“Golpear con la izquierda y cobrar con la mano derecha” podría ser el lema del escudo de armas de algunos vividores de la política. Padecen una personalidad disociada: alternan entre ser el Dr. Jekyll del análisis social y el Mr. Hyde de la nómina pública.
Cuando eran opositores, esgrimían argumentos de pureza desde los grupos de presión a los que pertenecían. Ahora, que son integrantes del oficialismo, lo suyo es cobrar por cualquier cosa, como si fueran una suerte de Indiana Jones del erario: son cazadores de las arcas perdidas.
En ese grupo de activistas devenidos en burócratas de la opinión se encuentra una tríada perversa: el dos veces doctor John Ackerman, Sabina Berman y Hernán Gómez, todos beneficiarios de un programa de propaganda política audiovisual que utiliza como medio a la televisión pública. Como en toda esquizofrenia, las conductas del nuevo régimen también son contradictorias: el gobierno de la austeridad y recortes en medicinas y apoyos a deportistas, también es el que se gasta cientos de miles de pesos en malos bufones y ocurrencias comunicacionales.
Como resultado de una solicitud de transparencia, Canal Once informó que el doctor Ackerman recibe más de 70 mil pesos mensuales por conducir una serie televisiva; que Sabina Berman recibe más de 100 mil pesos mensuales por su doble función como conductora y guionista; y que Hernán Gómez obtiene poco menos de 50 mil pesos mensuales por la misma actividad de conducir programas de dudosa calidad humorística. Estas cantidades, pagadas con recursos públicos, resultan ofensivas para los investigadores, deportistas, académicos, niños que recibían servicios de guardería y personas con cáncer o VIH.
La incongruencia de estos centaveros es evidente: ¿cómo se puede defender que el presidente López gane 100 mil pesos mensuales —sin que haya parámetros racionales para este monto—, limitando con ello los salarios del total de los servidores públicos del país y, al mismo tiempo, recibir más que el jefe del Ejecutivo por hacer el trabajo de remedo de Cepillín?
La incoherencia de estos beneficiarios no sólo abarca su dualidad austeridad ajena-supersalarios propios: hace muy poco tiempo, a Sabina Berman le daba el soponcio por una lista sesgada, que, para pegarle a sus críticos, el gobierno difundió sobre el gasto de publicidad, pero ahora guarda silencio… salvo para indignarse porque la señalan como receptora de esos recursos.
Y, además del uso frívolo e irresponsable de dinero fiscal en propaganda política —los programas que conducen son burdos en su intencionalidad de promover a la 4T y atacar a sus críticos—, lo cierto es que los conductores carecen de carisma y simpatía. Tiene sentido que Ackerman dialogue sobre temas jurídicos en TV UNAM, pero que le haga al chistosito en un programa “con chavos” sólo evidencia que tiene la gracia de un expediente de un juicio agrario. Si bien Sabina Berman es una escritora reconocida, los sketches presentados son de un humor forzado. Dicho en una frase: son un par de sangrones. Si la 4T ya iba a tirar dinero en propaganda, al menos debió buscar gente con gracia, talento y carisma para salir bien en pantalla.
El caso de Hernán Gómez no es mejor, que sea hermano de Facundo sólo confirma que la simpatía no siempre es común entre hermanos. Con algo de tino, a los productores de “La Maroma Estelar” se les ocurrió integrar como co conductor al estandupero Carlos Ballarta. No obstante, una cosa es hacer chistes sobre quesadillas sin queso en un escenario propio y otro compartir mesa con un fresa renegado que se las quiere dar de progre: no tienen gracia ni química. En suma, también es un caso de pésimo casting.
La 4T está desesperada por adoctrinar a la masa y mantener así la hegemonía que alcanzó en las últimas elecciones federales. Si bien la televisión tiene una tasa de penetración altísima —sigue siendo superior a 90% del país—, las nuevas mayorías electorales del 2021 no van a salir de las audiencias del Canal Once. Si se trataba de reclutar a los primeros votantes en las elecciones intermedias, hubiera sido más efectivo que Ackerman se integrara al “Sabadazo” o que Sabina escribiera un animé sobre Fernández Noroña —yo no lo vería por motivo alguno, pero los programas actuales tienen menos impacto que ese par de eventuales engendros mediáticos—.

¿Quién propone ocurrencias como estos programas de Canal Once y quién las aprueba? La iniciativa es mala y su aprobación es peor. No es admisible desde una lógica técnica y de eficiencia: dedicar dinero a propaganda chafa es un desperdicio de recursos públicos. También es errónea desde el criterio de la 4T: son actividades que no cumplen los propósitos políticos de adoctrinar y consolidar preferencias, quizá sólo satisfacen a los bolsillos de tres integrantes de la nomenklatura actual.
En un espejo del personaje que pega con la izquierda y cobra con la mano derecha, este gobierno derrocha con una mano y ahoga con la otra a quienes son receptores legítimos de los servicios públicos que pagan nuestros impuestos. El nuevo oficio de estos centaveros es un error total: no logra su objetivo propagandístico, ofende a los contribuyentes, aumenta el resentimiento entre los que han sufrido recortes y evidencia la poca capacidad de este gobierno para generar contenidos atractivos. Estos productos inservibles vuelven a confirmar que el presidente López no tiene a un equipo apto para los temas que quiere impulsar.
El desperdicio no sólo es de dinero, sino de bono democrático: nadie aumenta sus preferencias electorales si a los deportistas panamericanos les otorga apoyos de dos mil pesos y a los bufones televisivos les regala 70 mil. Lo más significativo es que esto jamás lo entenderá el actual gobierno, que sigue dejando varados a equipos deportivos en Japón, mientras transmite programas insufribles: quizá, en Palacio Nacional, hasta les resultan divertidos…