Amigos y extraños (2021) es el primer largometraje de James Vaughan (1989), aunque el director ha rodado cortometrajes —ficción y documental— desde hace casi 10 años. En su parte más evidente, la película trata sobre el desafortunado encuentro entre dos jóvenes que se clasifican uno a otro como amigos, pero que apenas se conocen. En otra capa —que se pretende más elaborada, pero que resulta sólo incrustación— Amigos y extraños se ocupa de la identidad australiana y su vínculo aún vigente con Gran Bretaña.
Alice (Emma Diaz) y Ray (Fergus Wilson) son de Sídney, se han conocido en el pasado y se encuentran, por casualidad, en una visita a Brisbane. Ella debe conducir el coche de su hermano de vuelta a Sídney, y como Ray debe recorrer el mismo trayecto, manejarán sus vehículos acompañándose en el camino, con la implícita posibilidad de un romance. Sin embargo, lo que pudiese ocurrir entre ambos se vuelve imposible: cuando Alice da muestras de disposición favorable Ray pide que convivan un poco más antes de fornicar. Ella concluye, en voz alta, que fue mala idea viajar juntos. Es el final de esta historia: ambos vuelven a su vida cotidiana en Sídney. La cinta toma la ruta de seguir el deambular de los personajes por la ciudad. Algunas conversaciones de Ray apuntan a que quizá su cautela proviene del sufrimiento por una infidelidad de su última novia. El desencuentro entre Ray y Alice es tan significativo que, posteriormente, al ver a Alice y notar la posibilidad de un saludo incómodo, Ray prefiere correr en dirección opuesta.
En ocasiones —cuando el deseo mutuo no existe— una sola frase puede descarrilar el cortejo. Pero en el filme hay otra dimensión: la de hechos cotidianos que son resignificados como hilarantes por cierta convención contemporánea de grupos reducidos. Así, aparece un campista que se entromete en la estancia de Ray y Alice en su casa de campaña, posteriormente Ray rompe una pared de material endeble o mantiene una conversación sobre lo redituable de filmar videos, pronunciando alguna palabra inventada y expresando conciencia de ello, o Amigos y extraños presenta —en humor más tradicional— a un amigo de Ray que insiste en decir que las cosas huelen a excremento.
La sinopsis oficial y el director hacen referencia a que los personajes principales serían de “clase media alta” y que, por tanto, la película satirizaría a ese segmento de la sociedad australiana. Eso difícilmente está en la película. Salvo porque un diálogo que informa de un vínculo de la madre de Ray con un eventual pudiente empleador de su hijo, no encuentro indicadores en el sentido planteado por el director. Quizá para un australiano sea evidente por el acento de Alice y Ray, pero sin familiaridad con la variante australiana del inglés, no es perceptible para el espectador extranjero, ni hay elementos que lo sugieran: sus coches no son costosos o están en buen estado —a uno le falta un espejo lateral— y, en un país en que los ciudadanos tienen un promedio alto de ingresos, los empleos de Ray y Alice están lejos de ser privilegiados. En su ingenua declaración escrita sobre la película, Vaughan alude a personas que estarían “consumidas por una cultura corporativa homogénea y narcisista” y por una “conectividad cívica erosionada”. De nuevo, esto carece de presencia en Amigos y extraños —aunque pueda haber inspirado al director— pues Ray hace videograbaciones y Alice parece ser guía de turistas.
La película alude a un problema que podría haber sido materia suficiente: las condiciones que provocan que algunas personas se llamen amigos entre sí, conociéndose escasamente. Sin embargo, en una probable subordinación de Vaughan a discursos políticos y académicos, él sugiere que “las preguntas importantes” serían aquellas que tienen que ver con los “orígenes genocidas” de Australia. No obstante, procede sólo por incrustaciones. El principio y el final de la cinta se ocupan del asunto: aunque las peripecias de Alice y Ray se desarrollan en el presente, durante los créditos iniciales se exhiben una serie de ilustraciones —de apariencia antigua— que muestran Australia como sitio novedoso en que se implanta la bandera británica —costa fatídica la llamó Hughes— y al final se consigna que Amigos y extraños fue filmada en tierra de dos pueblos aborígenes (Vaughan es de ascendencia europea). En la Australia moderna un muro dice: “Commonwealth”. Los diálogos mencionan la evolución de la cultura en Australia, alguien pregunta por los aborígenes y otra persona cuenta historias —que involucran a Inglaterra y Australia— de gente de una sola casa. Se presentan también, por unos instantes, inscripciones alusivas a la reina Victoria y la representación de un aborigen. No se completa una meditación sobre la identidad australiana, pero se acumulan íconos de lazos con Gran Bretaña, sin poder evadir la recurrencia, en una moneda y una pintura, de Isabel II, la reina recientemente fallecida.
Aunque haya tomas dignas del cine más impostado —al estilo de Belleza americana (1999)— como la de una bolsa de plástico que baila por el viento, hay imágenes que trascienden esa limitación y alcanzan carácter cinemático: poco antes de su desencuentro, en la casa de campaña de Alice y Ray se conjugan el sonido del riego artificial, la luz y el material de la tienda; hay gente que traspasa un arbusto para asomarse a la casa vecina, por un instante se aprecia a una pintora de paisajes, se avista una playa con barreras contra tiburones, Ray maneja su coche con un registro visual del movimiento distinto al común de los desplazamientos, asimismo, un personaje camina en silencio, pero hay un escasísimo ruido ambiental que le da impactante materialidad. ¿Se podría pedir más que esta colección de momentos cinematográficos?
Quizá por una mala lectura de Tarkovski, hay multitud de filmes hechos por directores que pareciesen confiar que el mecanismo de la demora manipularía el tiempo y otorgaría valor cinematográfico. Vaughan escribió sobre Amigos y extraños: “Quería que la película se desarrollara girando lentamente, como si estuviera en una rueda”, cuando, en realidad, se trata de narrativa lineal (aunque el tiempo se vuelva engañoso cuando Ray, en vez de ir a su entrevista de trabajo, pierde el tiempo con el mínimo pretexto). Por otra parte, hay indicios de una reflexión sobre el arte. Ray llega a una casa llena de pinturas y esculturas, de una familia que al mismo tiempo muestra poca apertura ante música no tradicional. El maduro anfitrión le pregunta a Ray si videograbar es “el arte de la ilusión”, pero la cinta no abunda en estas cuestiones. En cambio, el director prefiere entretenerse en diálogos como el de una niña que pregunta a Alice si es cabrona, a lo que ella responde que trata de serlo, sólo para que la niña le explique —con plena autoridad— que no se trata de intentarlo sino de serlo. Quizá el humor sea más efectivo cuando es personal, no convencional. Esto apunta a una cuestión fundamental para el futuro de la obra de Vaughan: ¿está formando una visión personal o se estancará en la indiferenciación respecto a la comunidad cinematográfica?
El ciclo anual Talento Emergente se proyecta este 2022 del 8 al 25 de septiembre en la Cineteca Nacional y, en algunas sedes de Cinemex y en el Cinematógrafo del Chopo, del 16 de septiembre al 15 de octubre. Amigos y extraños está disponible también en MUBI: