En estos días proclamarse “de oposición” se ha vuelto algo tan lamentable como declararse AMLOver. Pero al menos los segundos se pronuncian a favor de algo y no en reacción a eso. Sin embargo, fuera de las posturas que se defiendan o ataquen, los desplantes y banalidades de ambos están por llevarnos a la quiebra de nuestra democracia.
Entre memes, propaganda y tuiteros que vierten su bilis haciéndose pasar por “entrones”, hemos dejado pasar temas centrales para el gobierno como la Guardia Nacional, nombramientos de ministros de la Suprema Corte de Justicia y órganos autónomos. De manera paulatina hemos perdido derechos y garantías, como se aprecia en la restricción al acceso de archivos históricos, padrones públicos, eliminación arbitraria de registros de población y el uso de la Unidad de Inteligencia Financiera con una lógica política, donde decide el presidente, según él mismo lo declaró en una de sus conferencias “mañaneras”.
¿La oposición en el Congreso? Se encuentra más cómoda reaccionando que haciendo algo serio. Por ejemplo, se declaran indignados por reformas que se aprueban, mientras en ningún momento abrieron ellos mismos el debate, exigieron condiciones de transparencia o convocaron a consultas públicas. O peor: usan información decisiva contra nombramientos clave una vez que ya se aprobaron, en vez de presentarla durante el proceso de discusión. Al parecer no se han enterado de cuánto cambió la política nacional para ellos, si su deseo es permanecer en la zona de confort donde se encuentran desde hace décadas.
¿Académicos? ¿Líderes de opinión? Difícilmente serán de ayuda si siguen creyendo que tienen la razón en un debate, donde eso es lo último que importa. ¿Hay debates buenos y malos? Desde su buenismo están ignorando las razones por las que colapsó el sistema, en lugar de atender las causas del desencanto por la democracia. Quizás algunos aprendan algo en el futuro, pero tampoco sirven para este momento. Y quien me haya leído, creo más en un recambio generacional que en apoyar a las vacas sagradas “de siempre”.
¿Qué hacer? Retejer una narrativa y redes. ¿Es imposible? No, si uno tiene idea de qué se defiende, qué se comunica y con quién se hace alianzas. Por lo tanto, quiero compartir un pequeño checklist para el activismo:
Primer paso: ¿qué representan? Este es un punto central. Imaginen qué comunicarían en redes sociales si no existiera López Obrador o Morena y pregúntense si tienen algo qué ofrecer. En caso de ser su respuesta “nada”, les recomiendo que dejen de pensar en política dos semanas: el mundo seguirá sin ustedes. El objetivo es tejer una narrativa propia sobre valores, causas, conocimiento y expertise que se tiene para posicionarse como alternativa. Si nuestro gobierno se mantiene a través de movilizar las vísceras, la reacción lo afianza. En cambio, si saben quiénes son y qué buscan, pueden ganar la imaginación de los indecisos y convertirse en una opción. No sale sobrando: es imposible que sean creíbles si no incluyen una crítica a las fallas y carencias de las reformas anteriores a 2018. El objetivo es calibrar las reglas del juego, no mantener o volver a un entorno que ya desapareció.
Segundo paso: ¿saben comunicarlo? Si lo que ustedes defienden no lo puede entender hasta la persona más sencilla, no sirve. Comparto mi experiencia: durante años promoví la reforma al artículo 59 constitucional, para permitir la reelección inmediata de legisladores y soy coordinador y coautor de un libro titulado El legislador a examen (FCE, 2003). Al darme cuenta que el tema era de “círculo rojo”, hice un panfleto para divulgación llamado Para que se queden los que sirven, que se puede descargar en mi página, donde expliqué la relevancia de la reforma en bullets. A partir de ahí pueden desarrollar una campaña de divulgación en redes sociales, por ejemplo.
Tercer paso: ¿con quién se alían? Busquen personas con las que se pueda trabajar y sean colaborativas. ¿Hay gente desinteresada? No seamos ingenuos: claro que no. Sin embargo, se puede llegar lejos si se dejan claras las reglas y los términos de la colaboración desde el inicio.
Cuarto: definan una estrategia clara de incidencia. ¿Tienen contactos con medios? ¿Aliados en los partidos? ¿Qué van a hacer para sumar grupos y personas afines? Recuerden: la política es un juego de estrategia y conocimiento que se juega con la cabeza fría.
Este artículo fue publicado en Indicador Político el 17 de enero de 2020, agradecemos a Fernando Dworak su autorización para publicarlo en nuestra página.