Los años 60 del siglo pasado fueron tremebundos.
En aquella época transcurrió el primer sobrevuelo del ser humano en la Tierra y se lanzó la primera mujer al espacio; la hazaña es de los soviéticos Yuri Gagarin y Valentina Tereshkova, y más tarde la proeza de pisar la Luna es del norteamericano Neil Amstrong. Es la era de La Guerra Fría y la tensión mundial por la Crisis de los misiles entre Estados Unidos y Cuba, y el encarcelamiento de Nelson Mandela por combatir al Apartheid. En el torbellino de acontecimientos, es ultimado a tiros, en Dallas, Texas, el presidente John F. Kennedy (el cuarto mandatario de EU en ser asesinado), también Malcom X, un gran luchador por los derechos de los negros, a quien le truenan el pecho en Nueva York. De igual forma son los años de Mafalda, el Movimiento Hippie y, claro, los Beatles que llegan a la cúspide y el ocaso (y todavía hubo quienes dijeron, como el mismo George Harrison, que el efecto principal de la banda fue salvar al mundo del aburrimiento).
Los 60 son el puente entre el inicio y el fracaso de la invasión de Estados Unidos a Vietnam, y el vínculo entre civilidad y oprobio, donde en la agonía por el atentado que le arrancó la vida, Martin Luther King le pide a Ben Branch: “prepárate para tocar ‘Take My Hand, Precious Lord’ en la reunión de esta noche. Tócala de la manera más hermosa”. Es el periodo de los símbolos de la Paz y el rostro del Che pero también de McDonald’s y la Generación Pepsi, la Revolución Cultural de Mao Tse Tung en China, para militantes de la Guerra Fría, el segundo aliento feminista de la historia y la revolución sexual para los jóvenes de la libertad; soplan los vientos de la minifalda y la píldora anticonceptiva; en el cine, “El Gatopardo” de Visconti, “Lolita” de Kubrick y “Los Pájaros” de Hitchcock. Es el rock and roll y sus infinitos senderos que se insinúan en el horizonte, entre Cream y Pink Floyd o entre Led Zeppelin y el progresivo de Italia y Gran Bretaña. No es casual la explosión de la música, la gran fuente de creatividad y catarsis: la década termina en la fiesta de Woodstock, con The Who, Janis Joplin y Jimi Hendrix, entre otros.
¿Por qué escribo todo esto? Porque quiero referirme a Vampirella, que este 2019 cumple 50 años de haber nacido. Es en serio. La preeminencia de lo políticamente correcto obliga a dar contexto, porque si no irrumpe la condena, y el contexto de este emblema femenino con altas dosis de erotismo es, precisamente, el rol cada vez más protagónico de las mujeres en aquel tiempo. En todos los órdenes. Si en los años 20 del siglo pasado las Pin-Up eran algo más que el juvenil deseo incandescente que devino refugio y trinchera de la libertad de expresión amenazada o en icono de inspiración para los soldados norteamericanos durante la Primera Guerra Mundial, a finales de los 40, también del siglo pasado, el bikini explotó en el rostro del conservadurismo que pretendía mantener a la mujer en el baúl de una cosa inmaculada o en el anverso del mismo rostro, el de la pretendida mirada progresista, condenarla por volverse objeto del capitalismo, explotó en ese rostro digo, porque estaba en marcha para no regresar jamás un proceso histórico formidable: el derecho de las mujeres a decidir sobre su cuerpo, y eso implica cambios de gran calado que en los años 50 implican, quiérase o no, a la revista Playboy, naturalmente junto con la detonación de otras innumerables actividades, gestadas incluso décadas atrás como la literatura, la ciencia y la política.
El contexto que menciono, en particular los años 40, trajo consigo a las mujeres al mundo de la historieta; la Mujer Maravilla es la primera mujer famosa en la historia del género, surgida de DC Comics en 1941 (antes de ella puede mencionarse a Fantomah y La mujer invisible, en 1940, incluso ese mismo año, como villana y a veces aliada de Batman, surgió Gatúbela) y la ruta hubiera seguido de no ser por la censura impuesta desde 1954 y durante el resto de la década por la Comics Code Authority.
La Autoridad del Código de Comics se basó en el código de la Asociación de Editoriales de Revistas de Cómics, creada en 1948, aunque fue más restrictiva y prohibió contenidos que dictaminó como “inapropiados” e incluyó imágenes violentas sobre crimen y horror o tramas y dibujos sensuales como las mencionadas Pin-Ups; no se permitían además hombres lobos, zombies ni vampiros. (Aquella década emuló la censura impuesta en los años 30 también en Estados Unidos, al que tomo como referencia por ser el centro irradiador de la cultura de masas y, en particular, su influencia en las características de las historietas en el resto del mundo, sobre todo en América Latina ya que Bélgica, Francia, España y Alemania tienen su propia tradición y muy prolífica, por cierto, en el mundo de la historieta).
El resto de la década de los 50 y los primeros años 60 fueron un formidable desafío para la creatividad de guionistas, dibujantes e impresores quienes hallaron en lo underground, una respuesta contracultural con sus propios canales de distribución. Digámoslo pronto: Capitana Marvel no habría sido posible sin una largo y accidentado proceso histórico entre la equidad de género y la libertad de expresión; la heroína de Marvel no se explica sin los años duros de la censura que enfrentó Betty Boop (1931) o los 50 que prohibían fotografías como las que circulaban de Bettie Page además del cómic francés “Barbarella” de los 60 (incluída la película protagonizada Jane Fonda en 1968) y, al finalizar aquella década, incluso como impronta de la liberalización sexual femenina, “Vampirella”, que comenzó a circular por primera vez en Estados Unidos, en septiembre de 1969, y que tuvo un enorme éxito en la unión americana y en España, sobre todo, hasta convertirse en una revista de culto.
El referente de la historia es la obra más conocida de Bram Stoker, “Drácula”, dada a conocer a finales del siglo XIX, lo que ubicó a “Vampirella” entre las primeras narrativas en desafiar el código ético antedicho por su exhibición de seres terroríficos, zombies, hombres lobo y, en el caso la de la heroína, una mujer que para vivir necesita de la sangre. Por eso antes que nada “Vampirella” es un cómic de terror, creado por Forrest J. Ackerman Warren Publishing, editorial especializada en publicaciones del género.
Los expertos conocen al detalle el origen de Vampirella como una extraterrestre nacida en el planeta Drakulon, donde los ríos no eran de agua sino de sangre y de ahí se alimentaban sus habitantes llamados “Vampi”, criaturas capaces de convertirse en murciélagos o desplegar alas desde sus espaldas como quirópteros; los evidentes límites de la historia determinaron varios requiebres argumentales desde la creación de otro origen porque el antedicho fue una invención de quienes le habrían lavado el cerebro hasta la exposición de otras aventuras en las que Vampirella enfrentaba (aunque casi siempre entablaba amistad) con mujeres de otros mundos igualmente hermosas, además de las ocasiones en que ha sido revivida como en los 80 y 90 en México y Argentina, mediante la serie “La venganza de Vampirella” y hasta varias series para el olvido como en la que comparte créditos con Kiss. Su incursión en el cine, mediante dos o tres películas de baja manufactura, no tuvieron el éxito esperado, tampoco en la actualidad las ediciones de cómic lo han tenido a pesar de los esfuerzos de adaptar los guiones e incluso las características físicas de Vampirella que de la opulencia de los 60 pasó a la delgadez imperante en estos años.
“Vampirella” es la cima de un proceso histórico dentro del cómic y, aun con sus limitaciones en las historias e incluso con la excesiva exhibición del cuerpo, en su momento fue un reto para las autoridades censoras y el convencionalismo imperante en amplias franjas de la sociedad estadounidense y en esas otras donde ha sido palmaria la influencia de la cultura de masas generada en ese país. Su sensualidad, en la actualidad puede parecer pueril o sus posturas eróticas anodinas pero se trata de un personaje dentro del mundo ficticio que retrató muchas de las formas en que la mujer era confinada como objeto inanimado para decorar o sujeto de actividades inherentes a su sexo, pero en modo alguno para situarse por encima del hombre en su destreza física y menos para suscitar deseo en esos hombres a quienes puede ignorar o incluso dar su merecido, como una centinela de la libertad en la Tierra.