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miércoles 18 septiembre 2024

“Carmen Lira, la gran propagandista”

por Marco Levario Turcott

Carmen Lira Saade tiene 82 años. Podría decirse que, según sus parámetros, fue una periodista exitosa. Sentada en el sillón de piel del despacho que ocupa como directora de La Jornada bien podría hacer una retrospectiva. Su carrera había sido longeva. En el cotidiano trajín de la pluma y el teclado, inició desde los 20 años de edad en la edición vespertina de Novedades y más tarde integró la plantilla de Unomásuno hasta acometer la aventura de participar en la creación de La Jornada, que encabeza desde 1996.

Laureada con un par de reconocimientos menores, de esos que se gestan en las catacumbas de las mafias culturales, Lira no tiene trabajos memorables que simbolicen un estilo o que hubieran hecho cierta revelación estrujante. Sus parámetros para decirse exitosa son esencialmente dos, el primero es la propaganda disfrazada de periodismo y el segundo los dividendos multimillonarios que ésta chapuza le ha dejado.

Carmen Lira fue parte del delirio juvenil que admiró a la Revolución Cubana y a Fidel Castro al grado de justificar la pérdida de libertades en función de la igualdad. En su labor noticiosa, reflejó el frenesí social contra el Imperialismo Yanqui como la única explicación posible para comprender la miseria en la que se hundiría la isla. Con los años, siguió justificando la pobreza en Cuba pero ya no en las arcas personales. Dicho de otro modo: flexibilizó su ideología y se aventuró como editora para garantizar que el contenido de la información fuera del agrado del cliente que pagaba la publicidad.

Al encargarse de la dirección de La Jornada, Carmen Lira afianzó esa ruta y apoyó a gobiernos del PRI y el PAN, incluso publicando propaganda disfrazada como información. La fórmula ha sido funcional: La Jornada finge ser un periódico de izquierda, por ejemplo apoyando al régimen cubano o algún otro tema internacional con el que ese espectro ideológico simpatizara, mientras sus administradores saben que el dinero no tiene credo. Desde hace 24 años, esta empresa mediática es una de las que más dinero han recibido por ese concepto aunque pésimas decisiones tomadas por su cuerpo directivo le causaron una crisis económica que, en 2015, estuvo a punto de hacerla desaparecer.

La Jornada es el diario que más notas de portada y de ocho columnas dedicó al presidente Enrique Peña Nieto pero ello no impidió que, aún operando como gacetilla oficial, fuera considerado un medio de izquierda. Ese es un éxito de Carmen Lira. El otro fue hacerse amiga de Andrés Manuel López Obrador y luego su comadre. Ella es madrina de José Ramón López Beltrán. Esa relación con el presidente de la República le significó a la caja registradora de La Jornada el ingreso de más de mil 300 millones de pesos por concepto de publicidad. De ese tamaño ha sido la alianza entre un periódico y un político que se dicen de izquierda cuando en realidad no lo son.

El periódico que encabeza Carmen Lira refleja su propia historia personal. Mediocre en sus contenidos periodísticos pero eficaz como órgano de propaganda. Arrellanada en su sillón de piel, en las oficinas del diario, esta eficiente publirrelacionista puede decirse satisfecha: nada en un mar de dinero y tiene el beneplácito del poder, lo cual también le confiere una credibilidad que no merece. Es menos probable que, en algunas de aquellas tardes plácidas, llenas de éxito empresarial y político, ella vea en el espejo una imagen distorsionada entre las ilusiones de su juventud y la amargura de la realización económica, pero si eso llegará a ser, Lira estaría viendo a una mujer engullida por la hipocresía, la ambición y el poder.

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