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Para Lydia Cacho, con respeto y solidaridad, como hace 15 años.

Por fin: el “góber precioso” fue detenido. Por una orden de aprehensión de 2019.

Es un gran momento para recordar varios datos que muchos olvidan o pocos conocen. Por ejemplo, que ese político de chiquero, precisamente ése, era presentado por sus secuaces como el próximo Benito Juárez –todavía me carcajeo-; que Olga Sánchez Cordero fue parte de los ministros que en la Suprema Corte suavizaron la condena a Marín (no lo exoneraron ni lo condenaron como debían, optaron por decir algo así como “sí violó derechos, pero poquito”); que esa decisión cobarde y aberrante de la Corte le permitió retener la gubernatura, aunque ya sin futuro político, y seguir desgraciando a Puebla; que no sólo la mayoría de los periodistas poblanos se callaron o se volvieron “preciosos”: periodistas “nacionales” como Carlos Marín lo defendieron tontamente y presumiendo su ignorancia de la estructura político-institucional local; que años después el ex gobernador fue condenado en la ONU por violación de derechos humanos; que es un lavador de dinero; que uno de sus hijos vive en Suiza con dinero de todos modos sucio; que aún no han sido detenidos los cómplices Adolfo Karam y Kamel Nacif; que hubo más víctimas del marinismo: en un sentido, millones de poblanos fuimos sus víctimas, víctimas de su mal gobierno, de su autoritarismo, incompetencia y corrupción.

Como es evidente, el caso “precioso” no es una nimiedad. Se le vea por donde se le vea.

Me concentraré en un asunto más desconocido u olvidado: los padres políticos de Mario Marín. Los actos de un político no flotan en el vacío, no se generan espontáneamente sin condición alguna, tienen pasado, circunstancias y otras influencias. Eso no quiere decir que la agencia y la responsabilidad individuales no existan sino que las decisiones se toman en un contexto que incluye a más actores. La especificidad “preciosa” es que la personalidad autoritaria de Marín fue detonada, potenciada y solapada por circunstancias histórico-institucionales autoritarias, y moldeada, alentada y premiada por otros actores autoritarios. Todo lo que ha ocurrido con este político es culpa de la interacción de tres elementos, él como individuo, los contextos por los que pasó y las decisiones políticas de terceros. No habría “caso Cacho” sin la investigación de Lydia y sin un “precioso” pero tampoco sin indivisión de poderes, como no habría político Marín sin Guillermo Pacheco Pulido ni gobernador Marín sin Manuel Bartlett. Son sus padres políticos. Y los primeros responsables del éxito priista del joven Mario Plutarco. Sin ellos, Marín también habría sido un político autoritario pero no habría sido el político autoritario que efectivamente fue, ni su trayectoria profesional podría haber sido idéntica, y lo más probable es que jamás hubiera llegado a la gubernatura. En resumen: Pacheco Pulido y Bartlett fueron los sherpas políticos de eso que hoy es el ente putrefacto que lleva la etiqueta eterna de “góber precioso”. ¿Y quién le regaló a Marín su jugosa notaría?

Pasemos al triángulo curricular. Me limito a lo esencial. La primera gran oportunidad política de Marín se debe a Pacheco Pulido. De las burocracias leguleyas lo trasladó al ayuntamiento de la ciudad de Puebla: Marín fue el secretario particular de Pacheco Pulido cuando éste fue presidente municipal (1987-1990). Desde ahí fue impulsado al segundo nivel de la secretaría de Gobernación del entonces gobernador Mariano Piña Olaya. Bartlett fue el siguiente Ejecutivo (1993-1999) y confió a Marín primero una subsecretaría de Gobernación y después la titularidad de la secretaría. Luego, Bartlett dio a su secretario de Gobernación el control del PRI estatal para que continuara la escalada. Llegaría a la alcaldía capitalina (1999-2002). Marín no fue el sucesor de Bartlett en la gubernatura sólo porque el PRI le debía la posición a un militante de larga data e importancia como Melquiades Morales. Pero fue sucesor de éste, no sin el atontamiento coyuntural de Morales y tampoco sin el apoyo del senador priista Bartlett. El “escándalo Cacho” reventó en el primer año de Marín como gobernador (2005-2011), mientras Pacheco Pulido era el presidente del Tribunal Superior de Justicia, posición en la que había lucido su sometimiento al Ejecutivo –por décadas priista- desde años antes. El favor marinista al empresario Nacif, contra Cacho, a través de una jueza, no hubiera sido posible sin una realidad institucional y cultural de indivisión de poderes por subordinación judicial, esa realidad que Pacheco Pulido siempre reprodujo y protegió (véase mi artículo “Poder judicial y la no división de poderes en Puebla”, El Cotidiano, UAM, 2007, y las declaraciones de Pacheco en el libro con el que El Colegio de Puebla “homenajeó” al gobernador Morales antes de que dejara el cargo). No es casualidad que el escándalo se diera cuando las cabezas del poder Ejecutivo y el poder judicial eran dos grillos tan cercanos, tan pagados de sí mismos y tan pagados del autoritarismo priista.

El último ángulo del trío nos lleva, se quiera o no, a la falsa “cuarta transformación”. Pacheco Pulido, amén de otro tipo de cómplice marinista, fue el “góber accidental”, es decir, fue el interino tras la muerte de Martha Érika Alonso, gracias a una alianza subterránea con el actual gobernador Barbosa, y con un espaldarazo público del presidente López Obrador; Barbosa tiene como consejero jurídico al mismo que tenía Marín, el doctor Ricardo Velázquez Cruz, y en el obradorismo milita como senador quien fuera secretario de Desarrollo Social de Marín, Alejandro Armenta, mientras que el Bartlett que era admirado por “el precioso” es uno de los consentidos de AMLO y el obradorismo.

Tres amigos políticos, tres autoritarios, tres simuladores. El castigo penal a por lo menos uno de ellos sería un verdadero avance para México. Mario Marín merece la prisión.

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