formas en sus páginas. Su funcionamiento no plantea una maniquea oposición entre el poder gubernamental y la luz del arte. La novela recrea el totalitarismo socialista, al tiempo que alude al actual oscurantismo populista que inventa antagonismos: “Pensar, y decirlo, nos convertía inmediatamente, a los ojos del poder y sus siervos, en adversarios”. Sin embargo, también apunta a las contradicciones de cualquier personalidad: Ajmátova puede parecer veleidosa al ceder, por cierta conveniencia, a las solicitudes matrimoniales de quien siempre ha encontrado feo. Desde hace décadas, se ha vuelto práctica común la investigación histórica y de otros tipos para armar piezas narrativas, resultando en novelas en que la composición es mínima y predomina la paráfrasis. En contraste, en El expediente Anna Ajmátova hay riqueza de conocimiento, pero, sobre todo, una apuesta por observar y filtrar los elementos de la novela a través de la imaginación, buscando la literatura por la literatura, porque Ruy Sánchez persiste en la creatividad verbal.