“Fusilamientos, sí. hemos fusilado, fusilamos y seguiremos fusilando mientras
sea necesario. Nuestra lucha es una lucha a muerte”.
Ernesto Che Guevara, ONU, 11 de diciembre de 1964
Cada año, en el mes de octubre, puntualmente reviso, modifico, actualizo y reescribo un antiguo articulo sobre una de las figuras mas controvertidas del siglo XX, el camarada Ernesto el “Che” Guevara. Por lo tanto, va el articulo que corresponde a este 2023.
A 56 años de su muerte (9 de octubre de 1967 ) la figura de Ernesto Guevara continua siendo la inspiración e ideal de muchas personas, individuos cuyo común denominador es una escasa y sesgada información y un mas o menos matizado resentimiento social.
La mayor contradicción e incongruencia de esta adoración es que se trata de una figura que en su corta vida pública, apenas diez años, tuvo más fracasos que aciertos. La otra cara de esta incoherencia es que si hubiese logrado realizar su proyecto, hubiera generado uno de los regímenes totalitarios más intolerantes del planeta.
Curiosamente, lo que parece despertar la admiración en sus seguidores es precisamente su condición de victima y perdedor. Perdió ante los economistas en su intento de imponer un sistema de producción destinado al surgimiento del “hombre nuevo”; ocasionando de paso el desastre económico cubano. En lo político, su lucha para el surgimiento de una sociedad ideal, se estrelló contra la realidad que imponen las normas culturales, producto de siglos de historia. Y por último, lo militar, el desenlace patético en el Congo, y el no menos dramático en Bolivia lo demuestran.
La otra contradicción, a mi juicio las más sorprendente por irracional, es la desproporción existente entre la admiración que se le profesa en amplios sectores y el dogmatismo de su postura ideológica. Estos personajes quieren ignorar que la acción política de Ernesto Guevara se apoyaba en un dogmatismo inflexible que de haberse convertido en poder, hubiesen sido ellos sus primeras víctimas. No se debe olvidar que el primer campo de trabajo de reeducación que se abrió después de la revolución, destinados a aquellos que faltasen a la “moral revolucionaria” fue iniciativa del Che. Para cualquier persona informada resulta mas que evidente que su personalidad lo acercaba más a un Savonarola que al de un líder libertario.
No son pues ni los triunfos ni su idea de sociedad lo que mantiene la vigencia de esa figura. Es más bien la orfandad ideológica del mundo de hoy, donde triunfa y manda la mentira, el oportunismo y la corrupción, la que conduce al culto al hombre que marcó una época por haber sido consecuente hasta la muerte con sus ideas.
En sus comienzos vaciló entre ser un médico famoso, escritor, o un hombre de acción; optó por esto último. Se adjudicó el papel de redentor y héroe, poniendo su vida al servicio de los otros, y, como es propio al oficio de héroe, arrogándose el derecho de matar en aras de la salvación de otros hombres.
Para el Che participar en los combates significaba un goce y no dudaba en practicar el asesinato ritual; es una de las facetas de su personalidad que precisamente, ponen de manifiesto las diferentes biografías. “Cuando tenía en la mira del fusil a un soldado, disparaba sin remordimiento porque sabía que así estaba contribuyendo a luchar contra la represión y a salvar del hambre a los niños que estaban por nacer”, dicen a manera de explicación de esa tendencia a matar, misma que nunca disimuló porque, sencillamente era incapaz de disimulo.
Ernesto Guevara era un individuo audaz, disciplinado e inteligente pero sin la creatividad del verdadero conductor. A esto se suma un carácter despótico con una total intolerancia hacia aquellos que fueran adversarios de sus ideas. No tenía, su fracaso en el Congo lo indica, y el desastre en Bolivia lo confirma, capacidad para el primer mando, fue sin duda alguna un excelente teniente, pero nunca un capitán.
Pero todo lo anterior le importa un comino a su fieles admiradores. Ellos lo consideran un ser iluminado, un Mesías, un ejemplo a seguir. Y nadie los convencerá de lo contrario. Ahora bien , si a alguien no le agrada la realidad, no hay problema; puede leer la abundante historiografía oficial cubana, a los trasnochados apologistas de la mas rancia izquierda y dar por buenas las historietas del camarada Rius.